Capitulo 21

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No.

No podía estar pasando.

No podía estar allí, suelto. 

Tomás no me miraba. Estaba caminando con una chica, y él pasaba su brazo por los hombros de la muchacha. Parecían felices. Tomás se veía tranquilo y contento, como si nada hubiese pasado.

- ¿Qué pasó, Alexandra?- preguntó mamá preocupada - ¿Por qué miras tanto?

Estaba intentando poner azúcar a su té, abriendo un sobre. Nos encontrábamos sentadas fuera del restaurante, merendando. Y por la calle, pasó él.

- Tomás estaba ahí - respondí. Todavía no había podido tocar la comida.

Ella abrió sus ojos como platos. Dejó el sobre de azúcar en la mesa y se dio media vuelta.

- ¿Dónde? - gritó, empezando a levantarse. Las personas de las otras mesas nos miraban, extrañadas.

Le expliqué que ya se había ido, seguramente se había subido a un auto o algo así. No quería que lo fuera a buscar, pero era demasiado tarde. 

Se levantó rápidamente de la mesa, abandonando todo. Dejó la comida en su plato, el té enfriándose, y el sobre de azúcar a medio abrir. También me dejó a mi, y tuve que seguirla para no perderla. Empezaba a caminar rápido, como si Tomás se estuviese escapando. Daba zancadas, intentando alcanzarlo.

Cuando pudo verlo de espaldas, lo frenó tirando de su remera. Gritaba e intentaba golpearlo. 

Tomás había soltado a la chica con la que estaba, y ambos miraban a mi madre, preguntando en voz alta cuál era su problema. Ella daba palmadas en el pecho de Tomás, intentando destruir su cuerpo y alma. Golpeaba con furia, con tristeza, con pena. 

Él intentaba frenar a mamá, y me miraba aún más confundido. La chica estaba helada, no podía reaccionar a lo que estaba sucediendo. Yo no quería meterme en la situación, no tenía fuerzas para hacerlo.

Entre gritos y golpes, un policía intervino. Intentaba frenar a mamá, quien había empezado a golpear a Tomás con sus puños cerrados. Lo golpeaba en el torso y los brazos. Él quería agarrarla, pero no podía lograrlo. 

El policía se cansó de decirle a mamá que dejara de agredir a Tomás, y la sostuvo de ambos brazos. Ella se derribó, sollozando. 

Corrí a abrazarla apenas pude. Estaba destruída. Sus puños estaban rojos y su cara reflejaba tristeza inmensa. No dejaba de llorar y de lamentarse de la noche terrible que pasé. 

La escena se había congelado en nosotras dos, abrazándonos en medio de la calle. La rodeaba con sus brazos, mientras ella lloraba. Jamás la vi tan triste, tan dolida. Sentía la impotencia en su corazón, y parecía que no se percataba de lo que estaba sucediendo. No notaba que yo estaba allí, y mucho menos que había personas que pasaban al lado nuestro.

Nos quedamos allí, durante un tiempo incalculable, hechizadas en un momento. 

Fuimos a casa y me encerré en mi habitación a llorar. Había sido un día muy cargado de sentimientos tristes, y esperaba que acabara pronto. Dormí poco, pero cuando desperté ya estaba oscureciendo.

Más tarde, mamá salió de su habitación para pedirme disculpas por la terrible situación que mi hizo pasar. Papá llegó a casa corriendo al enterarse de lo sucedido. Y Carola había estado un rato conmigo, viendo una película y haciendo pochoclos, aunque sabía que no me gustaban. 

Por parte de mis amigas, Cristal había llamado preguntando por qué mamá estaba en el noticiero. Ashley y Leslie me mandaron un mensaje preguntando cómo había pasado anoche.

Pero nada de eso involucraba a James. Supongo que mi mente buscaba escapatoria de todas las cosas tristes que habían estado sucediendo, y de la poca contención que sentía. 

Me ocupé en no dejar de pensar en qué había pasado desde que lo conocí. ¿Él sabía que sentía atracción hacia su persona? ¿Sabía que había estado intentando acercarme a él desde comienzo de clases? ¿Fue real el beso, o fue simplemente un gesto de excitación? Sí, suena patético decir eso, pero era la verdad. Tal vez había sido el momento que ameritaba un beso, sin más. 

Intentaba despejar mi cabeza pensando en cuál sería su segundo nombre. Esa "M" en sus firmas me traía loca de curiosidad, y buscaba los mejores nombres que quedaran con su apellido. Tal vez fuese Michael, o Milton. 

 Y si así fuera, me daría risa que fuese tan básico su nombre. Sería como el nombre de alguna revista de moda, de esas que venden en la Gran Ciudad que cuestan como cincuenta dólares, y su nombre es estúpido. Revistas que sólo las compran los grandes millonarios, que sólo veían la portada, no su valor. Revistas que en pocos días, se irían a la basura. 

Pero fuera de la ciudad, siempre decíamos que era insensato comprar una revista tan costosa, y sólo por ver su portada. Pero había gente, como Tomás, que compraba esa revista.

Gente como Tomás, que me compró a mí, la revista. Vio mi portada. Pagó por mi, me utilizó como quiso, y luego me desechó, como si fuese basura. 

Tal y como hizo él, pensé... ¿Lo habría hecho James?

¿Acaso soy la revista de James?








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