Capitulo 58

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No sé qué pensar. 

Es la primera vez en mucho tiempo que no entiendo qué hago sentada en la mesa con mi familia y una señora desconocida que dice ser la pareja de mi papá. Con la cara cubierta de maquillaje y un peinado ridículo. 

Carola es la primera en hablar. Yo no puedo emitir sonido. Entré en una clase de estado de shock.

- Oh... - dice - Me parece muy bonito. 

Ana no deja de acariciar la mano de papá y sonreír. Siento que en un punto se siente orgullosa de salir con papá. Nos mira a las dos a los ojos, pero yo decido bajar la vista a la comida. 

- ¿Cómo se conocieron, entonces? - pregunta Car, para romper el clima de tensión. Empieza a comer de nuevo y la sigo, por lo que papá y Ana sueltan sus manos para agarrar sus cubiertos. Levanto la cabeza para presenciar todo

- Bueno, ¿le quieres contar tú? - dice papá, mirando a Ana. Ella asiente con la cabeza. 

- Su padre y yo hemos sido amigos de la universidad un largo tiempo - explica -. Nos conocemos desde hace años, pero la vida nos separó y cada uno tuvo a su familia y a su pareja. 

¿O sea que esta mujer también tiene hijos? No lo creo.

- Es cierto que, desde que me enteré lo que pasó con su madre, me preocupé por su padre - continúa. 

Jamás vi a papá mirar a un pollo con tanta felicidad, como lo hace ahora. Por mi parte, intento examinar el más mínimo detalle del plato para evitar preguntas. No me interesa saber nada con Ana.

- Y luego de tantos años, quedamos en vernos. Por mi parte, me separé de mi marido y mi hija vive conmigo. 

¿Y a qué viene todo esto? Lo único que quiero es terminar mi cena e irme a la cama. Jamás me imaginé que tuviera que pensar cuánto tiempo tarda en finalizar una noche conociendo a la nueva pareja de tu papá viudo. 

- Ella ya sabía que estamos saliendo, por lo que le propuse a su padre esta cena. Estoy muy feliz de conocerlas - termina. 

- Me alegro mucho por ustedes - digo, sin pensarlo dos veces -, pero, si me disculpan... - empiezo a levantarme de la mesa lo más rápido que puedo - me tengo que ir. 

Ana y Carola me miran extrañadas. 

- Dijimos que hoy no ibas a salir, Alexandra - replica papá -. Estamos cenando.

- No, cariño - dice Ana - deja que ella haga lo que tiene que hacer.

Su voz aguda me hace enfadar un poco. Carola me tira del vestido, como en señal para sentarme. 

- Me siento mal - digo -, disculpen. 

Salgo del comedor lo más rápido posible. A cada paso que doy, lamento haber tomado la decisión de levantarme de la mesa, pero creo que era necesario. 

No sé si estoy llena o si aún tengo hambre. Los tacones resuenan en el silencio de la casa. No escucho a nadie emitir palabra. En vez de eso, escucho lentamente unos sollozos que provienen de mi interior. 

¿Sollozos? ¿Por qué se supone que estoy llorando? 

Llego hasta mi baño y me encierro en él. Me siento en el suelo, intentando apartarme de todo mal, cubriéndome la cara. Me avergüenza verme en mi propia mente. Un mar de lágrimas recorre mi cara, haciendo que mi maquillaje se arruine. 

Un maquillaje y una cena arruinada por mi culpa.

Escucho que alguien abre la puerta. 

- ¿Qué quieres? - digo sin poder respirar bien. Me siento ahogada en mis propios pensamientos, como si quisiera pasar por encima el hecho de que mi papá sale con alguien más que no es mamá. 

- ¿Necesitas quedarte sola? - me pregunta Carola, agachándose hasta donde estoy sentada. Sollozo varias veces más. Ella toma mi mano y se sienta a mi lado. 

No sé qué estará pasando allí abajo, donde Ana y papá están comiendo. Seguramente papá esté enfadado conmigo, por mi mala conducta frente a su nueva pareja. Era impensado que mi reacción ante la noticia sería así. 

Por su parte, Ana debe estar rogando poder irse. No me imagino el sentimiento de culpa que esa mujer debe estar pasando. Con el simple hecho de saber que hizo llorar a alguien, aunque fuese de manera indirecta, me da a entender que está aún más triste que yo. 

No sé cuántos minutos pasaron desde que Carola llegó al baño, pero estoy segura de que fueron bastantes. Para este momento, estoy más relajada. Ya he llorado lo suficiente. 

Carola ve que me intento levantar y ella lo hace primero para poder ayudarme. Los zapatos me complican un poco, pero para el segundo intento ya estoy de pie. 

- Lávate la cara, así podemos bajar - propone Car. 

Niego con la cabeza, algo triste. No quiero bajar, por lo que me voy a sacar el maquillaje y darme una ducha. Ella se retira del baño y la escucho ir hasta el comedor. De igual manera intento percibir alguna voz, pero estoy lo suficientemente lejos para hacerlo. 

Me saco todo el maquillaje de la cara frente al espejo. Las lágrimas hicieron que mi máscara de pestañas se esparciera por mis pómulos, por lo que parezco salida de una película. Mi labial también está arruinado. 

Limpio todo rastro de producto. Saco todo lo que puedo, a pesar de que la cara me quede algo brillante. De hecho, intento borrar mis lágrimas de mi cara. Ya se han consumido, pero las sigo sintiendo dentro mío, como si en vez de irse, se ocultaran. Borro cada recorrido que hicieron, desde mis ojos, pasando por mis mejillas, hasta llegar a mi mentón. Froto bastante mi piel, rechazando el recuerdo de esta noche. 

Cuando veo que termino, me preparo para ducharme. 

Siento que tardo una eternidad. El agua no deja de correr por mi cuerpo, como si de una carrera se tratase. Meto mi cara debajo del agua, para poder borrarme. Para borrar, eliminar, suspender cada momento de esta cena, como si no hubiese ocurrido. Como si el agua limpiara mi conciencia, mis errores y mi comportamiento. Como si se tratara de salir de la ducha siendo una nueva persona, diferente. 

Como si se tratara de amanecer y ver a mamá y papá juntos, desayunando en el comedor. Contando anécdotas divertidas de su juventud. Cocinando los domingos de verano, en los cuales papá bailaba y mamá cantaba. Recordando épocas donde, aunque no todo estuviera bien, ellos seguían estando juntos. Seguían siendo la pareja de cuento de hadas que me hizo creer en el amor verdadero. 

Y así como en los cuentos, en la vida real también existe el "hasta que la muerte los separe". 

Y la muerte fue tan cruel, que los separó. 

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