La fiesta de fin de curso había sido increíble.
Todos habíamos pasado un momento genial, incluso las mismas familias. Los profesores bailaron mucho, y cuando se abrió la discoteca, los invitados parecían muy felices también.
El sábado a la tarde me recibía nostálgica. Finalmente, caí en la cuenta de que no volvería a pisar el colegio jamás. Ya no era parte de la institución, de ese edificio que había marcado casi toda mi vida.
Tenía grandes recuerdos allí, y mentiría si dijera que no iba a extrañarlo. Pero, a pesar de todo, seguiría teniendo contacto con las personas que más había querido.
Papá me recibió a la madrugada apenas llegué a casa. Estaba tan cansada que cuando me terminé de sacar el vestido me acosté en mi cama y me dormí. Para cuando me desperté, mi maquillaje estaba todo corrido, y podía sentir cómo aún me pesaban los ojos.
Me saqué los restos de producto de mi cara, y recordé cuando Carola lo hacía el día que conocí a Ana.
Ana.
Me apenaba muchísimo que nuestra relación haya empezado tan mal. Parecía una mujer buena, que no tenía malas intenciones con nadie, y resultó que persigue a sus hijos, ¡e incluso a mi!
A pesar de que su actitud me parecía terrible, no la podía culpar. Si ella tenía esas costumbres en su casa, era entendible. Pero no era lógico hacerlo en otro sitio y mucho menos con personas que no conocía ni un poco.
Con el paso del tiempo había aprendido a dejar de ser rencorosa, por lo que obvié la situación cuando la vi en la cocina apenas bajé a comer algo.
- Buenos días - dije, todavía dormida. Ya estaba sentándome en la mesa cuando papá y Ana saludaron.
- ¿Cómo te fue anoche, hija? - preguntó papá.
No tenía fuerzas para responder. Lo único que quería era seguir durmiendo hasta mañana, pero ya me había despertado.
- Bien papá - dije. - Todo salió excelente. Estoy muy cansada.
Pude notar que era la hora del almuerzo cuando Ana me sirvió un plato con un sándwich de jamón crudo, mi favorito.
- Tu padre me pidió que te hiciera uno - me dijo, dejando el plato sobre la mesa - Espero que te guste.
Miré a Ana a los ojos y pude notar algo que jamás pensé que notaría.
Arrepentimiento.
Y con el simple gesto de dejarme enfrente un plato con mi comida favorita, podía entender su lamento. Y eso me agradaba.
- Está bien - respondí - Gracias Ana.
Por lo bajo escuché un "de nada" y empecé a comer. Me alegraba saber que se sentía mal por lo que había hecho. Al principio creía que me estaba tomando el pelo, y eso me enojaba. Pero con una simple mirada pude entender todo. Y ya estaba disculpada.
Papá y Ana se sirvieron su comida y se sentaron junto a mi. No tenía idea de qué hora era, pero tampoco me importaba mucho. Comí mi sándwich a la velocidad de la luz, y cuando lo terminé me levanté de mi asiento para hacerme otro. Estaba muerta de hambre.
Mientras terminaba de preparar mi segundo sándwich, Carola entró a la cocina. Saludó a todos y cuando me di cuenta, la vi bastante más arreglada que otros días.
- ¿A dónde irás? - pregunté.
- Hoy es la entrevista de trabajo - respondió, sirviéndose un vaso de agua.
- ¿Un sábado a la tarde? - volví a preguntar. Ella asintió con la cabeza mientras bebía el agua.
- Antes de irme por una semana, debo conocer el lugar - explicó - Y les pareció buena idea hacerlo hoy. ¡Ya me voy!
Limpió rápidamente el vaso que había usado y se despidió de todos.
- ¡Éxitos hija! - exclamó papá.
- ¡Éxitos! - dije junto con Ana.
- ¡Gracias a todos! - respondió y salió de la cocina. Escuchamos que agarraba su bolso, abría la puerta de entrada y la volvía a cerrar.
Me senté para comer y papá me preguntó qué haría hoy.
- La verdad no lo sé - respondí, antes de volver a darle un mordisco a mi sándwich. Estaba delicioso.
- Puedes decirle a tus amigos que se queden a comer aquí - propuso.
Me parecía buena idea, pero hoy no tenía ganas de charlar con nadie. Seguramente vería una película y luego me dormiría.
- Lo pensaré - dije. Papá y Ana se fueron de casa y me quedé sola.
Cuando terminé de comer, lavé todo lo que había usado y me fui a mi habitación. Prendí mi computadora y puse una serie. Estaba exhausta, tanto que se me hacía difícil poder concentrarme en la trama.
Empezaba a bostezar cada vez más, y estaba a punto de dormirme cuando Cristal me llamó.
- ¿Hola? - pregunté, en medio de otro bostezo. Definitivamente las fiestas no eran lo mío.
- ¿Hacemos algo hoy? - dijo mi amiga por el teléfono, sin siquiera saludar.
- Gracias por preguntar amiga, yo me encuentro excelente, ¿y tú? - la burlé.
Ella rió en la llamada y luego de saludarme, me dijo su plan.
- Hace calor, ¿vienes a la pileta? - preguntó. - Si vienes le diré a Mason también.
Me daba pena cancelarle el plan a mi mejor amiga, pero estaba agotada.
- No sé si me meteré en la pileta - respondí - Estoy muerta de sueño. De todas formas puedo pasarme un rato.
- Está bien, vente cuando puedas - dijo y colgó.
A pesar de que amaba nadar, hoy no era el día.
Apagué la computadora y me puse de pie. Era increíble que habiendo dormido tanto tiempo me sintiera tan agotada.
Ya estaba cambiada de ropa, por lo que me peiné un poco y busqué algo de comida para llevar a la casa de mi amiga. Antes de salir de casa, avisé a papá y a Carola y agarré las llaves. Como vi que Moa estaba sola en el jardín, le mandé un mensaje a Cris preguntando si la podía llevar a su casa para que jugara con su perro Frodo, y ella aceptó.
Caminando por la calle con Moa, me di cuenta que los días de verano son mucho más brillantes que los demás. Las hojas de los árboles se deslumbraban con su color verde intenso, y los pájaros cantaban alegremente a estas horas de la tarde.
O todo esto era ilusión mía porque estaba muy feliz por haber terminado el colegio, y por estar cada día más cerca de ver a James.
Sea lo que fuese que pasaba que me hacía sentir tan feliz, no quería que terminara.
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Adultos
RomanceAlexa ama a los hombres. Ama que tengan más de 25 años. Que usen traje. Que tengan barba. Que tengan un gran empleo. Pero hay un hombre en particular en la vida de Alexandra... su profesor de historia, James. Y Alexandra nunca se ha enamorado. Y...