Capitulo 70

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A la mañana temprano, Cris se fue de casa.

Estaba bastante cansada, y su noche había sido dura. Nos quedamos despiertas un rato más, pero de todas maneras se sentía cansada como para quedarse en casa más tiempo.

Luego del almuerzo, llamé a James. Me dijo que nos veríamos en la plaza, por lo que acepté la invitación. Le pedí que no me pasara a buscar, ya que quería ir caminando y disfrutando el sol de verano.

Carola no estaba en casa, lo cual me llamó mucho la atención, y papá se había acostado a dormir.

Salí de casa con ropa cómoda, el celular y algo de dinero en el bolsillo.  Me paseé por las calles solitarias. La gente descansaba, los perros jugaban en los jardines traseros y los niños se divertían en las piscinas de sus hogares. No habían adolescentes recorriendo las veredas, o mujeres mayores sentadas fuera de sus casas, admirando la calle. Éramos el sol y yo. 

Llegué a la plaza y me la encontré repleta de personas. Habían colgado banderines de colores, globos y más adornos. La gente iba de un lado a otro, algunos almorzando y otros con helados en sus manos. También pude distinguir food trucks, aquellos pequeños puestos de comida que se podían llevar de un lado a otro. Empecé a reconocer música pop y clásicos del rock en cuanto me acerqué al centro de la plaza. 

Creí que sería imposible encontrar a James en medio de la multitud, por lo que intenté comunicarme con él por mensaje. La señal era buena, pero no podría llamarlo porque no escucharía su voz, por lo que le escribí por WhatsApp. 

Mientras observaba los puestos de comida y sentía los diferentes aromas, me llegó un mensaje suyo diciendo que estaba en la iglesia. Me llamó la atención que se encontrase allí, ya que jamás me había dicho si creía o no en Dios, pero fui a buscarlo de todas formas. 

Cuando llegué a la puerta de la iglesia, lo vi vestido con ropa casual. No llevaba los anteojos de siempre, pero sí tenía puesta una camisa de manga corta que estaba abierta en el cuello, y unas bermudas que le quedaban muy bien. 

- Hola preciosa - dijo, acercándome a su cuerpo con sus manos - ¿Cómo te trata esta bella tarde?

- Muy bien - respondí sonriente - Estoy muy feliz por verte aquí.

Ambos nos quedamos mirando la plaza unos minutos. Creí que los dos pensábamos lo mismo, por lo que tuve la valentía de preguntar.

- ¿No crees que alguien nos verá aquí y nos reconocerá? - dije - Todo el barrio se encuentra en esa plaza. 

El festival estaba muy animado, y tenía cierto miedo de cruzarme con compañeros de la escuela, y que me vieran con James. 

- Aquí no nos quedaremos - respondió. Nos miramos a los ojos, y gracias a esa mirada pude reconocer que estaríamos lejos de la plaza, y de cualquier persona que nos quisiera reconocer. 

Tomó mi mano y caminamos en sentido opuesto a la plaza, yendo directo a su auto. 

- Por favor, no debes molestarte en darme otra sorpresa - dije. Nos subimos al auto y una vez dentro, se quedó mirándome. 

- Veo que te ha gustado tu regalo de cumpleaños - respondió, acercándose a mi cuello y dándole un beso delicado. Mi piel se erizó con su tacto. 

- Me encantó. 

Con una sonrisa que ocultaba un poco de orgullo, prendió el motor y nos fuimos del lugar. 

Como siempre, James y yo ocultábamos nuestra relación en lugares recónditos de fuera de la ciudad. En cierto punto me molestaba no poder estar junto a él en la plaza, por ejemplo, ya que hubiésemos sido vistos por todo el barrio, pero también me gustaba el hecho de tener que conocer nuevos sitios para poder salir juntos. Era algo así como un juego, lleno de adrenalina. 

Luego de pocos minutos de viaje, llegamos a una ciudad cercana. Era mucho más chica que la Gran Ciudad, la cual era la capital, pero tenía sus encantos. 

- ¿Cuál es el plan para hoy? - pregunté. James había parado el auto a un costado de la calle. 

- ¿Qué género de películas te gustaban? - dijo - ¿Terror? 

Asentí con la cabeza, y él volvió a arrancar. 

Pasamos por la zona residencial, por colegios, plazas, negocios y restaurantes, hasta que llegamos a la puerta de un cine. 

- Me gusta este plan - comenté, bajando del auto - Siempre quise ir al cine en pareja. 

Él sonrió y entramos al edificio. Buscamos alguna película que nos pareciera interesante, y notamos que había una función que comenzaría en pocos minutos. James pagó las entradas y las palomitas, y fuimos directo a la sala. 

Nos elegimos un lugar del fondo, donde nadie pudiera reconocernos en caso de encontrarse allí. Nos acomodamos y comenzamos a charlar antes de que comenzaran los anuncios. 

- ¿Te puedo contar algo? - pregunté, antes de llevarme unas palomitas a la boca.

- Claro que sí - respondió. Él comía, mientras miraba la pantalla, deseando que se prendiera. 

- Pero no debes decir nada - dije - Es nuestro secreto James. 

Por un momento, su cara cambió de expresión, y volteó para mirarme a los ojos. 

- Nuestra relación es un secreto, Alexa - dijo - Claro que me puedes contar. 

En ese momento, las luces del cine se apagaron, y pensé que perdería su vista, pero continuó mirándome. 

- Bueno - dije - Lo que pasa es que... 

De golpe, un estruendo me sobresaltó. La pantalla del cine había comenzado a reproducir sus publicidades. Ya era demasiado difícil contarle a James que estaría en casa sola todo un fin de semana, y el susto no ayudaba.

- ¿Te asustaste? - preguntó riéndose un poco. 

- Un poco - respondí, y pasó su brazo por mis hombros. 

- Cuéntame rápido, antes de que empiece la película - dijo. 

Estábamos abrazados, viendo los anuncios que pasaban. 

- Ah, y apaga el celular. 

En ese momento, noté que me había olvidado de dejarlo en silencio. Si no hubiese sido por el aviso, no lo hubiese recordado. 

- Claro, sí - dije deshaciendo la posición y sacando mi teléfono del bolsillo trasero. Le dejé el balde de palomitas a James en su regazo para poder sacarlo cómodamente. 

Cuando desbloqueé la pantalla, vi que tenía un mensaje de un número no agendado. Entré a WhatsApp y en el instante vi de quien se trataba por su foto de perfil. 

La sangre de todo mi cuerpo dejó de circular por un momento. Palidecí al instante, y casi me desmorono. 

Ana me había sacado una foto con James, abrazados en la plaza, y me la había enviado. Debajo de la foto, me escribía que debía decirle la verdad a papá, antes de que fuera demasiado tarde y la supiera por su propia cuenta. 

En un segundo, mi mundo se vino abajo.


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