Capitulo 5

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No.

No puede estar pasando.

No puedo gustarle a Mason. A mi amigo. A mi compañero de secundaria. Al chico por el cual Cristal se vuelve loca. 

Mason y Alexa. Alexa y Mason.

- ¿Qué? - es lo único que alcanzo a decir.

¿Cómo pudo haber imaginado que iba ser posible que estuviéramos juntos? Debe estar confundido, es la única opción, sino no se explica. ¿Qué está pasando en estos días? 

- Sí Alexa. Llevo meses planeando esto. Ten - me tiende un chocolate con forma de corazón - es de maní, como a ti te gusta.

Miro el chocolate que tenía en su mano. Luego miro sus ojos.

- No lo puedo aceptar. Mason, no me gustas. Discúlpame.

- ¿Y entonces quién te gusta? - pregunta intentando ocultar enfado.

Wilson. El profesor Wilson está buenísimo. A pesar de intentar olvidarme de nuestro primer encuentro, no puedo dejar de pensar en esos ojos azules que me penetraban. 

- Nadie Mason, no me gusta nadie. Simplemente seamos amigos y olvidemos esto, por nuestro bien - digo - y ahora permiso, debo ir a entrenar.

Empiezo a caminar hacia la puerta de entrada del club.

- Te seguiré queriendo Alexandra.

Me doy vuelta y sonrío. Sonrió para no parecer cruel. Porque en realidad ahora solamente quiero encerrarme en mi habitación sin ver a Mason hasta el último día de clases. Me muero de la vergüenza. 

Entro al club y corro hasta los vestuarios, pero alguien interrumpe el recorrido.

- Hey hey hey - escucho desde mis espaldas -, ¿Cómo esta mi campeona?

Malhumorada me doy la vuelta y puedo observar a mi entrenadora. Siempre fue una mujer que, a pesar de mis días más tristes, me llegó a sacar una sonrisa. Es alta y esbelta, todo el año luce un bronceado impresionante y lleva su pelo recogido en una trenza. Usa ropa deportiva, como cualquier entrenadora, y siempre es amable con cualquier persona.

- Bien, algo cansada del colegio. Ya me cambio y voy.

- Dale genia - me dice y se va.

Luego de entrar, me preparo para nadar y guardo todas mis cosas en un casillero. 

Ya no sé qué esperar para lo que queda del día, así que me dispongo a seguir mi rutina de natación.

Pero a pesar de concentrarme al cien por ciento en perfeccionar mis técnicas, la voz de Mason me persigue en todo el entrenamiento. No está sentado en las gradas alentándome, simplemente logró quedarse en mi cabeza por un largo rato. Incluso, cuando cierro los ojos unos momentos, puedo ver el chocolate que me quería regalar, mientras me declaraba su amor. 

Intento borrarme esos pensamientos durante un largo rato, hasta que me doy cuenta que la entrenadora me dice que he finalizado el entrenamiento.

- ¿Cómo fue, pichona? - pregunta apenas salgo del agua, mientras me tiende la toalla - vi que has estado concentrada.

- Hoy se me hizo rápido, es una pena - respondo secándome la cara. Mi entrenadora ríe y se despide. 

- Así te quiero ver competir este año, con esa dedicación. 

- ¡Lo prometo! - exclamo, riendo y entrando nuevamente al vestuario. 

Una vez que llego a mi casillero, veo que tengo llamadas perdidas de mamá.

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