La luz del sol inundó la carpa.
Me desperté algo confusa, hasta que recordé dónde estaba. James ya estaba despierto, acariciándome el muslo.
- Buenos días, hermosa - susurró en voz baja, como evitando que los pájaros del bosque nos escucharan.
- Buenos días - respondí, con la voz ronca. Se me escapó una sonrisa, que le dediqué a primera hora de la mañana.
Anoche James y yo cenamos mirando la fogata, luego de que colgara la cadena que me había regalado sobre mi cuello. Comimos lo que había preparado, y nos fuimos a dormir tarde. Nos habíamos quedado mirando las estrellas, recordando que faltaba poco para que terminaran las clases, y sintiendo el verano cada vez más cerca.
Me había preguntado si quería ir a la playa con él, y le dije que sí. Planeamos varios viajes juntos. Pensamos en ir a la costa como primer viaje, luego visitar Centroamérica, y también pasar por Europa. James me dijo que tenía un departamento en Dubai, por si me interesaba conocer Asia.
Dormimos juntos, tapados por una manta bastante fresca. Me prestó una remera suya, y la usé toda la noche. Por la mañana, me sentía renovada.
Cuando me pude despertar un poco más, salí a ver cómo estaba todo. El sol era resplandeciente y no había nubes. Era un sábado cálido, típico de verano. Las copas de los árboles estaban intactas, sumergidas en un trance alocado. Sabía que habían pájaros, pero no alcanzaba a verlos.
James se acercó por detrás y rodeó mi cintura con sus manos.
- Ya deberíamos irnos - dijo, besando mi cuello.
Nos quedamos unos minutos en medio del bosque, besándonos y sintiendo el tacto suave de nuestras pieles casi desnudas. Cuando vimos que era hora, acomodamos todo y lo guardamos en el auto.
Bajando de la colina, hablamos de la fiesta de fin de curso.
- ¿Estás invitado el viernes? - pregunté, enviándole un mensaje a Carola, para que supiera que estaba yendo a casa.
- Todos los profesores lo están - respondió.
El trayecto esta vez lo sentí más corto, tanto que, en un abrir y cerrar de ojos, me estaba despidiendo de él.
- Nos vemos el lunes, linda - dijo acariciando mi cuello, y pasando sus dedos entre la cadenita.
- Gracias por la maravillosa sorpresa - respondí y luego de darle un beso, me fui caminando la cuadra que me faltaba a casa.
Cuando entré vi a Moa, quien me recibió alegremente. Movía su cola de un lado a otro, irradiando alegría. Como no vi a Carola por ningún lado, llamé a Cristal para sacar a pasear a la perra con ella.
Llegó a casa en diez minutos, y nos fuimos caminando hasta el parque de la zona.
- ¿Cómo te fue con James anoche? ¿A dónde fueron a comer? - preguntó mientras andábamos.
- Increíble - respondí - Me llevó a acampar. Cenamos sándwiches que había preparado, y recordó cuáles eran mis favoritos.
Paseamos por la plaza hasta que encontramos un banquito cómodo para sentarnos a charlar. Por su parte, Moa estaba fascinada por salir a pasear. Observaba a los niños y los pájaros, y su curiosidad la mantenía inquieta, tanto que tuve que levantarla del suelo y apoyarla en el banco, entre Cristal y yo.
- Ahora los detalles - dijo Cris, antes de que pudiera preguntar nada.
Estuve un largo rato para contarle todo, desde que me subí al auto de James hasta que me dejó en casa, cuando dormimos juntos y el momento en que me dio el regalo. Ella escuchó con atención cada palabra.
- De todas formas no le quise decir que iba a estar sola en casa un fin de semana completo - comenté - Prefiero que lo sepa cuando tenga que saberlo, y no antes.
Cristal asintió con la cabeza.
- Es lógico, Alexa - respondió - Además, será la primera vez que lo invitarás, ¿no es así?
- Sí, por eso estoy más nerviosa.
Ambas nos quedamos mirando el infinito. El sol brillaba con más intensidad en verano, pero ningún rayo nos tocaba la piel, ya que estábamos debajo de un árbol. Los niños pequeños correteaban por el parque, las mujeres mayores se sentaban a darle de comer a las palomas y los pájaros cantaban de igual manera que lo hacían en la mañana, o incluso mejor.
Cris y yo pasamos la tarde juntas. Carola preguntó dónde estaba, por lo que respondí su mensaje diciendo que más tarde iría a casa con mi amiga, quien se quedaría a dormir.
No hablé con James por el resto del día. Ana se quedó a cenar en casa, y junto con papá, Carola y Cristal, los cinco comimos pizza. Nos reímos bastante, e incluso puedo decir que fue un día muy bueno. Nadie preguntó dónde había pasado la noche, lo que me dejó tranquila.
Para las once de la noche, Cristal y yo nos pintábamos las uñas cuando la llamada de James interrumpió el momento.
- ¿Cómo va? - pregunté por el teléfono mientras le daba otra capa de esmalte a la uña de mi dedo meñique.
- Todo bien, hermosa - dijo - Quería saber si mañana tendrías el día libre, podemos ir a pasear, ¿te parece?
Medito unos segundos mi respuesta, pero contesto afirmativamente a su invitación.
- Mañana nos vemos, beso - dije, despidiéndome.
- Besos linda, buenas noches.
- Buenas noches.
Corté la llamada y continué pintándome las uñas.
- ¿Mañana se verán? - preguntó Cris, en medio del silencio.
- Sí, me había dicho de vernos el lunes pero se ve que cambió de idea.
Cristal estaba callada, mirando cómo seguía pasando el esmalte por mi uña. El silencio me resultaba hasta incómodo, por lo que decidí hablar.
- ¿Pasa algo que estás tan callada? - pregunté preocupada.
Ella se levantó de la cama y clavó su mirada en la mía.
- No puedo, Alexa - dijo.
No tenía idea de lo que estaba pasando.
- ¿Qué pasó, Cris? - pregunté.
Ella comenzó a agarrarse la cabeza, y a gruñir. En ese preciso instante, me di cuenta de que estaba entrando en pánico.
Dejé el esmalte a un costado y me acerqué. Le saqué las manos de la cara, la cual se había vuelto roja y estaba por llorar.
- ¿Qué te tiene tan mal, Cristal? - pregunté nuevamente. La llevé a que se sentara en la cama. Su respiración era agitada, su cara estaba hinchada y había comenzado a llorar.
- No estoy lista para terminar la secundaria y empezar la universidad.
Luego de decir eso, lloró durante varios minutos. La abracé lo más fuerte que pude, me quedé callada y dejé que reposara en mi pecho un largo rato. Cuando se recuperó, le di pañuelos para que se limpiara y me contó que no podía creer lo rápido que había pasado el año, tanto que ya estaría entrando a estudiar medicina.
Ella estaba triste, y creo que agobiada. Decidí poner una película para despejar un poco su mente de las responsabilidades.
Al menos, ella sabía qué iba a estudiar. Era la oveja que se había separado del rebaño, y estaba volviendo a su lugar.
En cambio, yo era la oveja negra.
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Adultos
RomanceAlexa ama a los hombres. Ama que tengan más de 25 años. Que usen traje. Que tengan barba. Que tengan un gran empleo. Pero hay un hombre en particular en la vida de Alexandra... su profesor de historia, James. Y Alexandra nunca se ha enamorado. Y...