20. Odio el sol

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Libz

Libz se sentía aterrada.

Ayar Cachi volaba acompañado de cientos de copias de él mismo. Todos los jóvenes miraban aterrados a las criaturas que sobrevolaban sus cabezas, era cuestión de tiempo para que los atacaran.

-Chicos -murmuró Neo-, tenemos que irnos de aquí.

- ¿Y cómo hacemos eso sin que nos maten? -le preguntó Guelto sin dejar de ver hacia arriba.

-La única manera en que saldremos de aquí vivos -resolvió Jearel-, es si encontramos la reliquia.

- ¿Alguna idea de dónde empezar a buscar? -preguntó Nash, dando un paso atrás. Unas cuantas criaturas perdieron el ritmo de vuelo y luego volvieron a la bandada.

-No te muevas -advirtió Wolf-. En cuanto alguno de nosotros se mueva, Ayar Cachi y sus copias nos atacarán.

-Deberíamos revisar la cueva de donde salió -susurró Libz.

Todos se giraron a verla. Esa había sido una buena idea.

- ¿Estás loca? Esa es una mala idea -soltó Guelto-. Si vamos a su cueva le será más fácil... -dio un suspiro en señal de rendición- Para qué hablo si igual lo vamos a hacer. Haber, ¿cuál es el plan?

-Tenemos que evitar que las copias entren a la cueva tras nosotros -dijo Libz-, después, acabaremos con Ayar Cachi.

-Un plan simple -susurró Neo.

-Con un millón de cosas que pueden salir mal -agregó Nash.

- ¿Se te ocurre alguno mejor? -le cuestionó Libz, mirándolo con ira.

Los hombres pájaros se estaban inquietando.

- ¡Chicos! -gritó Wolf dando un paso- ¡Necesitamos de su ayuda! -Sus compañeros giraron la vista hacia él- Tenemos que evitar que las copias de Ayar Cachi -el original que estaba sentado sobre la roca cercana a la catarata movió la cabeza en dirección a Wolf- entren a la cueva. Creemos que hay una reliquia adentro, si es así podremos derrotarlo e irnos de aquí. ¿Entendido?

Todos asintieron. En el momento en el que empezaron a moverse el caos se desató. Libz corría al lado de Nash y Jearel hacia la cueva que, por cierto, estaba a unos tres metros por arriba de ellos.

-Quédense quietos -les ordenó Libz, extendiendo los brazos. Una corriente de aire los envolvió como un torbellino y los elevó hasta dejarlos justo en la entrada de la cueva que se extendía de manera lateral.

- ¡Nosotros nos quedaremos aquí! -les gritó Guelto desde algún lado.

- ¡Ayudaremos a los demás a contener a las copias! -gritó Wolf electrocutando a unos cuantos - ¡Ustedes consigan la reliquia lo más rápido que puedan!

Dicho eso, los tres corrieron hacia el interior de la cueva. Unos cuantos metros adelante había una bajada muy empinada, pero para cuando ellos se dieron cuenta, caían sin control. Aunque era una situación de vida o muerte, Libz no pudo evitar sentir cierta alegría. Caía por una caverna que le recordaba vagamente a una resbaladilla, al lado de sus amigos. De repente, oyó a Nash reírse y decir:

- ¡Esto es divertido!

- ¡Sí que lo es! -añadió Jearel, sin poder evitar reírse.

Unos segundos más tarde el duro y frío suelo de una caverna les daba la bienvenida con un golpe seco.

-Auch -soltó Nash.

-Eso dolió -se quejó Jearel-. Casi me deja cuadraplejirijilla.

Se encontraban en una caverna tan alta que se perdía en la oscuridad y tan ancha que no llegaban a ver su final, pero a unos quince metros por delante de ellos había una roca, para ser más exactos, era una roca rectangular de medio metro con arte rupestre y antorchas sobre ella.

Laztrasti: Academia | Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora