61. Pensándolo bien, pensé mal

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Gerart Feat. Noa and Baed

Gerart no entendió cómo fue que el Rector llegó tan rápido y sin que nadie lo notara a donde se encontraban. Además de que tampoco lograba procesar lo que acababa de pasar. El Rector le había atravesado el pecho a Wolf por alguna razón, y un aura había brotado de su cuerpo hasta mezclarse con las reliquias que se encontraban frente a la puerta que dos de sus amigos habían logrado transportar a su mundo.

Las puertas comenzaron a abrirse lentamente, dejando ver la inmensa luz que se encontraba en su interior.

- ¿Por qué creen que los dejé vivir hasta este momento? -preguntó el Rector, que ahora se encontraba de pie en las escaleras que daban a la puerta.

Nadie le contestó. Solo Gerart le prestaba interés, entonces, continuó:

-Porque necesitaba de ambos grupos. Es aquí donde ustedes jugarán el papel que preparé. Así que, esfuércense, si aún siguen vivos cuando salga, resolveré las dudas que aún les quedan.

Se giró y entró, con las puertas cerrándose tras él.

De las columnas de marfil comenzó a brotar cierta niebla gris que se fue arremolinando en frente del grupo. Una criatura comenzó a cobrar forma. Una fuerza primaria, antigua, oscura. El suelo del mundo entero, se cubrió con una capa que parecía piel, como una membrana de carne de algo que no era humano. El ser tenía las piernas cubiertas con armaduras oscuras y usaba botas de hierro del tamaño de un ataúd. Su carne era puro músculo morado, al igual que el suelo, y su falda blindada estaba hecha de miles de huesos retorcidos y ennegrecidos entrelazados como eslabones y sujetos por un cinturón de monstruosos brazos entretejidos. En la superficie de su coraza aparecían y sumergían rostros tenebrosos de gigantes, cíclopes, gorgonas y dragones, todos apretándose contra la armadura como si trataran de escapar. Sus musculosos y relucientes brazos estaban descubiertos y sus manos eran igual de grandes como palas de excavadora. En su cabeza relucía un yelmo de roca y metal retorcidos sin ninguna forma concreta; solo pinchos puntiagudos y palpitantes charcos de magma. Toda su cara era un remolino; una espiral de oscuridad que giraba hacia adentro.

-Oigan... -susurró Gerart- ¡Oigan! -gritó.

Todos dejaron de ver el cuerpo inerte de Wolf y se giraron a ver qué ocurría.

Nash recuperó el habla.

-Tártaro.

El guerrero soltó un sonido como el de una montaña partiéndose por la mitad: una risa o un rugido, Gerart no estaba seguro.

«Esta es solo una pequeña manifestación de mi poder» dijo el dios del Foso «mi deber es acabar con cada uno de ustedes»

- ¡Sepárense! -gritó Gerart, tirando de Aicerf.

Tártaro movió su mano y una onda de choque se liberó hacia donde estaban los jóvenes.

Todos se abrieron para dejar pasar el ataque del dios.

-Tenemos que derrotarlo -dijo Neo de manera obvia, en solo un par de minutos, Gerart había aprendido los nombres de los otros jóvenes-. Nash, dinos cómo hacerlo.

Nash estaba fuera de sí. No lograba concentrarse.

- ¡Nash! -le gritó Libz- ¡Reacciona! ¡Sé que es difícil, pero Wolf hubiese querido que detuviésemos al Rector antes que nada! ¡Así que deja tu dolor un momento y ayúdanos!

-No... No podemos -contestó Nash finalmente-. No se puede detener a un dios primordial.

Todos se quedaron callados.

Tártaro se quedó de pie, era como si los observara a pesar de no tener ojos.

- ¡No nos quedaremos sin hacer nada! -exclamó Guelto- ¡Vamos a luchar!

