25. Envíame | Parco

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Mabel


«Envíame, a donde quieras que vaya iré. No callaré toda esa gracia que pude ver. Yo llevaré las bellas palabras que encontré, y desde mi casa testigo seré, de tu amor y poder. Envíame»


Lo último que Mabel recordaba era ver un terreno llano en el lugar en donde había estado el colegio.

Los alumnos habían logrado ser evacuados a tiempo; cuando el joven que atacó a Baed recuperó la conciencia dijo que no recordaba lo que había pasado, pero que sí era verdad que unos representantes de Academia les ofrecieron mejoras para el pueblo de Parco.

Pasaron dos días desde ese incidente y ahora iban a la Iglesia de Jauja. Era el último día que tenían antes de regresar a Lima. Las últimas dos noches fueron algo alocadas, sin embargo, y a pesar de todo, Mabel se sentía dichosa de poder estar en aquel viaje misionero. La noche siguiente al incidente, Noa había tenido una situación de búsqueda con el hermano de uno de los jóvenes que los venía a visitar: Prácticamente le había dicho que se fuera y aunque esa no había sido su intención, no fue excusa para que Gerniel no se burlara de él durante lo que quedaba del viaje. Luego, al día siguiente, en la mañana: Baed, Gerniel y Noa se habían visto envueltos en una apuesta contra una señora de unos cincuenta años, que los retó a una carrera de ida y vuelta en la piscina -obviamente no aceptaron, o bueno, eso fue al principio porque la señora cometió el error de llamar miedoso a Baed-, para cuando se dieron cuenta, Baed estaba nadando de regreso y la señora apenas iba a mitad de camino. Cuando los tres amigos se dieron cuenta, la hermana Elizabeth los miraba con una sonrisa cómplice desde la bajada de su casa. Por la tarde habían subido a varios miles de metros de altura para llevar donaciones a un pueblo. Visitaron la laguna de Paca, y por la noche dieron un teatro de arte negro frente a los jóvenes de la Iglesia de Jauja, que era a donde iban de nuevo.

-Luego del culto nos iremos, ¿cierto? -preguntó Mana, desde el fondo del auto.

-Sí -Aicerf se arreglaba el cabello.

- ¿Y lograron encontrar al niño? -preguntó la hermana Elizabeth, preocupada, a Noa y Gerniel. Ambos se miraron y el primero contestó:

-No. No dimos con él. Fuimos a su casa, pero no salió nadie.

-Ya aparecerá. No te preocupes.

-Eso espero, hermana.

El culto terminó y comenzaron a despedirse de los hermanos que acababan de conocer, del pastor de la Iglesia, hasta que un resplandor rojo llenó todo el templo.

Venía del exterior.

Frente al templo. En una pequeña plaza que tenían dentro de la Iglesia, suspendido en el aire, un escarabajo hecho de fuego ardía en el centro. Las llamas que emanaban de el lo rodeaban por completo. El calor iba en aumento.

- ¿Qué es eso? -preguntó Baed, tomando la mano de Deys.

-Parece un escarabajo -Noa veía como las llamaradas se hacían más grandes, más amenazadoras.

Gerniel no parecía asustado.

- ¡Si no hacemos algo la Iglesia entera quedará hechas cenizas! -gritó Nimzaj. El cabello de Aicerf se tiñó de Blanco y la ráfaga de nieve comenzó a brotar de sus manos, sin embargo, las llamas no se apagaron.

Mabel solo podía observar. Algo en las llamas le resultaba cautivador, atrayente. De pronto, Gerniel camino hacia el escarabajo. Las llamas lo tocaban, pero parecían no hacerle daño, así como tampoco quemar su ropa. Las llamaradas, giraban en torno a él, como serpientes, a cada paso que daba. Cuando estuvo parado justo debajo, las llamas crecieron y formaron una pared redonda que cubrió por completo a Gerniel, pero que desapareció al cabo de un instante. Ahora solo el escarabajo flotaba sobre su cabeza. Se deformó y cayó como agua sobre él.

«Fuego líquido» pensó Mabel.

El fuego entró dentro del cuerpo de Gerniel y durante un instante, las venas de sus brazos y rostro adquirieron un brillo dorado que resaltó sobre su piel. Cuando abrió sus ojos estos brillaban con un resplandor inexplicable. Entonces, Gerniel comenzó a caer contra el pavimento.

Mabel, en un acto reflejo, corrió a toda prisa y cayó junto con él al suelo. Colocó su cabeza en sus rodillas para que no se lastimara. En unos cuantos segundos sus amigos llegaron tras ella. Solo ellos. Desde los pasadizos que llevaban a los salones, los hermanos adultos miraban con cierto miedo a los jóvenes que estaban en el centro. Mabel giró la vista hacia ellos, buscando que alguien los pudiese ayudar. Sintió que en realidad no era miedo, sino desprecio. La miraban a ella y a sus amigos como monstruos, como algo que no debería existir.

Era 23 de Diciembre.

Mañana sería el cumpleaños de Gerniel.

Laztrasti: Academia | Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora