58. Del cielo descendió

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Tosant

Todo empezó la noche de la estrella fugaz.

Era como si hubiese perdido sus recuerdos.

«No, no les he perdido. Me los han robado» se decía.

Consiguió tener el control de un buque desde donde comenzó a seguir los movimientos de cierto grupo de jóvenes con habilidades especiales, muy parecidas a la suya. Ellos llamaban a esas habilidades: Dones.

Supo que esos jóvenes le ayudarían a conseguir lo que estaba buscando. Fue cuando los veía a través de los monitores del buque que él llegó. Sabía quién era y lo que planeaba, pero jamás habían cruzado palabra.

-Bien, bien, bien -le dijo el señor que vestía algo parecido a un traje de neopreno-. Quieres dejar de espiar a mís experimentos y a mí. Es molesto tener que lidiar contigo cada vez que mi computadora detecta tu vigilancia.

-Debería decirte lo mismo, Aosbert -le contestó el Rector.

-Sabes mi nombre, eso no me lo esperaba -le contestó el Velocista-. Habrá que andarme con cuidado.

-Deja de mostrarme tu electricidad -le ordenó el Rector-. Sería una mala estrategia que peleásemos entre nosotros, al contrario, creo que podemos beneficiarnos mutuamente. Lo que necesito es que me lleves al pasado.

- ¿Al pasado? -preguntó Aosbert confuso.

-Necesito que me lleves cerca del siglo 3 A.C. a Egipto.

- ¿Y qué obtengo yo a cambio?

-Mi ayuda para terminar de estabilizar tu Acelerador de Partículas de entrada doble. Sé que has tenido fallas en los arranques de pruebas. Aunque vengas del futuro y tengas mucha tecnología no podrás solucionarlo sin mí.

-Tienes una propuesta interesante, Tosant -contestó Aosbert esbozando una sonrisa-. Sí, también sé cómo te llamas. No eres el único que tiene sus trucos.

-Interesante. Muy interesante...

-Lo es en verdad... -agregó Aosbert.

- ¿Y bien? ¿nos vamos?

Aosbert sonrió. Corrió hacia él y le dijo:

-Lo que debes de saber de los viajes en el tiempo es que debes de concentrarte en el cuándo y en el dónde. Una vez que los sepas, solo dejas que el Flujo de Velocidad te guíe. Puede que te sientas mareado cuando lleguemos.

Unos segundos después ambos se encontraban parados a las puertas de un gran edificio que se elevaba muchos metros, hacia el cielo estrellado. Las antorchas estaban clavadas en el suelo, e iban hacia la izquierda y a la derecha, dejando libre el camino para subir por las escaleras. En las columnas había jeroglíficos que Aosbert no entendió.

-Llévame adentro -ordenó Tosant.

El Velocista le hizo caso sin presentar queja. Una vez adentro el Rector comenzó a andar por los pasillos de la biblioteca. Las estanterías contenían papiros no solo de la cultura egipcia, sino también de diferentes culturas.

-Esto no es posible -musitó Aosbert-. Esta cultura no debería de existir hasta dentro de unos quinientos años, ¿cómo puede ser que haya pergaminos que hablen de ella en este lugar?

Tosant solo sonrió y se adentró más en la inmensa biblioteca. Sobre sus cabezas se elevaba un enorme techo ovalado hacia el interior. La influencia griega tanto en las construcciones interiores como exteriores era clara. Las pinturas hechas en las partes altas de las paredes y la disposición de los pasillos, daban la impresión de ser un laberinto, sin embargo, para alguien con los conocimientos del Rector era fácil andar por ahí.

Laztrasti: Academia | Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora