Las agujas del reloj iban tan lento que pensé que habría que cambiarle las pilas.
Otra vez más, sentada al fondo de la clase. Escuchando los monólogos de los profesores. Sintiendo que los minutos eran años.
Mi lapicera negra reposaba en mi mano derecha hacía unos cuantos minutos. Mi mano izquierda sostenía mi cabeza, que se caería en cualquier momento.
Comencé a observar.
Mason seguía usando su celular, y cada tanto se ponía a dibujar en su cuaderno. Tenía un talento increíble para eso. Cristal, por su parte, no dejaba de anotar lo que los profesores decían, pero jamás interrumpía. La mitad de la clase estaba dormida.
Agarré mi cuaderno para empezar a prestar atención acerca de la clase, pero sólo pude empezar a escribir un poema, o poesía, o como se diga. Jamás fui experta en este ámbito, pero algo salió.
Pétalo de rosa, cuídate
cuídate porque jamás lo hará.
Cuídate porque te necesito,
resplandeciente como tal.
Pétalo de rosa, quiérete
ámate así, audaz.
Ámate porque lo mereces,
y jamás lo supo valorar.
Pétalo de rosa, siéntete
pura y fresca, vital
Pura como ninguna,
linda y única, como tal.
Pétalo de rosa, eres tú
aquella brisa rescatada del mar.
Pétalo de rosa, florece
inigualable y particular.
Para cuando terminé mi primer poema, arranqué la hoja del cuaderno y la guardé en mi bolsillo. Sería una vergüenza que alguien más leyera eso.
Las ganas de ver a James aumentaban. Ya casi eran las cuatro, pero la ansiedad me estaba consumiendo.
Saqué un chicle de mi otro bolsillo y comencé a masticar. Uno, dos, tres. Uno, dos, tres. Uno, dos, tres. Uno, dos, tres. Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac.
Apenas sonó el timbre, salí despedida del salón, directamente a la biblioteca.
Los nervios me traen como loca. Siento un vacío en el estómago que no me deja tranquila. Cada paso que doy acercándome a la biblioteca, es un paso más grande. Los pasos se hacen eternos, el trayecto se hace eterno. A pesar de sentir los besos de James marcándome la piel tal y como si lo estuviese haciendo ahora mismo, no puedo dejar de pensar en la cantidad de metros que me faltan por caminar.
Una vez que llego frente a la pesada puerta de madera, toco dos veces. Mis golpes resuenan por el pasillo, y siento que han sido muy fuertes. Nadie abre, así que decido tocar, un poco más fuerte.
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Adultos
RomanceAlexa ama a los hombres. Ama que tengan más de 25 años. Que usen traje. Que tengan barba. Que tengan un gran empleo. Pero hay un hombre en particular en la vida de Alexandra... su profesor de historia, James. Y Alexandra nunca se ha enamorado. Y...