42. Se me fue

8 0 0
                                    

Delant


Delant había salido de su última clase del día.

Todo había marchado muy bien hasta que dos de sus compañeros se le acercaron para decirle algo sobre que sus recuerdos estaban mal, que debía de usar su poder metahumano para recordar.

-No tengo un poder -susurró Delant caminando por un pasillo.

-Claro que lo tienes -le dijo alguien a su espalda-. Eres súper buena.

-No es gracioso, Jearel -Ambas amigas se sonrieron-. Tú controlas las tormentas. Por esa razón estamos en clases distintas.

-Eso no tiene nada de malo. Además, no escogí ser una metahumana.

-Lo siento. No quise decir...

-No te preocupes. Lo sé. Ahora vamos a la biblioteca.

Caminaron hacia el fondo del primer piso y se cruzaron con Libz. Una chica con la que ninguna de las dos había cruzado palabra nunca. Al llegar al umbral de la puerta de la biblioteca, ambas amigas se detuvieron y miraron de regreso hacia el pasillo por el que acababan de venir. A lo lejos, Libz las miraba, sosteniendo unos libros en sus brazos.

-Esa chica es rara -le dijo Jearel.

-No diría rara -le contestó Delant entrando-. Es más bien, solitaria. No creo que tenga amigos.

Jearel la siguió. Caminaron entre las estanterías y tomaron los libros que iban a necesitar. Se sentaron en unas mesas habilitadas para hacer trabajos y desde allí, Delant comenzó a notar cosas raras.

-Ese animal de allá afuera... -susurró Delant- ¿Es un cuervo?

- ¿Cuál? -le preguntó Jearel sin dejar de ojear un libro.

-Olvídalo. Ya no está.

Solo un par de segundos más tarde, entraron dos personas más a la biblioteca. Delant los miró detenidamente porque por alguna razón, sus rostros le resultaron familiares. Una sensación de nostalgia la invadió por completo. Luego, pudo notar que Libz estaba caminando por los estantes, tomando un libro. Ahora, un chico de piel canela entraba, usaba lentes y se veía algo fornido.

- ¿Lo conoces? -le preguntó Jearel, viendo al chico que acaba de entrar.

-No -dijo Delant rápidamente-. Aunque sí creo conocer a ese par que viene para aquí.

Nash y Wolf entraron a toda prisa por la puerta y esta... se cerró lentamente. Caminaron directamente hacia la mesa donde estaban las chicas y...

-Genial, Jearel también está aquí -dijo Nash, presuroso.

- ¿Quién eres y cómo sabes mi nombre? -Jearel estaba intrigada.

-No hay tiempo para eso -Wolf se sentó al lado de Jearel, y Nash al lado de Delant-. Mira, sé que es raro todo lo que te digo, pero es la verdad.

-Delant, ¿de qué hablan estos dos? -una pequeña chispa saltó del hombro de Jearel.

Un segundo después, ocurrieron varias cosas a la vez:

Libz se acercó a ellos, desde los libreros.

-Oigan, me dijeron que una de ustedes tomó el libro de mitología nórdica...

Los dos chicos que habían entrado primero, también caminaron hacia donde estaban reunidos y el de piel canela, con una sonrisa en el rostro, se les acercó preguntando tontamente:

- ¿Hay una fiesta aquí o qué?

Y en ese preciso momento todo se torció.

Unos relámpagos, provenientes de Dios sabe dónde, resonaron en la biblioteca. Las otras personas que también estaban ahí, desaparecieron sin dejar rastro, al igual que la puerta por la que habían entrado.

- ¿Qué acaba de pasar? -preguntó Delant.

Las luces se apagaron y encendieron de golpe.

-Es una reliquia -dijo Nash, poniéndose de pie.

-Pero la de quién -dijo Wolf, mirando de un lado a otro-. Neo, Dixan, miren si hay alguna otra salida en el área de recepción.

Ambos lo miraron extrañados.

- ¿Quién eres? -preguntó Neo; y Delant sintió un escalofrío. Algo en su voz la hizo sentir triste. Como si faltara algo.

-Miren, nos hemos quedado encerrados aquí, y si no hacemos algo, el guardián...

«Splash, splash, splash»

Eran pasos desde algún lugar. Algo se estaba acercando a ellos desde los libreros.

-Sepárense -susurró Wolf. Todos siguieron la orden de inmediato. Neo corrió con Delant hacia una de las mesas, pero se dio con la sorpresa de que todos habían hecho lo mismo.

-Les dije que se separaran -soltó Wolf.

-Lo sentimos -dijo el chico de piel canela.

-Hola, soy Neo.

-Lo sé -contestó Delant, que por alguna razón se sentía abochornada al percatarse de que le hablaba-. Escuché tu nombre de ese chico. ¿Qué está pasando?

-No lo sé, pero parece que ellos sí -dijo mirando de reojo atrás-. Deberíamos hacerles caso.

-Como si no fuese suficiente sentirme así... Ahora esto.

- ¿Qué quieres decir? -Neo la miró con cierto interés.

-Lo siento. Son tonterías.

-No creo que lo sean, si te afectan como lo hacen.

Delant lo miró a los ojos y por un instante...

-Algunos días me despierto llorando sin saber por qué...

-Eso me pasa de vez en cuando -agregó Neo.

Se miraron fijamente y Libz continuó:

-Y lo que sea que haya estado soñando, nunca lo recuerdo, pero...

Wolf continuó, diciendo:

-Pero lo único que queda cuando despierto, es un sentimiento de pérdida, que perdura durante mucho tiempo.

-Siempre estoy buscando algo, o a alguien -Nash miró a Libz, con añoranza.

-Ese sentimiento me consume... -dijo Dixan al lado de Jearel- desde ese día.

-El día en que vimos la estrella -Jearel se sentó bajo la mesa y los vio a cada uno-. Fue casi como...

-Como vivir algo salido de un sueño -Guelto también se sentó y vio como los demás también lo hacían-. Nada más ni menos...

-Que una vista espectacular -susurraron todos a la vez.

Los pasos se dejaron de escuchar.

- ¿Cómo es posible esto? -preguntó Delant.

-Éramos amigos... todos nosotros -le respondió Nash-. Éramos familia.

- ¿Y qué pasó? -preguntó Jearel.

-Lo olvidamos... No, para ser más exactos, nos obligaron a olvidarlo.

- ¿Quién? -Dixan no lo entendía del todo.

-El Rector -contestó Wolf-. No sabemos la razón, pero sabemos que quiere las reliquias y ya tiene tres de ellas. Debemos de derrotar a este guardián y conseguir las que nos faltan.

- ¿Quién es el guardián? -preguntó Neo y de pronto, algo tiró de él hacia atrás.

Salieron presurosos de debajo de la mesa.

No había rastros de Neo por ninguna parte, salvo por los gritos que se escuchaban a lo lejos.

-Lo tiene -dijo Nash-. Debemos de ir tras él.

-Pero... ¿por dónde? -sentenció Libz.

Delant miró a su alrededor. Los estantes ya no solo estaban colocados ahí, ahora se abrían como pasillos, ramificándose en diferentes direcciones. Ya no había paredes que impidieran su crecimiento. El lugar, desde donde lo veía, se había convertido claramente en un laberinto, y Neo estaba siendo llevado por una criatura a través de él.

Laztrasti: Academia | Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora