60. Las Puertas de Alejandría

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Libz Feat. Neo


Ella y el resto de sus amigos estaban parados frente a las rejas de Academia. No tenían sus reliquias, pero eso no impediría que trataran de detener los planes del Rector. Ninguno de ellos se había comunicado con algún mensaje en sus celulares, pero en cuanto vieron a Comunes enfrentarse a Metahumanos supieron de inmediato que debían dirigirse a Academia.

-Chicos, lo siento mucho -Jearel estaba con la mirada clavada en suelo, mientras que las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

-Lo sabemos, Jearel -le contestó Nash con una sonrisa.

-Sí -añadió Neo, acomodándose los lentes-. Sabemos que las cosas que hiciste fueron por proteger a tu familia.

-Trató de rompernos -meditó Delant mirando más allá de las rejas-, pero no pudo hacerlo. Ahora detengámoslo.

-Yo me ocupo de las rejas -Guelto avanzó con paso decidido, convirtiéndose en el jaguar que llevaba en su interior, sujetó con sus garras las rejas y tiró de ellas. Estas se rompieron y dejaron el camino libre.

Todos entraron.

Los pasillos y todos los edificios parecían estar vacíos, pero Libz sabía que era probable que solo fuera una fachada. Entonces, el piso comenzó a temblar y suspendido en el aire, sobre una placa circular redonda, el Rector, descendía hasta quedarse a la mitad de la altura del gran edificio a sus espaldas.

- ¡SEAN BIENVENIDOS! -les gritó sonriendo de oreja a oreja, mientras resonaba en los parlantes.

Los cinco edificios comenzaron a meterse bajo tierra. En solo unos segundos ya no quedaba a la vista ninguno. El centro del campus comenzó a abrirse como lo haría una pizza al ser partida. Todas las divisiones desaparecieron con un zumbido. El Rector descendió de su plataforma y se quedó parado frente el gran abismo que quedaba entre él y los jóvenes. Antes de que dijera algo, Libz notó, antes que cualquiera, que de la profundidad se elevaba algo... algo enorme.

- ¿Qué es eso? -susurró.

-Esas -el Rector sonreía- son Las Puerta de Alejandría o, mejor dicho, Las Puertas de la Gran Biblioteca de Alejandría y en su interior está lo que me pertenece.

Las enormes puertas se elevaron hacia la superficie rápidamente. Las placas de piso volvieron a acomodarse.

Las puertas tenían inscripciones en diferentes idiomas, algunos no conocidos por la humanidad. Medían cerca de nueve metros de altura, estaban hechas de marfil blanco y las antorchas se abrían a ambos lados, dejando en medio una escalera. Libz había pensado que una enorme biblioteca también aparecería, pero no fue así, solo estaban las puertas.

- ¿Los siete están reunidos en ese lugar? -dijo el Rector tocando su oído-. No importa. Yo me hago cargo desde aquí.

El Rector volvió a tocar su oído:

-Vengan aquí. Ha llegado la hora.

Dos plataformas descendieron del cielo. En cada una de ellas había un joven. Uno era claramente mayor que el otro, las plataformas se alejaron y se alinearon a cada lado de las columnas.

-Joar, Xander, activen las puertas -ordenó el Rector.

Una luz cegadora apareció delante de Neo y sus amigos. Cuando lograron ver, se toparon con que eran los amigos de Noa. Se habían teletransportado justo frente a ellos desde algún lugar.

Los dos jóvenes se vieron durante un instante, como si tuvieran una conversación silenciosa. Tocaron las columnas y las escrituras en ellas se iluminaron con un fuerte resplandor. De las rendijas que había a los bordes de la puerta, brotaron fragmentos de luz tan intensos que lograban iluminar el campus, ahora vacío.

Contenedores transparentes llenos de agua comenzaron a brotar del suelo, cientos de ellos, emitiendo un ligero brillo que dejaba ver a una persona dentro de cada uno.

- ¡Joar! ¡Xander! ¡Qué están haciendo! -gritó una chica de cabello blanco, pero ellos la ignoraron.

Las capsulas comenzaron a abrirse una tras otra, de cada una de ellas salía una persona, con sus ojos emitiendo un brillo carmesí.

Neo no supo de dónde es que veían esos jóvenes, ni por qué es que sus ojos brillaban así, pero sí sabía algo: «Van a tratar de matarnos» Y eso fue lo que pasó. Los que salieron de las capsulas comenzaron a correr hacia ellos. Venían de todo el campus como si de una horda zombie se tratase.

- ¡Protéjanse! -gritó Neo.

Las habilidades metahumanas se hicieron presentes. Llamas de fuego, explosiones, hielo, nieve, rocas, agua y todas las que puedan llegar a imaginarse.

-Probando, probando -comenzó a escuchar Neo en los altavoces de Academia-. Bien, mientras que se esfuerzan en detener a los metahumanos que creé en la noche de la explosión del Acelerador les explicaré algunos mínimos detalles.

- ¡NO NOS INTERESA! -le gritó Libz.

-Oh, pero debería, mi pequeña Libz. Después de todo, los poderes que tú y tus amigos poseen son debido a mí. El que lograran liberar a Noa del Flujo de Velocidad, es debido a que les envié aquella laptops con los usb. De no ser por mí, no estarían donde se encuentran.

Una ola de color blanco brotó desde el centro del campus y alejó a todos los metahumanos controlados por el Rector. Neo se sorprendió al darse cuenta que ninguno de sus amigos, ni tampoco los chicos de la Iglesia habían sido afectados. Entonces, parado en medio de ellos, lo vio: Noa miraba al Rector con una ira clara.

-Ya basta, Tosant -dijo Noa-. Si vas a luchar deja de enviar a tus peones y hazlo tú.

-Así que lograste averiguar mi nombre.

-Fue antes de que le hicieras lo que sea que le hiciste a Ervin.

-Oh, ya veo, pero déjame decirte algo... -sonrió claramente gozoso-. Yo le ordené a Ervin que les dijera mi nombre. Después de todo, ¿qué importancia tiene? Es solo un nombre.

-Los nombres tienen poder -observó Neo, mientras que todas las miradas se dirigían a él.

-Bien dicho, Neo -le dijo Noa, sonriendo-. Por cierto, es bueno volver a verte, verlos a todos. Tú debes ser Nash. No hemos hablado, pero creo que no hace falta que me digas más, me alegra saber que protegiste a mi primo, a mis amigos, y que ya hayas recuperado tu memoria.

Neo no comprendió al principio, después se dio cuenta de lo que hablaban, Nash, recordaba todo y por eso preguntó:

- ¿Desde cuándo?

-Desde que nos quitó las reliquias, hace ya una semana.

- ¿Y por qué no me lo dijiste? -exigió saber Wolf- ¡Vivimos juntos! ¡Somos primos!

-Preferí que no supieran nada de Tierra Astral.

- ¿Me estás diciendo que vienes de Otra Tierra? -preguntó Wolf.

-Sí -Nash se sentía algo emocionado-. Allí somos más que simples humanos... nosotros somos quienes lo protegen... somos Pa...

Dejó de hablar, y Neo entendió por qué en cuanto vio lo que Nash miraba. Wolf comenzaba a caer lentamente hacia el suelo. Algo rojo brotaba de su pecho, algo líquido y tibio. Su sangre. Detrás de él estaba el Rector, con una sonrisa enfermiza y sus ojos brillando de satisfacción.

- ¡AHORA! -gritó.

De pronto las reliquias descendieron del cielo y se colocaron sobre las puertas, mientras que una luz llegaba a donde estaba Wolf, que ya se encontraba en el suelo, con ligeros espasmos. Un aura blanca lo rodeó y esta fue adsorbida por la luz, mezclándose con las reliquias.

El dolor que sintió en el pecho era mayor de lo que jamás había imaginado.

Percibió un destello de luz cegador.

Seguido de negrura.

Y Wolf dejó de existir.

Laztrasti: Academia | Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora