46. París

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Thomed

Las personas del centro comercial habían desaparecido, así como las del restaurante del que acababa de salir con Nash. Las rejas a lo lejos estaban cerradas. Él no era un metahumano, pero Nash sí, y lo primero que hizo fue tratar de usar su habilidad, sin embargo, no dio resultado.

-Es igual a hace unos días -dijo Nash.

- ¿Igual a aquel lugar del que me hablaste mientras almorzábamos?

-Sí. Creo que estamos por encontrar mi reliquia.

Miraron a su alrededor buscando alguna señal del guardián, no hallaron nada. Nash tomó de la mano a Thomed y tiró de él, llevándolo hacia el patio de comidas.

-Tenemos que movernos -le instó Nash.

-Me parece bien. ¿A dónde vamos?

-Eventualmente algo aparecerá, solo debemos esperar.

Caminaron entre las mesas vacías, Nash deslizó su dedo sobre una de ellas y notó el polvo que quedaba atrapado en él.

-Qué raro.

¡Boom!

Una mesa lejana voló cientos de metros por los aires hasta impactarse contra el cristal que daba al exterior. Una criatura totalmente negra de unos tres metros de altura estaba de pie viéndolos con sus cuencas rojas vacías. Levantó una de las extensiones que tenía como brazos y brotó una ola de hielo que se dirigía directamente hacia Nash. Thomed corrió y se lanzó sobre él. Unos segundos más y hubiese quedado convertido en un helado.

- ¿Por qué no te moviste? -le exigió saber Thomed.

-Lo siento. No sé qué fue lo que pasó.

-Vamos, tenemos que salir de aquí.

Se levantaron y corrieron hacia la salida más cercana, mientras que otras mesas volaban hacia ellos. Luego de varios segundos se detuvieron en la entrada de unos baños.

- ¿Eso es un guardián? -preguntó Thomed, respirando agitadamente.

-Sí -le contestó Nash, mirando de reojo para ver si se aproximaba-. Aunque hay algo diferente en todo esto, por lo general, a estas alturas ya deberían mostrarse símbolos de una cultura en particular, pero no ha cambiado nada, y no logro relacionarlo con alguna cultura.

Thomed se asomó y vio a la criatura quieta, oyendo.

«Sabe dónde estamos»

-Tenemos que irnos, ¡ahora! -exclamó Thomed, tirando de Nash hacia las escaleras que descendían a la playa de estacionamiento. Un rayo de hielo se impactó contra la pared en donde habían estado hacía unos segundos. Por suerte, ninguno de los dos salió afectado. Al llegar abajo, corrieron hasta un carro cercano.

- ¿Ahora qué? -preguntó Thomed.

Nash guardó silencio.

-Lamento haberte metido en esto -dijo después de un rato.

-No es tu culpa.

-Si te llegara a pasar algo...

- ¡Nash! -Thomed levantó la voz y lo tomó de la mano- Deja de culparte por algo que ni siquiera ha pasado.

Nash lo miró.

-Hay algo que he notado -Thomed sacó la cabeza por la esquina del carro, tratando de vislumbrar a la criatura-. Todas las veces que se enfrentaron contra un guardián -se volvió hacia Nash-, al menos había dos de ustedes reunidos. Sin embargo, esta vez es diferente. Lo que creo es que la criatura esa no es un guardián... es algo más.

Un auto explotó a lo lejos.

-Está aquí -Nash se levantó-. Bien, si esa cosa no es un guardián, ¿qué es? Y ¿cómo podemos detenerlo?

-Debemos de ir a campo abierto -dijo Thomed, también levantándose-. Puede ser una desventaja para nosotros, pero también para él. Quizá podamos vencerlo.

Corrieron hacia otras escaleras y subieron rápidamente por ellas. Llegaron a otra playa de estacionamiento, pero estaba completamente vacía.

- ¿Ya puedes usar tu habilidad?

-No -contestó Nash, viendo como Thomed salía volando de su lado; algo lo había golpeado y no se giró para ver qué era. Thomed cayó contra el suelo y rodó varios metros. Nash corrió hacia él con pánico, imaginando lo peor. Cuando llegó a su lado, no vio nada diferente, pero...

- ¡Thomed! ¡THOMED! -le gritaba una y otra vez.

-Aquí... estoy -susurró Thomed, tosiendo sangre.

-Te pondrás bien. Por favor... no me dejes. No puedo volver a perderte -Nash apoyó al cabeza de su amigo en sus rodillas.

Thomed no respondió.

Nash se llenó de ira. De pronto, sus ojos se tornaron amarillos. Sus pupilas se volvieron, apenas dos rayas visibles. El agua negra brotó de todas partes y atrapó a la criatura, a la que comenzó a exprimir como si fuera una esponja. La cosa esa comenzó a sonreír de manera enfermiza, con una voz que podría haber erizado la piel de cualquiera, entonces, explotó. Se convirtió en algo parecido a la niebla. Flotando por todas partes, hasta llegar al cuerpo de Thomed e introducirse en él, mientras que Nash se levantaba sin darse cuenta y el agua negra giraba a su alrededor. El cuerpo de Thomed comenzó a elevarse, Nash lo sintió y se giró.

-Thomed... -susurró. Sus ojos se tornaron normales.

Thomed abrió los ojos lentamente, carentes de toda vida.

- ¡Thomed! -gritó Nash estirando su mano, tratando de alcanzarlo- ¡THOMED!

Pareció que Thomed logró escucharlo. Estiró su mano y cuando estuvieron a punto de tocarse, se volvió neblina. En solo unos segundos su cuerpo entero se disolvió.

Nash apareció afuera del restaurante donde habían almorzado. Las personas caminaban como si nada pasara, y Thomed ya no estaba a su lado. Lo había vuelto a perder, pero está vez era diferente...

- ¿Quién eres...? Y ¿por qué fue que vine yo a este lugar? -Nash dio un par de pasos hacia la salida del centro comercial- Vine... vine hasta aquí para verlo, vine a protegerlo. Quería que él viviera, pero... ¿quién era? ¿quién...? ¿a quién vine a ver? -se detuvo a mitad de la calle- Alguien importante... alguien a quien no quiero olvidar. Que no debería. ¿Quién era? ¿quién era? ¡QUIÉN! ¿CUÁL ES TU NOMBRE?

Laztrasti: Academia | Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora