27. Nadie me dijo

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Mary


«Hace ya tanto tiempo que te escuche. Una linda promesa, me hizo creer que todo sería sabor a miel. Nadie me dijo de la espera. Larga espera, para ver esa promesa»


O sea, las clases en Academia no eran las mejores, al menos desde el punto de vista de Mary. Sí, tenían la mejor enseñanza en cuanto a la mejora de habilidades metahumanas, pero cuando era sobre las carreras universitarias, pues como que eran un poquito deficientes, sin embargo, eso no le importaba en este momento. Ella y Ángela estaban ocultas en la Oficina de Seguridad de Academia. Invisibles. Ervin, un amigo de la Iglesia que trabaja allí, hablaba con el Rector, que acababa de entrar. Si se preguntan cómo es que habían llegado a ese punto, pues, ahí va.

Había sido una tarde normal, ambas amigas estaban en clases cuando vieron pasar a Ervin por el pasillo.

-Profesor –dijo Mary levantándose de repente-, disculpe, no me siento bien. Iré a la enfermería. Ángela, por favor acompáñame.

- ¿Ah? –su amiga se acomodó los lentes y la miro sospechosamente.

- ¡Vamos! –insistió Mary, tirando de ella.

Corrieron hacia las escaleras. No había nadie fuera de los salones.

- ¿Me puedes decir qué te pasa? –Ángela estaba molesta.

-Era Ervin –dijo Mary, por toda explicación-. Acaso no te acuerdas de lo que hablamos hace unos días.

-La verdad es que no –contestó Angela, siguiendo a Mary por las escaleras-. Hablamos de muchas cosas.

Mary se detuvo justo antes de terminar la escalera. Escuchó unas voces provenientes a solo unos metros de ellas.

-Estoy al tanto de lo que ha ocurrido –Ervin se escuchaba molesto-. A mí y al Rector no nos importa cómo lo solucionarán solo háganlo y no dejen cabos sueltos.

-Sí señor –contestó una voz masculina. Luego, pasos alejarse.

-Esos tontos –escuchó Mary-, sino solucionan esto en breve mi cabeza acabará en una estaca.

Ervin caminó hacia las escaleras por las que acababa de bajar, no había nadie. Subió rápidamente hasta llegar a una puerta ploma. La había visto cientos de veces. Aunque ese no era su centro de trabajo, bajaba regularmente ahí: Oficina de Seguridad. La puerta se elevó, desapareciendo dentro de la pared. Una vez adentro de la vacía oficina, Ervin se dejó caer sobre una de las sillas. Las luces bajas iluminaban tenuemente los teclados. La voz provino de la nada detrás de él, haciendo que se asustara y que casi, cayera de su silla.

- ¿Qué se supone que haces aquí? –Mary estaba parada delante de la puerta junto con Ángela, que parecía cansada.

-Podría preguntarles exactamente lo mismo –dijo Ervin, evitando la pregunta.

-No trates de voltear esto, Ervin –Mary estaba molesta-. No creía que los rumores sobre ti fueran ciertos, pero aquí estás, ¿en serio pensaste que no nos enteraríamos nunca?

-En realidad –Ervin se levantó de su silla lentamente, sonriendo-, eso estaba dentro del plan. Nunca traté de ocultarme. Es solo que decidí que se enteraran hoy. Las puertas de sus salones siempre están cerradas, sin embargo, da la casualidad que la del salón de ustedes dos estaba abierta en el preciso momento en el que pasé.

Mary se quedó pasmada. No lo había pensado, pero tenía razón. Los profesores siempre mantenían las puertas cerradas, y el suyo no lo hizo, ni siquiera protestó de ninguna manera ante su pedido. Cayó en la cuenta de que esto era una trampa.

-Pero la emergencia que tenías era real –Ángela caminó cerca de uno de los monitores-, allí está.

La pantalla mostraba al grupo de seguridad usando sus habilidades para mantener bajo control a un metahumano. Poco a poco era rodeado por un aura rojiza, como si fuese a explotar.

-Es una bomba nuclear –dijo Ángela.

- ¿Cómo lo sabes? –Ervin parecía sorprendido.

-Porque conozco a ese chico. Es un compañero de clase. Tenemos que ayudarlo.

Ervin se lanzó sobre Ángela, pero esta desapareció un par de segundos antes. Luego, un intenso dolor recorrió todo su cuerpo. Eran como clavos ardientes perforando su piel.

-Vuelve a intentar algo como eso y duplicaré el dolor –le amenazó Mary. Ángela apareció al lado de su amiga.

- ¿Cómo hiciste eso? –Ervin hacía el esfuerzo por levantarse.

-Puedo volverme invisible –contestó Ángela- A veces inmaterial.

-Y supongo que la del dolor eres tú, ¿no Mary?

Mary sonrió, satisfecha.

Un walkie-talkie emitió un pitido sobre la mesa. La voz de uno de los guardias habló y dijo:

-Está bajo control, señor. Procederemos a eliminarlo.

Ervin se paró y tomó el walkie-talkie.

-Procedan –confirmó.

- ¿Cómo es posible que hagas esto, Ervin? –le recriminó Mary.

-Si valoran sus vidas, escóndanse –le contestó Ervin caminando hacia la puerta, ignorándolas.

Ángela se acercó a Mary y la tomó de la mano. Ambas se desvanecieron en el aire. Cuando la puerta se elevó, afuera de ella estaba el Rector. Caminó hacia el interior con paso resuelto.

- ¿Y bien? –preguntó.

-Solucionamos el problema, señor. Mis hombres se encargaron de ponerlo en contención.

-Bien hecho, Ervin. Ahora, termina de hacer el papeleo y sube a mi oficina –el Rector se giró para irse.

-Señor –susurró Ervin, el miedo era claro-. ¿Puedo hacerle una pregunta?

Silencio. Ervin continuó.

- ¿Por qué bajó hasta aquí a verificar la situación? Usted no hace nada al azar, así que me surgió esa duda.

-Empiezas a pensar demasiado, Ervin, sin embargo, creo que conoces la respuesta a eso.

La puerta se cerró dejando a los tres adentro. Ángela dejó de usar su habilidad.

-Él lo sabe –dijo Ángela.

- ¿De qué hablas? –le preguntó Mary.

-Sabe que estamos aquí adentro, ¿no es así, Ervin?

-Lo siento chicas. No me malentiendan, esto es lo mejor. Al menos así no estarán muertas.

El agua entró con tal violencia que las envolvió rápidamente. Mary notó como la expresión de Ervin se volvía sombría; poco a poco comenzó a olvidar, para cuando despertó, estaba echada sobre su cama sin recordar cómo es que había llegado ahí. Lo único que tenía era un sentimiento intenso de pérdida. Sentía que había olvidado algo, algo importante.

Laztrasti: Academia | Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora