Subí las escaleras corriendo esperando encontrarme a James en la biblioteca, leyendo alguno de esos libros de historia que no entenderé jamás.
Una vez arriba, me dirijo directo a la misma. No hay profesores a la vista, mucho menos alumnos. Todos están en clase.
Toco dos veces la puerta. No se abre.
Toco dos veces más. Veo pasar a algún directivo así que decido esconderme un poco. Lo último que quiero es que me pregunten qué hago aquí. Invento una mentira rápida.
James no abre la puerta. Ni siquiera sé si está allí.
Los directivos pasan muy cerca mío. Me oculto tras un mueble de al lado de la puerta de entrada de la biblioteca.
- No, en absoluto - dice una voz masculina -. No creo que sea posible. Hoy se ausentó. Nos contó que su mujer estaba embarazada, y tenía que ir al hospital de urgencia.
Qué acabo de oír.
- No se preocupe, señora Park, el profesor vendrá la semana que viene y hablará con su hijo de lo que sea que necesite - dice el hombre. Presto más atención a la voz femenina que sale del celular, pero son sólo palabras incoherentes.
- Urgente... Materia... Ayuda... - decía la mujer. Supongo que su hijo estaba en algún problema.
- Descuide - dice el directivo, intentando calmar a la señora de la llamada -, su hijo tiene a nuestro mejor profesor en historia que jamás ha pisado esta institución. Lo último que pasará...
Dejo de oír la conversación. De pronto el aire está contaminado y el suelo es inestable.
Una nube gris me invade y consume, sumergiéndome en un sueño extraño. Creo que no siento las piernas.
Escucho algunas voces, pocos gritos y siento una mano sacudiéndome.
Y el resto es infinidad.
La noche llega más temprano de lo previsto, y el suelo es el triple de frío de lo que pensaba. Escucho trompetas, flautas y violines. Escucho una, dos, tres, cuatro, cinco sinfónicas. Luego dejo de escuchar. Mi cuerpo flota por el colegio, como si fuese un ángel o algo así.
Repito la escena mil veces más.
Subo las escaleras, pero esta vez estoy flotando. Subo despacio, mientras los dedos de mis pies rozan los escalones, fríos por el invierno. No sé por qué estoy descalza.
En vez de avanzar, la puerta llega a mi. Mi puño derecho se levanta, sin que le exija que lo haga y golpea cuatro veces seguidas. Nadie. Nada.
James. Dónde estás James.
Un torbellino me envuelve hasta llevarme a la sala de hospital, donde está teniendo a su primer hijo. Andrés Elías, ¿eres tú? ¿No habías muerto, con mamá? James, esta no es tu familia, vete del hospital. Ve con la señora Park, que su hijo reprobará tu materia.
Papá, ¿qué haces aquí? No, no lo conozco. Bueno, sí, es mi profesor de historia. Y ciudadanía, sí. Ya lo sé, James. Digo... señor Wilson.
Vete de aquí.
Váyanse de aquí.
Qué hacen aquí.
Qué hago aquí.
Alexa.
Alexa
- Alexa...
Abro un ojo lentamente, luego el otro.
- Hola mi cielo, soy papá.
Papá me acaricia la cabeza con cuidado. Solo veo su silueta y la pureza misma. Todo es demasiado blanco, tanto que vuelvo a cerrar los ojos para que no me duelan.
- ¿Dónde mierda estoy? - pregunto.
- Cuida el vocabulario, hija. Estamos en el hospital. Me llamaron de la escuela porque te habías desmayado.
Abro los ojos nuevamente. ¿Me desmayé? Ya entiendo todo. No estaba loca.
- Bueno - digo levantándome de la cama en la que estaba -, ¿nos vamos?
- No aún - responde papá.
Me vuelvo a recostar. Recién caigo en la cuenta de que estaba con la bata que te dan en el hospital cuando te operan. ¿Me operaron?
- ¿Por qué tengo puesta esta cosa? - pregunto señalando la bata, o como se llame -. ¿A caso me operaron sin saberlo?
- No hija, no. Te la pusieron porque te hicieron bastantes chequeos, por si estás anémica o algo así.
Una doctora entra en la habitación. Tiene su bata blanca e impoluta, unos anteojos con su clásico marco negro y lo que parece ser un cuaderno con cientos de estudios anotados sobre mi organismo.
- Hola Alexandra, ¿te sientes bien? - asiento. Tengo miedo de que me coma la cabeza con preguntas sobre mi desmayo -. Parece ser que te desmayaste por una baja de presión, ¿estás estresada por algún examen?
Me incorporo en la cama hasta quedarme sentada. Me lo pienso dos veces antes de que me internen en un psiquiátrico o en un psicólogo, por lo de mamá.
- Puede ser, tal vez no medí la exigencia - respondo.
La doctora asiente con la cabeza mientras escribe a pura velocidad con un bolígrafo negro que parece sacado de alguna película.
- Por lo visto no estás anémica, ni celíaca ni nada. Mañana a la mañana si todo sale bien y si pasas la noche tranquila, podrás irte. Disculpa que sea tan tedioso, sólo quiero asegurarme de que estás completamente bien.
- No se preocupe, doctora - responde mi papá - todo sea para estar seguros.
Agradecemos y la doctora se retira, cerrando la puerta.
Mierda.
- Esto es terrible - digo. Viernes a la noche en un hospital -. Llamaré a Cristal.
Agarro el teléfono sin importar que papá esté al lado mío y marco su número.
No atiende.
- Mierda.
- ¡Alexa!
Me siento más cansada que de costumbre.
- Quiero dormir un poco - le digo.
Sólo quiero que las horas pasen rápido para salir de este lugar. Iba a ver a James, tal vez incluso saldría de fiesta.
Pero no.
Ni James saldrá conmigo, ni Cristal me llevará a la fiesta.
Papá asiente con la cabeza y se retira.
Mientras veo su silueta desaparecer por el marco de la puerta recuerdo algo: James está aquí. En el hospital. Con su esposa embarazada.
Y luego de eso, caigo en el más profundo de los sueños que jamás tuve.
N/A
Hola preciosuras! Cómo están?
Hoy les traigo un capítulo bastante impactante... Espero que les haya gustado!
Ya saben que con su voto, comentario y compartiendo la historia me ayudan mucho!
Les mando un beso enorme,
- Zoe
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Adultos
RomanceAlexa ama a los hombres. Ama que tengan más de 25 años. Que usen traje. Que tengan barba. Que tengan un gran empleo. Pero hay un hombre en particular en la vida de Alexandra... su profesor de historia, James. Y Alexandra nunca se ha enamorado. Y...