19. La premisa del despiadado Ángel

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Dixan

«Vale, vale. Eso no era un ángel, pero hasta a mí me pareció que lo era»

Dixan vio como Guelto se lanzaba sobre Lucero, evitando que un ave la matara. En ese instante, se percató de que el ave, no era eso, por el contrario, tenía una forma humanoide cubierta de plumas plateadas, las cuales estaban manchadas de sangre, así como su pico y patas.

Todos corrieron hacia alguna roca para ponerse a cubierto.

- ¡Alguien tiene idea de qué es esa cosa! -gritó Jearel.

- ¡Nash puede saberlo! -contestó Delant desde algún lado. Mientras que la criatura pasaba a alta velocidad.

- ¡Por qué creen que yo lo sabré! -gritó Nash cerca de la catarata.

- ¡Creo que eso ya ha quedado claro! -añadió Wolf, cerca de donde estaba Jearel.

- ¡Vale, entiendo! ¡La verdad es que hay muchas leyendas con respecto a esas criaturas!

- ¡Pues dinos una! -gritó Wolf.

- ¡Ayar Cachi! -contestó Nash.

De repente la criatura se detuvo en el aire. Mirando de donde es que había venido el grito.

- ¡Es él! -gritó Nash, la criatura se lanzó en picada contra él. Con un movimiento de sus manos la catarata se impactó contra la criatura. Obedeciendo la voluntad de Nash.

- ¿Quién es Ayar Cachi? -le preguntó Libz, al acercarse a él.

-Uno de los cuatro hermanos Ayar. Se dice que sus hermanos lo dejaron encerrado en una cueva, y que logró escapar con las alas que tenía en lugar de brazos, pero luego se convirtió en piedra, al tocar el suelo.

- ¿Y cómo es que está aquí? -repuso Libz.

-No lo sé. ¡Muévete!

El monstruo se lanzó sobre ellos. Ambos amigos lograron esquivarlo a tiempo. De repente, un grito muy fuerte resonó en todo el lugar, haciendo que la criatura cayera en picada por el abismo. Stefbel había despertado y hacía uso de su habilidad. Ella era capaz de emitir ondas potentes con su voz. Podía quebrar el vidrio y destrozar columnas de cemento. Era una habilidad genial, el problema era que el lugar en el que se encontraban hacía que se produjera un eco que amplificaba diez veces más ese poder. Haciendo que no solo Ayar Cachi saliera afectado, sino que también Guelto y sus demás amigos, que se tapaban los oídos desesperadamente para evitar escuchar el grito.

- ¡Stefbel, detente! -le gritó Dixan.

Ella se giró sobre sus pies y pudo notar que todos sus compañeros se tapaban los oídos. Llevó las manos a la boca y el grito cesó.

-Perdonen -dijo conmocionada.

-Lo sabemos -Dixan se acercó y la abrazó.

Una sombra pasó a una velocidad impresionante sobre el suelo. Para cuando Dixan se dio cuenta de lo que pasaría a continuación, lo único que pudo hacer fue tirarse hacia un lado, junto con Stefbel, para caer en unos arbustos.

La energía brotó desde el suelo, rompiéndolo como si fuese vidrio. Ahora solo quedaba una cruz de energía de color plateado de unos dos metros de alto.

- ¿Qué rayos? -dijo Stefbel, mirando la cruz, sin entender qué pasaba- ¿De dónde salió eso?

- ¿No te has dado cuenta aún? -le preguntó Jearel caminando hacia ellos, parecía algo enojada- Allí arriba, en lo alto de la catarata. Nos observa.

Dixan dirigió la vista hacia donde su amiga le había indicado. La cosa esa a la que sus amigos habían llamado Ayar Cachi estaba parado en una gran roca al lado de la catarata. Acechándolos con sus ojos inyectados en sangre, como decidiendo a quién mataría primero. Luego, lanzó un gritó tan fuerte que todos se asustaron, pero no sé movió. Se quedó allí, quieto.

- ¿Alguien sabe por qué no nos ataca? -preguntó Libz.

-Creo que está esperando -soltó Jearel.

- ¿Ah sí? ¿Esperando qué?

-No lo sé. Aunque, ahora que lo pienso... ¿Y si esta criatura está protegiendo una reliquia?

¿Y si era eso? ¿Y si la criatura resguardaba la siguiente reliquia? Habían pasado meses desde que tuvieron alguna novedad de alguna de ellas y ahora, de la nada, surgía la posibilidad de obtener otra. Mientras más pensaba en ello, más confundido se sentía, entonces Dixan se dio cuenta de otra cosa. Si Ayar Cachi era el guardián, ¿dónde estaba la reliquia?

Después de eso no tuvo tiempo para pensar en otra cosa. Ahora la criatura sobrevolaba el cielo tan rápido que parecía que hubiese varios, entonces, se fijo bien y lo comprendió. No era solo uno, ahora cientos de hombres pájaro volaban sobre ellos en forma circular, cubriendo con sus alas el débil sol que ahora ya casi no se veía.

Laztrasti: Academia | Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora