28. Dame tus ojos

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Bryan


«Dame tus ojos, quiero ver. Dame tus palabras, quiero hablar. Dame tu parecer. Dame tus pies, yo quiero ir. Dame tus deseos para sentir. Dame tu parecer»


Gerniel no lo sabía, pero este iba a ser un día difícil.

-H-Hola primo -Bryan lo saludaba desde el exterior de la Iglesia.

-Hola Bryan, ¿cómo estás?

-B-Bien. Gracias. ¿Vamos?

Solo se encontraban los dos. Los demás del grupo ya habían bajado.

- ¿Cómo vas de tu vista? -preguntó Gerniel gentilmente.

-B-Bien, aunque según dijo el médico me quedaré totalmente ciego en unos meses o días, no se sabe. El tratamiento que estoy recibiendo no es cien por ciento efectivo.

-Lamento haber preguntado.

-N-No. No te sientas mal. La verdad no me importa quedarme ciego. Todo es parte del plan de Dios y sé que a pesar de todo él puede usarme para mostrarle a otras personas su amor. Después de todo, si esta es su voluntad, que así sea.

Bryan apenas podía ver la gran puerta marrón que se alzaba delante de él. Minutos atrás, Gerniel le había comentado que los jóvenes habían decidido salir a hacer una visita al Acilo de ancianos que existía en Shangrila. La puerta se abrió con un chirrido y una voz familiar dijo:

-Hola Bryan. Pasa. Los demás ya estamos adentro.

- ¿Aicerf?

-Sí. Soy yo. Ven conmigo. Te llevaré a un lugar para que te sientas cómodo.

Aicerf llevó a Bryan hasta un sillón cuyo color era rojo. Una vez que se sentó, notó que había alguien a su izquierda.

-Hola -saludó Bryan sonriendo.

La persona a su lado no contestó, o eso le pareció, por toda respuesta solo soltó un gruñido, se levantó y se fue.

- ¿Cómo la estás pasando, primo? -La voz que acababa de hablarle le resultaba muy familiar.

- ¡Baed! -exclamó con júbilo- Muy bien, gracias. Justo quería hablar contigo, primo.

- ¿Qué pasó?

-Creo que soy un metahumano.

Baed se sorprendió y miró con sumo interés a su primo.

- ¿Por qué crees eso? ¿Acaso pasó algo?

-De-Desde hace unas semanas vengo experimentado una serie de sucesos -explicó Bryan notando como alguien se paraba al lado de su primo-. Em-Empezó cuando fui al hospital a hacerme un chequeo. Estaba con mi madre en la sala de espera, junto con otras personas, muchas de ellas con enfermedades intra-tratables. Algunos ciegos, otros con miopía, glaucoma o diferentes enfer-fermedades, pero estaban tan avanzadas que no podían hacer nada, solo recibir tra-tratamientos para mejorar sus vidas. Fue mientras que caminaba hacia los baños que pasó. Mi madre me acompañó hasta la puerta y entonces, en el pasillo de los lavaderos me topé con un joven, supuse que tenía mi edad.

- ¿Te toca tu tratamiento? -me preguntó.

-Sí -le contesté.

-Me llamo... -decía mientras me tendía la mano. Estiré la mía y al tocarlo un aura verde nos rodeó, creo que era de ese color. Sentí como una corriente de energía fluía a través de mí. Com-Comprendí que era la energía vital de ese joven y entonces me desmayé.

Laztrasti: Academia | Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora