No pensaba.
En realidad, no había estado pensando. ¿Desde cuándo dejé de pensar en lo que me conviene, y empecé a actuar por impulsos? Jamás. No me reconozco.
Caminando para la dirección con Peyton Dallis, la chica que había comentado mi situación con Tomás, me pude acomodar en tiempo y espacio y reflexionar de ciertos aspectos de lo que había sucedido.
Creo firmemente que si Peyton no hubiese mencionado a Tomás no se me hubiese pasado por la mente golpearla, y mucho menos de la manera en la que lo hice. Sé que la golpeé porque estaba enojada, porque no respetó mi intimidad y se metió con cosas muy dolorosas de mi vida, cosas que aún me cuesta digerir.
De todas formas, no será fácil explicarle esta situación a los directivos. Terminaré suspendida por algunos días, haciendo tareas desde casa y perdiéndome explicaciones de los profesores. Lo peor que me puede pasar es no ver a mis amigos, porque a James lo puedo ver fuera de la escuela. Quiero que nuestra relación deje de ser algo de la escuela donde cualquiera nos puede ver porque luego pasan estas cosas. Quiero ser una persona normal con él, salir en serio.
- Esto es increíble - decía la profesora cada dos minutos - estas actitudes no provienen de ustedes dos, señoritas. Siempre alumnas tan buenas, tan aplicadas. Y ahora todo se ha perdido.
Me río un poco. A mi casi no me afecta la situación, es mi último año de colegio y ya lo estamos terminando. No tengo una beca universitaria porque pienso trabajar y luego estudiar algo que me guste, o unirme al equipo de natación nuevamente y dedicarme a competir. Mientras tanto, la reconocida Peyton Dallis, con un nivel académico ilustre para entrar a Harvard, ha insultado a una alumna. Todas sus becas pueden irse por la borda, y esto lo logró por haberme atacado.
Siempre mérito propio, señorita Dallis.
Llegamos a dirección y la profesora toca la puerta un par de veces. Luego de unos dos minutos esperando en total silencio, sale James de la habitación. Me mira disimuladamente y pide disculpas por la demora, retirándose.
- Pase - dice la directora desde adentro. Pasa primero Peyton, detrás suyo estoy yo y la profesora cierra la puerta. - ¡Qué ha pasado! - exclama.
- Pregúntele a las chicas, señora directora - responde la profesora. Peyton y yo nos acomodamos en los asientos de su escritorio. No me siento incómoda ni tengo miedo de lo que nos fueran a decir los directivos; si esto me hubiese pasado hace un año, ahora mismo estaría temblando de sólo imaginarme el castigo.
- Expliquen - exige la directora.
Peyton se acomoda el pelo y traga saliva. Está algo pálida, a pesar de que su nariz sigue hinchada por los golpes. También puedo ver moretones en su cara.
- Yo estaba sentada en mi lugar y Alexandra me atacó - dice, sin más.
Empiezo a reír. La directora me mira extrañada pero no puedo creerlo.
- Ya ya ya - digo - si vamos a contar las cosas, que sean verdad al menos.
- ¡Pero es la verdad! - espeta Peyton dando un salto. - ¡Ella se me lanzó!
No espero que la profesora me defienda en lo más mínimo.
- Ya sabemos que te golpeé - respondo - pero dí por qué.
- Claro, señorita Dallis - dice la directora - la gente no golpea a otras personas porque sí. Es algo que deberías saber a esta altura de tu vida.
- Hay muchos locos sueltos, directora - comenta la profesora. Le lanzo una mirada fulminante, llena de ira.
- Además de violenta, ahora soy una loca - digo, resignada.
Para mi suerte, alguien llama a la puerta. Pero la directora no hace caso y prosigue a preguntar estupideces.
- Alguien tocó la puerta - digo señalando detrás de mí. Como noto que nadie tiene ganas de fijarse quién está interesado en entrar, yo misma me incorporo y camino hasta la puerta.
- Señorita Stephen - dice la directora - ahora mismo no es momento.
Sin prestar atención a lo que decía, abro la puerta.
- ¿Mason?
- Buenos días - dice él, abriéndose paso por la dirección - quiero venir a hablar acerca de lo que ocurrió en la clase hace un rato.
- ¿Qué se supone que hace este alumno aquí, profesora? - pregunta la directora. Ni ella, ni Peyton, ni la profesora ni yo entendemos qué está pasando.
- Lamento interrumpir, pero me gustaría contar la verdad de las cosas.
- ¡Lo que nos faltaba, un testigo! - dice la profesora. Luego chasquea la lengua y se cruza de brazos, algo enfadada. ¿Qué tanto le molesta que Mason esté aquí? ¿Acaso es porque quería hacerme quedar mal?
- Acérquese - le dice la directora a mi amigo. Él toma una silla que se encontraba apartada de donde estábamos sentadas y se acerca.
Cierro la puerta de la dirección y vuelvo a mi lugar.
Mason empieza a contar parte por parte la situación, desde que volví a la clase hasta que la profesora nos trajo aquí. No mencionó lo de Tomás como una violación, simplemente dijo que "es un tema delicado" para mi, por lo que me dolería mucho que alguien comente de ello al respecto.
- Con todo respeto, directora - continúa - creo que no fue una buena reacción la que tuvo Alexandra, pero de todas formas me parece una falta de respeto lo que hizo Peyton, ya que invadió la intimidad de otra persona frente a toda una clase.
La directora está pensativa.
- Eso no justifica la terrible actitud que tomó la señorita Stephen frente esta situación - añade la profesora. - Me parece una falta muy grave. ¡Es una locura!
- Ya lo sabemos - dice Peyton.
Pongo los ojos en blanco y luego vuelvo a mirar a la directora.
- Está bien - dice - ya sé qué pasará con esta situación. Alexandra, tu comportamiento fue muy malo, claro que sí. Agredir físicamente a una compañera de clase no es propio de nadie, y mucho menos de ti.
Puedo ver de reojo cómo la profesora y Peyton sonríen. A veces pienso que pueden ser tía y sobrina o algo así, parecen estar de acuerdo con lo que dicen casi siempre.
- De todas formas - prosigue - serás suspendida sólo lo que queda de la semana. Al igual que tú, Peyton.
- ¡Pero ella merece un castigo peor! - grita Peyton.
La profesora y Peyton empiezan a casi escupirle en la cara a la directora.
Por otra parte, mi mente se desconecta de la situación y hace una fiesta.
Ya está todo mejor.
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Adultos
RomanceAlexa ama a los hombres. Ama que tengan más de 25 años. Que usen traje. Que tengan barba. Que tengan un gran empleo. Pero hay un hombre en particular en la vida de Alexandra... su profesor de historia, James. Y Alexandra nunca se ha enamorado. Y...