36. Sueño de morir

8 0 0
                                    

Aicerf

«Fue tu sueño, tu sueño de morir»

Las explosiones quedaron reducidas a nada.

Una ola de nieve brotó desde el cuarto piso de la Iglesia y cayó con violencia contra los jóvenes de la Parroquia. Lo único que pudieron pensar cuando la vieron fue: «Avalancha»

El cabello de Aicerf volvió a tornarse negro, al igual que sus ojos.

- ¿Por qué hiciste eso? -Gerniel acababa de aparecer en la escalera con un ligero sudor surcando su frente. Aicerf se giró y le dijo:

-Porque quise -no se sentía ella misma. Sentía que la persona que acababa de responder no era ella.

-Pudiste haberlos matado -repuso Gerniel.

-Lo siento. No fue mi intención.

«Sabes que sí lo fue» susurró una voz en su cabeza.

-Aicerf... ¿estás bien? Estás pálida.

-Sí -contestó pasando por el lado de Gerniel-. Solo necesito refrescarme.

Aicerf bajó hasta el tercer piso y se metió a toda prisa a los baños. Abrió el caño del lavadero y se empapó el rostro. Levantó la vista y todo estaba en orden, su cara seguía siendo la misma, el color de sus ojos igual, salvo por un no tan pequeño detalle, su cabello era otro. Un rojo tan intenso como la sangre cubría su cabeza, corto como jamás lo usaría, fue allí que notó otra cosa más, aparte del labial rojo que también pintaba sus labios, llevaba puesto un collar diferente al que había usado desde que tenía un año, el que llevaba ahora era un rombo de crital alargado en la punta con un ligera aura amarilla. No como el que ella usaba: Un rombo de cristal celeste con una esfera amarilla dentro.

Dejó de mirar el espejo y se vio ella, tocó sus labios, pero no sintió el labial. Tocó su collar y era el mismo de siempre, cuando volvió la vista al espejo dio un respingo. Su reflejo no se movía. Al contrario, la observaba detenidamente.

- ¿Hola? -preguntó el reflejo.

-Hola -contestó Aicerf tocando el espejo.

- ¿Quién eres?

-Soy Aicerf. ¿Quién eres tú y por qué luces como yo?

-Soy Fres. ¿Por qué estás en mi espejo?

- ¿En el tuyo? Tú estás en el espejo de la Iglesia.

-No, tú estás en el espejo de mi cuarto -Fres dio un paso atrás-. Esto no puede estar pasando. Debe ser una alucinación o algo.

El espejo se movió con una ondulación. Por un instante la imagen de Fres desapareció. Aicerf la vio detenidamente y notó que tenía los ojos rojos, como si hubiese estado llorando.

- ¿Te encuentras bien? -le preguntó.

- ¿Tú que crees? Estoy viendo a una chica casi idéntica a mí, en mi espejo -contestó Fres-. Eso pasa todos los días.

-No lo decía por eso -Aicerf notó el sarcasmo-. Tus ojos están rojos. Llorabas...

-No -se apresuró a contestar Fres-. Estoy bien.

«Miente» le susurraron a Aicerf.

-Lo sé. No tienes que decírmelo.

- ¿Decirte qué?

-No, no hablaba contigo. Es... nadie. ¿Por qué llorabas?

Fres la miró por un instante, se sorprendió cuando le respondió, diciendo:

-Por un amigo. Desapareció hace ya unos meses y no sabemos nada de él.

-Lo siento mucho. Yo también perdí a un amigo hace unos meses, pero gracias a Dios lo... recuperamos, por así decirlo. Espero que puedas recuperar al tuyo.

Los ojos de Fres se comenzaron a llenar de lágrimas, pero las aguantó.

- ¿Cómo se llama? -preguntó Aicerf y tuvo la sensación de que estaba pisando una mina.

-Su nombre es... Nash.

De repente, Aicerf sintió que era importante. Que miraba un velo casi transparente y que la verdad se escondía del otro lado.

-Oye... Aicerf -Fres tomó aire y continuó-, tomas esto con demasiada normalidad.

-Podría decir que me resulta normal -contestó Aicerf-. He vivido cosas bastante raras este último año. Cosas que pensé eran imposibles.

-Ya veo...

- ¿Y si me enseñas una foto? -preguntó Aicerf de repente.

- ¿Una foto? -repitió Fres algo confundida- Oh, te refieres a una de Nash, claro -Fres tomó el celular de su mesa de noche. Presionó la pantalla un par de veces hasta encontrar una fotografía-. Es él -añadió girando la pantalla para que Aicerf pudiera verla. Su cabeza comenzó a darle vueltas.

«¿Esto es una broma?»

- ¿Noa? -dijo en voz alta.

- ¿Quién es Noa? -Fres estaba confundida.

-El chico de la foto. Es mi amigo. Es Noa.

-No. Su nombre es Nash.

Entonces Aicerf cayó en la cuenta de lo que pasaba. La chica con la que hablaba era de otra Tierra. Así como antes se había conocido con Meliss, ahora lo hacía con Fres. Por alguna extraña razón este encuentro se estaba llevando a cabo.

-Oye, Aicerf... -su voz se volvió suplicante y el espejo comenzó a tener interferencias, como lo haría un televisor- Si Nash se está en el mundo en el que vives... dile que... dile que ¡sus amigos estamos esperándolo!

El espejo se sacudió y Fres desapareció.

Ahora, en cambio, había una chica diferente. Una chica de piel canela, cabello negro y ojos marrones.

- ¡Brig! -gritó Aicerf tocando el espejo con sus dos manos después de la primera impresión.

-Aicerf... -susurró Brig en el espejo mientras que sus ojos se cerraban, parecía que estaba a punto de dormir, parecía que iba muriendo- Ayúdame... Academia... El Rector... Ervin... La Profecía...

Entonces su imagen desapareció. Aicerf no entendía lo que pasaba, pero tenía una cosa clara.

-Aicerf -dijeron desde el exterior del baño-, ¿estás bien?

-Sí -contestó saliendo-. Tenías razón, Nimzaj. Tenemos que ir a Academia. Tenemos que detener al Rector y lo que sea que esté planeando. Tenemos que salvar a Brig.

Laztrasti: Academia | Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora