Capitulo 19

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Cinco tragos, dos cervezas y Tomás.

Le pondría ese nombre a esta noche, sería un gran título.

Tomás me invitó algo así como cinco tragos y una cerveza. Ambos estamos conscientes, pero  perdimos la vergüenza. Bailamos en la pista, allí donde cualquiera te confunde y eres invisible a los ojos de la persona que tienes a tu lado. Bailamos como si nos conociéramos de toda la vida, como si la vergüenza fuese un mito escrito en un libro sagrado. Bailamos como si la ropa fuera una molestia, y ambos sabíamos que lo era.

- ¡Tengo que ir al baño! - grito en medio del baile. No sé si me llega a escuchar, por lo que decido empezar a caminar fuera del círculo de baile.  

- Te acompaño - dice él. Pasamos por la barra y veo que deja su botella de cerveza vacía sobre la misma y camina con su mano derecha sobre mi cintura.

Freno para dejar la botella en el piso a un costado, sin ganas de buscar un lugar donde tirarla. No busco a Leslie o a Ashley, ya que estoy segura de que deben estar dando vueltas por alguna parte.

Llego al baño y está casi vacío. Solo escucho a una chica hablando por teléfono casi a gritos desde un cubículo. Me extraña todavía sentir la mano de Tomás en mi cintura, hasta que me doy cuenta que está dentro del baño conmigo.

- ¿Qué haces aquí? - le pregunto riendo, yendo al lavabo para refrescarme la cara.

Él habla a mis espaldas, pero lo puedo ver por el espejo.

- Nada, te acompaño - dice y me sujeta la cintura con ambas manos, acercando su cuerpo al mío. Siento algo allí abajo, pero solo me río por su comentario estúpido.

Me deshago de la posición para alcanzar un papel para secarme las manos. Luego de usarlo, lo tiro en un tacho.

Me volteo y veo que la puerta del baño está cerrada. Me apoyo en el mueble del lavabo y empiezo a examinar. Es bastante grande este baño. Incluso podría decir que tiene unos cien inodoros. Y unos quince lavabos. Qué estupidez, mínimo deberían de haber cincuenta lavabos para tantos inodoros. Probablemente esté exagerando, solo deben ser setenta inodoros, o incluso sesenta y cinco y estoy loca.

- ¿Qué pasa, Alexandra? - pregunta Tomás agarrando mi cintura, manteniendo su cuerpo a pocos centímetros del mío.

Yo simplemente miro sus ojos y levanto los hombros. Él me mira y sonríe un poco.

- Estás tan... hermosa - dice acariciando mi mejilla.

De repente me agarra la cintura y me aprieta contra sí mismo mientras me besa. No puedo reaccionar. Me está besando. Solo cierro los ojos y pongo mis manos alrededor de su cuello.

Tomás me sigue besando. Ahora me agarra del trasero con sus grandes manos y me deja sobre el lavabo. 

Nos besamos sin parar. Él está desesperado, parece como si quisiera hacerlo desde hace rato. Sus manos agarran mi espalda y me atrae a su cuerpo cada vez más. Mis piernas rodean su torso y mis brazos su cuello. Estamos totalmente pegados. No paramos de besarnos. Se siente cálido y apasionante a la vez, como si ninguno quisiera despegarse del otro pero sintiendo que es necesario.

Tomás pasa sus manos por mi cintura y luego a mis senos y los empieza a tocar. Intento despegarme para pedirle que se detenga, que no quiero llegar a esto. Son solo besos, no quiero nada más con él.

- Tomás...- digo apartándome. Él me sigue besando, esta vez el cuello. - Tomás...

- Shhh - me dice rápidamente para seguir con la sesión de besos. Sigue acariciando mis senos, pero esta vez empieza a ejercer fuerza.

Intento apartarme. Me arrepiento de haberle dado mi número de teléfono. La chica que estaba en el baño no se oye, o al menos yo no la oigo.

La música suena fuerte como siempre. 

Tomás me lame el cuello, y empieza a bajar. Baja de a poco. Sus manos ya dejaron de acariciarme, para apretarme el cuerpo con algo de presión. 

- Tomás - digo intentando apartarlo. Es muy fuerte. - Tomás, no quiero.

Él entiende mis palabras.

- Tú - dice.

Levanta la mirada. Estaba a la altura de mi ombligo, mirándome con las manos en mi cintura. Sus ojos emanaban un sentimiento que no parecía ni cerca de pasión o amor.  

- Tú te quedas aquí, y me importa un huevo si quieres o no - dice.

Me sujeta bruscamente del brazo. Empiezo a gritar. Me zarandea y me acerca a un cubículo del baño. Me mete allí a empujones mientras no dejo de gritar. Tengo tanto miedo que siento que en cualquier momento me voy a paralizar.

Grito más y más fuerte. Tomás entra rápidamente al cubículo y cierra la puerta, trabándola.

Él me tapa la boca, estoy sentada en la tapa del inodoro. Yo no dejo de gritar y él me sigue intentando callar. Con su otra mano toma mi brazo izquierdo y me levanta para hacer que me siente correctamente. Lo hago a tirones, sin dejar de gritar por la desesperación.

Alguien me tiene que escuchar. Él es demasiado fuerte, empiezo a patear la puerta y los costados del cubículo. Tengo miedo de hacer algo que lo enfade más, no quiero que me pegue. Es muy fuerte y me puede pegar de tal manera que me puede dejar tiesa en el piso, inconsciente.

En un momento, agarra mi short y lo desabrocha. Intento sacar su mano de allí, pero no puedo. Sus manos son el doble de las mías. Empieza a tocarme tan fuerte que me duele. Siento que me lastimará muchísimo. Ya empecé a llorar. Con la otra mano puedo ver como empieza a desabrocharse el pantalón.
Tengo muchísimo miedo. Necesito salir de aquí. No quiero que me siga tocando, me está hiriendo. No puedo controlar el llanto. ¿Qué hice para merecer esto?

Lamento todo. Lamento haber salido, sólo para decir que no estaba presa de James. Estoy encerrada en un cubículo, y los segundos pasan como horas. Mis gritos se pierden en la música de fiesta.

La paradoja de la tristeza, encerrada en un cubículo, dentro de la alegría. 

Tomás me toca más y más fuerte allá abajo, y está por quitarme mi ropa interior. Ya está terminando de bajar mi ropa interior y sus pantalones. Siento que mete sus dedos dentro de mi. Sigo gritando y moviéndome para intentar que no lo haga. La presión que ejerce es muy grande.

No saldré de aquí. Él me destrozará, me cambiará la vida.

Tomás me va a violar.

Y ahí me doy cuenta.

Y muerdo su mano.










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