Noa
«Quiero llevarte a todo lugar conmigo. Quiero que entre la gente seas conocido. Yo de ti no me averguenzo, eres mi Dios»
Iban de camino a Parco.
El bus en el que se encontraban estaba completamente a oscuras. Baed iba al lado de Noa sentado en los asientos del frente, así que podían ver con total claridad el camino que tenían delante.
-Es bueno tenerte de vuelta -Baed se sentó a su lado.
-Oh, gracias. Es grato estar con ustedes- contestó Noa sin mirarlo.
-Oye Noa, quería pedirte un favor.
Noa se giró para hablar.
-Claro, dime.
-Quería sentarme con Deys, y te quería pedir si podías cambiar de lugar con ella.
-Ah ya. Pues, claro, no tengo problema.
Noa se levantó y Deys apareció enseguida. Con una gran sonrisa de oreja a oreja le agradeció por acceder y le indicó el asiento en el que debía de sentarse, pero debido a que el interior del bus estaba a oscuras no pudo distinguir bien el gesto que le hizo, entonces, Noa caminó hasta un sitio que notó vacío, se sentó y de repente, una voz familiar le dijo:
- ¿Qué pasó? -Él se quedó de piedra. Notó que, desde adelante, Baed se reía. La voz volvió a preguntar: - ¿Qué pasó?
-Baed me pidió cambiar de sitio con Deys, para que se pudieran sentar juntos.
-Ok -le contestó la suave voz de una chica, mientras se acurrucaba de nuevo en su asiento. Noa miraba por la ventana sintiéndose tan nervioso que no podía conciliar el sueño. A medida que el bus avanzaba el cielo aclaró dejando a la vista la luna y estrellas que brillaban con fuerza en el firmamento, llenando sutilmente, el interior del bus con un brillo tenue. A su lado, Aicerf inclinó la cabeza hacia el otro lado. Noa no dejaba de verla, de repente, ella despertó. Haciendo caso omiso a todo, cogió la maleta que tenía bajo su asiento y de ella, extrajo una manta de cerditos de diferentes colores, para cubrirse con ella desde la cabeza hasta los pies.
En ese punto, Noa no sabía qué debía hacer. Sí, durante mucho tiempo se había sentido confundido al estar cerca de Aicerf, pero ahora, con las estrellas y la luna iluminando el bus, ella se le hacía más hermosa, más dulce.
-Oye Noa –dijo sorpresivamente, mirándolo-. Cúbrete con mi colcha. Te va a dar frío.
-Ah, ok –susurró.
La miró de reojo cuando la manta de cerditos se deslizó por su rostro, en ese momento supo que debía decirle aquello que siempre se había guardado. Se acercó suavemente hasta estar cerca de su oído y por debajo de la colcha que los cubría le susurró:
-Aicerf... me gustas. Siempre he estado enamorado de ti.
Ella no contestó. Aparentemente dormía. Giró su cabeza hacia el otro lado. Noa hizo lo mismo, solo comenzó a mirar por el abismo que tenía a su izquierda. Esa caída tan profunda y oscura que comenzaba a recordarle remotamente algo, un sueño quizá. Uno en el que caía en lo profundo del mar, en donde no había luz, pero sí algo que se movía en la oscuridad... Algo que lo miraba y de repente lo tragaba. Cuando se dio cuenta, dio un respingo en su sitio. Se había quedado dormido y alguien decía su nombre.
-Noa, despierta –le decían en voz alta desde algún punto-. Aicerf, tú también. ¿Qué hacen debajo de la colcha?
-Deperté –Noa se levantó de golpe, jalando consigo la colcha. Baed reía con Deys, mientras que las luces del bus se encendían.-. Ya dejen de reírse.
- ¿Qué hacían debajo de esa colcha de cerditos? –preguntó Deys.
-Nos quedamos dormidos –dijo acercándose a ellos.
La pareja de novios se vio con complicidad y luego Baed dijo:
-Ya casi hemos llegado, diles a todos que tomen sus cosas, el bus nos dejará en el mismo paradero de Parco.
No estaría demás decir que el bus en el que iban era uno público. O sea, había personas a las que ni siquiera conocían que estaban escuchando todo lo que decían.
Cuando el bus se detuvo, las diez personas que salieron a ese viaje, descendieron, tomaron sus maletas y caminaron hacia la casa de la hermana Elizabeth, ya que ella había crecido en ese remoto pueblo. El aire era frío y seco, no como el de Lima. La oscuridad era tan fuerte que las luces de los postes alrededor de la plaza que ahora atravesaban apenas iluminaban el camino.
-Es por allí –indicó la hermana Elizabeth. Un camino sin asfaltar se abría paso entre las viviendas que tenían frente a ellos. Caminaron hasta llegar a una casa cuya puerta de madera tenía unos dos metros y medio de alto por uno y medio de ancho. Al abrir la puerta se toparon con la oscuridad. La puerta daba a un pequeño pasillo, a la izquierda un cuarto que, la madre de Baed nombró como "El cuarto de chicos". Más adelante, un patio. A la derecha, frente a ese patio, "El cuarto de chicas". Cerca de una pared que parecía venirse abajo, a la izquierda del patio, unas sombras se movieron. Sombras grandes. Aicerf dejó escapar un ligero grito.
- ¿Qué es eso? –preguntó asustada.
-Ah, eso –contestó Baed cuando se fijó a donde miraba su amiga-. Es un toro y unos cuantos cerdos. Son de mi tía, de la casa de al lado. Siempre los guarda aquí.
-Bien –la hermana Elizabeth dejó caer sus cosas al suelo-, por ahora, pónganse cómodos, una vez que salga el sol empezaremos con nuestras actividades.
Tendieron los colchones, cada grupo en su habitación.
En esa oscuridad que era absoluta dentro de la habitación en la que se encontraban, Baed que estaba echado al lado de Noa, preguntó:
- ¿Qué sentiste al estar dentro del Flujo de Velocidad?
Las otras dos personas dormían en la habitación.
-No lo sé –contestó Noa a la oscuridad-. No lo recuerdo.
- ¿Nos puedes decir cómo fue que saliste de ella, al menos? –Baed sentía que pisaba un campo minado con cada pregunta.
-La respuesta no te gustará.
-Creo que tus amigos nos merecemos la verdad sin importar lo mala que pueda ser.
Noa miró la oscuridad delante de sí. Por alguna razón, pensó en la noche que se había quedado atrapado con Gerniel en la Biblioteca, cuando entendió que la oscuridad volvía sincero a su amigo, ahora, esa misma oscuridad producía ese efecto en él.
-Mis amigos me sacaron. Las personas que se volvieron mi nueva familia dieron mucho de sí para traerme de vuelta. Gracias a ellos es que estoy aquí, y les estoy agradecido por eso.
De lo que Baed acababa de escuchar pudo entender claramente algo: Ustedes ya no son mi familia. Quiso responder, pero el sueño lo había hecho menguar, al igual que a su primo. Antes de cerrar por completo sus ojos y quedarse dormido pudo escuchar a Noa susurrar algo que nunca creyó que podría pasar:
-En el bus... Me le declaré a Aicerf. No le dije para ser novios, solo le dije lo que sentí durante muchos años.
Entonces Baed se durmió.
ESTÁS LEYENDO
Laztrasti: Academia | Libro 2
AdventureEl mundo cambió. Ya nunca más volverá a ser el mismo; y mientras que pensaban que las cosas ya no podían ir mal, todo empeoró cien veces más. Wolf debe de encontrar las reliquias perdidas, hacerle frente a una profecía y salvar a su primo en el proc...