La membrana de la que ahora estaba hecha el suelo se sacudió. De repente, brotaron como serpientes, diferentes ramificaciones que sujetaron a todos para ir cubriéndolos. Excepto a Baed, que luchaba con todas sus fuerzas, para evitar se atrapado.

El cuerpo de Noa no le respondía. Tenía los ojos cerrados. Se sentía fuera de sí. Su primo, una de las personas más leales que había conocido yacía en el suelo, muerto. Todo por culpa del Rector. Todo por el retorcido plan que tenía.

«Porque necesitaba de ambos grupos... es aquí donde jugarán el papel que preparé» recordó Noa, «Si aún siguen vivos...»

- ¡Eso es! -Noa abrió los ojos de golpe- ¡Tenemos una oportunidad!

El agua blanca explotó y lo liberó de la membrana. Corrió hacia sus amigos sin prestarle atención al Primordial tras de sí que seguía sus movimientos.

Tártaro materializó una lanza que apuntó al cielo y arrojó, despejando las nubes de aquella noche. Noa no se había percatado, de lo que hizo, pero Baed sí. La lanza comenzó a descender aún con mayor fuerza con la que había sido lanzada.

«Ve, pequeño atlas»

Entonces, cuando ya estaba cerca de impactarse, y mientras que Noa se giraba para morir, Baed se iluminó. Con la gladius que llevaba en su mano izquierda detuvo la lanza, con chispas cayendo a su alrededor y la presión de aire liberándose hacia todos lados. La ropa de Baed comenzó a cambiar, ahora llevaba puesta una armadura espartana con un escudo enorme.

Baed dio un paso atrás y con una fuerza mucho mayor a la de la lanza, la impulsó de vuelta hacia Tártaro. El dios no se movió, cuando la lanza entró en su rango de alcance, el vacío que era su rostro la absorbió sin problemas.

-Podemos detenerlo, Noa -dijo Baed, muy serio-. Creo que ya descubriste cómo. Lo mantendré ocupado, encárgate de informales el plan a los demás.

Y cargó contra el dios.

Noa se quedó ayudando a sus amigos, una vez que los liberó a todos, los reunió y dijo:

-Podemos detener a Tártaro.

Baed esquivó un ataque de espada.

- ¿Cómo? -preguntó Nash, escéptico.

Tártaro soltó un rugido al no atrapar a Baed.

-La profecía hablaba de algo más: «Los aliados separados, juntos por el tiempo» Creo que nosotros somos sus aliados, más específicamente, aquellos que lograron conectar con los entes espirituales de sus reliquias.

- ¿De qué hablas? -le preguntó Gerart, sin comprender.

Baed salió despedido por los aires y se impactó contra la membrana que era el suelo.

-Cada vez que obtenían una reliquia... -explicó Noa.

-Un ser espiritual se conectaba con ustedes -terminó de decir Guelto-. ¡Son nuestros aliados!

-No, no lo son -susurró Nash-. Es muy fácil.

Gerart lo escuchó, pero no dijo nada.

-Sin embargo, ¿quiénes son los que conectaron?

Gerniel tomó la palabra:

-Baed, Mabel, Faen y yo.

-Yo también -dijo Brig.

-Y yo -agregó Noa.

El dios que se había entretenido con Baed, se giró hacia los jóvenes: «¿Y bien? Alguno de ustedes, mortales, ¿me desafiará?»

-No es tan fácil -susurró Nash.

-Lo averiguaremos en la marcha -soltó Neo.

Y todos corrieron contra el Primordial.

Aicerf y Mabel ayudaron a Baed a ponerse en pie.

Todos comenzaron a lanzar ataques, pero no parecía que le hicieran daño. Con un estallido, Tártaro mandó a volar a la mayoría de los jóvenes, que rodaron por el suelo sin control. Por alguna razón, parecía que solo los ataques de los amigos de Noa daban resultado y Gerart lo notó. Entendió a qué se refería Nash con lo que dijo.

-Nosotros no somos sus aliados -sentenció.

Laztrasti: Academia | Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora