Guelto
Era Abril.
Durante la primera semana de clases -en un curso que no sabían por qué llevaban-, el profesor de Antropología les comunicó que la siguiente clase harían un viaje a un pueblo que estaba alejado de la capital, para hacer una caminata y observar el tipo de contexto de vida que se tenía allá. Así como la reacción de personas en lugares alejados ante los Metahumanos.
Ahora, se encontraban sentados en el bus que los llevaba a ese lugar. Un lugar llamado Matucana.
-Oye, Nash -dijo Guelto-. ¿Recuerdas nuestra salida a Gamarra?
- ¿Te refieres a cuando salimos a hacer el primer trabajo de antropología a ese lugar en el que molestamos a Libz diciéndole que era la reina de Gamarra? -Nash sonreía mientras lo decía-. Claro que me acuerdo.
- ¿Te enteraste de lo que pasó en el carro en el que regresamos?
-Espera, ¿pasó algo? Ahora que recuerdo, me quedé dormido.
-Verás...
Jearel se levantó del asiento trasero. Miró con cierta incomodidad a Guelto y este se calló. Quiso contarle a Nash lo que había ocurrido esa tarde, pero no pudo. La persona con quien se había producido la situación acababa de interrumpirlos.
-Nash, ¿podemos hablar un segundo? -preguntó Jearel.
-Claro -le respondió-, pero Guelto me iba a decir algo, si me das un par de minutos voy contigo.
-No puedo esperar, tiene que ser ahora -musitó, un tanto enérgica.
-Ok -Nash se levantó y se sentó al lado de Jearel. Guelto no pudo escuchar bien de lo que hablaban, pero sintió que era importante.
Durante el trayecto a Matucana, mucho de sus compañeros -a los cuales ya conocía del ciclo pasado- se levantaban y se acercaban a los asientos de otros. Cantaban canciones a voz en cuello y reían como una salida cualquiera. Guelto se sentía muy agradecido de tener amigos así. En especial a esos seis a los que había aprendido a querer como a una familia. La verdad él nunca pensó encontrarlos, jamás consideró que los amaría tanto. De pronto, se levantó en medio del pequeño pasillo que dejaban los asientos del bus y comenzó a bailar con una compañera. Todos reían.
-Antes no eras así, Guelto -le había dicho Noa un año atrás.
-Es cierto -confirmó Delant.
-Cambiaste porque Delant te dijo que fueras más suelto, pero lo llevaste al extremo. Ahora eres un figureti.
«En realidad no me volví así. Pasa que siempre fui así, en mi interior»
El bus se detuvo delante de una casa muy vieja. Desde el exterior se veía pequeña. El techo era de madera.
-Bien -anunció el profesor de Antropología-, bajen y reúnanse en la plaza que está allá delante. Agrúpense con sus equipos. Ya saben que tienen que subir hasta llegar a la catarata por el camino indicado. Si alguno de su grupo no llega, todos sus integrantes serán reprobados. Por último, cuidado con el abismo.
Guelto y sus amigos se juntaron cerca de una banca de la plaza. El profesor les indicó que todo su equipo debía de llegar a la cima sin usar sus habilidades metahumanas y eso fue todo. Comenzó a caminar, sin prestar atención a si lo seguían o no.
- ¿Se supone que tenemos que seguirlo? -preguntó Libz.
-Sí -le contestó Nash-, por eso vinimos aquí. Ahora, levántate, reina de Gamarra y avancemos.
- ¡Qué cosa! -gritó Libz- ¡Te voy a matar Nash!
-Es una broma, una broma -gritó Nash, escapando de su amiga.
Guelto comenzó a caminar y sus amigos venían tras de él. Pronto el profesor desapareció.
-Chicos -dijo Guelto-, esperen. El profesor no está.
- ¿De qué hablas? -Jearel caminó hacia donde estaba y se paró a su lado.
-El profesor estaba ahí delante, pero ya no. Solo desapareció.
Entre la maleza que había a su derecha le pareció ver hermoso zorro; un instante después, ya no estaba. Decidió ignorar lo que acaba de pasar y se giró para ver a sus amigos.
- ¿Qué hacemos ahora? -les preguntó.
-Sigamos avanzando -dijo Neo-. Se supone que debemos de llegar a la catarata de la cima. Quizá obtengamos alguna respuesta ahí.
- ¿Alguien más vio al zorro que estaba por allá? -señaló Libz.
- ¿Cuál zorro? -preguntó Delant.
-Un par de metros hacia allá. Por los arbustos, había un zorro.
-Yo lo vi -aseguró Guelto-. ¿Crees que tenga que ver con lo que pasa?
- ¿Algo de lo que nos ha ocurrido ha resultado ser casualidad? -argumentó Libz.
Y eso fue todo. Dejaron de hablar y continuaron caminando. Varios de sus compañeros habían seguido avanzando, haciendo caso omiso a lo que pasaba. Siguieron subiendo, evitando el gran abismo que tenían a su izquierda. Guelto no podía dejar de pensar en el zorro que había visto hacía solo unos minutos.
-Guelto, párate ahí, con el perro que nos ha seguido. Te tomaré una foto –le dijo Nash con el celular de Delant en la mano.
-Está bien.
-Dixan -continuó Nash-, ahora es tu turno.
Las fotos duraron un rato. Todo estaba normal hasta que escucharon el grito. Por alguna razón, Stefbel, una amiga del salón había gritado. El abismo había producido un eco tan fuerte que nadie pudo no escucharlo.
Libz, que se había sentado en una roca para tomar un ligero descanso, se levantó presurosa y corrió tras sus amigos, por el pequeño camino remarcado que había en la montaña por la cual subían. Cuando llegaron a la cima, frente a Guelto se alzaba una catarata bellísima. Brotaba desde una abertura en una gran roca, muchos metros por encima de todos. A solo unos cuantos pasos de la catarata, varios de sus compañeros rodeaban el cuerpo de Stefbel que permanecía inmóvil ante la angustia de todos.
- ¿Qué pasó? -preguntó Guelto al llegar a la carrera.
-Había algo en esa cueva de allá arriba -señaló Gacela, otra de sus compañeras de salón, que estaba con la cara pálida-, cerca de la catarata. Al vernos llegar voló y se perdió en el cielo.
-Tenía alas -agregó Lucero, una joven del tamaño de Jearel, de piel canela y cabello rubio. Muy delgada-. Parecía... no sé, un ave, aunque no del todo.
- ¿Algo? -repitió Delant-. ¿Te refieres a algo como un ave, pero no del todo? Ok, eso no tiene lógica para mí.
Un par de segundos después llevaron a Stefbel hacia una roca, cerca de la catarata, donde la apoyaron. Gacela colocó unos paños de agua fría sobre su frente.
A cientos de kilómetros de allí, en Academia, el Rector miraba un tablero de ajedrez sobre su mesa.
-Hoy aparecerá la tercera -susurró, sorbiendo el vino de una copa.
-Parece un ángel -escuchó Guelto. Lucero miraba directamente al sol. Una gran ave descendía directamente hacia ella. Sus plumas eran plateadas. Su pico tenía manchas rojas recientes, al igual que sus patas. El pelo de su cabeza era de un color marrón... Guelto corrió y se lanzó sobre su amiga. La criatura le arañó la espalda, rasgando su polo. La sangre brotó. Aquello no era un ángel, era un monstruo.
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Laztrasti: Academia | Libro 2
AdventureEl mundo cambió. Ya nunca más volverá a ser el mismo; y mientras que pensaban que las cosas ya no podían ir mal, todo empeoró cien veces más. Wolf debe de encontrar las reliquias perdidas, hacerle frente a una profecía y salvar a su primo en el proc...