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Natalia aparcó el coche sin muchas dificultades cerca de la puerta. El calor del verano le atizó en la cara nada más salir a la calle, se recogió el pelo en un pequeño moño y cogió la bolsa de deporte antes de cerrar el coche. Aquel iba a ser su último trabajo antes de las vacaciones y ya había terminado sus exámenes, así que sonrió mientras entraba en el campus a pesar de haberse tenido que levantar más temprano de lo que su cuerpo resacoso de los viernes soportaba. En cuanto entró en el edificio, se quitó las gafas de sol y se miró la cara en el espejo. "Podía estar peor..." se dijo para sí repasando con el dedo las ligeras bolsas que habían bajo sus ojos, se puso las gafas de diadema y se dirigió a su destino, tenía que prepararse antes de que llegaran los alumnos para el examen.

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Marta aparcó el coche en el parking, y Alba la siguió cuando con paso decidido Marta se dirigió hacia la secretaría del centro. Alba apenas había estado en aquella facultad un par de veces y aun no conocía bien el camino, pero Marta, que era un par de años mayor que ella, ya hacía tiempo que se codeaba con gente de la facultad y tenía amigos en aquel campus con los que salía de vez en cuando. Marta preguntó en el mostrador mientras Alba se quedaba impresionada mirando trabajos de fotografía, de pintura, de escultura expuestos en los pasillos inmensos de la recepción. La cara se le iluminó en el acto, había tanto con lo que disfrutar, tanto de lo que aprender, que el corazón le brincaba sin contención alguna. De pronto Marta la sacó de su perplejidad.

- Han salido... -le dijo, y entonces las dos se miraron casi temblando de emoción y nervios-.

- ¡Me va a dar algo! –consiguió articular Alba al fin-.

- Pues anda que a mí... tenemos que ir a la sala azul, vamos –le dijo Marta y de un tirón arrastró a Alba con ella por el pasillo-.

Sus pasos apresurados se convirtieron en cuestión de segundos en una carrera con risa histérica. En cuanto llegaron a la sala las dos se pararon en seco frente a la puerta. Había llegado el momento. Las dos guardaron un solemne silencio y tomando aire entraron a la vez. En cuanto se encontraron frente al tablero ambas se miraron y se cogieron de la mano.

- Pase lo que pase... -empezó a decir Marta-.

- No lo dejaremos nunca –completó Alba la frase que mil veces se prometían la una a la otra cuando se referían a su carrera como futuras artistas, pues a pesar de ser tan jóvenes, no eran pocos los obstáculos que ya se les habían presentado, ni poca la gente que trataba de quitarles aquella idea como profesión de la cabeza-.

Se giraron hacia el tablón una vez más y cada una buscó sus apellidos y su nombre. "Buenventura... Gallego.... Reche.... Alba.... Alba Reche...... APTO"... Alba tardó un segundo en procesar la información, de repente su cerebro entendió la noticia.

- ¡He pasado! ¡He pasaaaado! –exclamó dando un par de botes-.

- ¿El tuyo tiene un asterisco? –le preguntó Marta de pronto con el ceño fruncido-.

- ¡Ehhh! No... espera.... –Alba lo comprobó-. No, ¿por qué? ¿qué pasa?

- Aquí pone que tengo que hablar con un profesor, en la segunda planta, horario: lunes, miércoles y viernes de 11 a 14 horas, despacho 120 –dijo en voz alta Marta mientras leía la anotación que llevaba consigo el asterisco que llevaba su "apto" adjunto-. ¿Qué hora es?

- Un poco más de las 12, estamos dentro del horario –le contestó Alba-.

- Pues vamos... -le dijo Marta volviendo a tirar de ella-.

- ¿Qué crees que significa? –le preguntó Alba subiendo al ascensor con ella, ahora se sentía un poco culpable por haberse alegrado tanto mientras que Marta parecía preocupada-.

- No tengo ni idea, al menos ponía "apto" ¿no? Tan malo no tiene que ser –pensaba en voz alta Marta que salió rápida al pasillo en cuanto se abrió la puerta. Los nervios se apoderaban de ella-.

- Seguro que será para aclarar algún dato del expediente o algo así, no te preocupes, no va a ser nada. ¿Por donde tiramos ahora? –trató de tranquilizarla Alba-.

Las dos miraron a un lado y otro de los pasillos que se abrían en cruz. Aquello era enorme.

- Vale, tú por la derecha y yo por la izquierda, quien antes lo encuentre grita –le dijo Marta-.

Alba aceptó con un asentimiento de cabeza, y se puso a revisar puerta por puerta, pues en algunas no había números. Marta se alejó de ella en sentido contrario y fue mirando también por los círculos de cristal que algunas de las puertas tenían para observar el interior de las aulas. Los números estaban dispares, y la composición de las placas era abstracto, cada puerta en sí misma era arte y Alba sin darse cuenta fue menguando sus pasos para contemplarlas. Las aulas a las que se había asomado estaban vacías de gente, pero en algunas habían expuestos trabajos que  no tardó en curiosear con fugaz mirada. Llegaba casi al final de su primer pasillo cuando empezó a escuchar el inconfundible sonido a papel rasgado, pinceladas... carboncillo,  ralentizó su paso sin apenas ser consciente de la emoción que se apoderaba de ella, por fin llegó a aquella puerta de la que provenían los sonidos y sin tan siquiera plantearse lo contrario, se asomó por la ventana circular del aula. "Están pintando", exclamó con entusiasmo para sí Alba cuando vio a unos quince alumnos frente a sus caballetes pintando y mirando concentrados hacia el modelo a retratar. Con acto reflejo sus ojos se volvieron en la dirección hacía donde apuntaban los ojos del grupo y sin esperárselo se topó con ella. Su corazón empezó a latir con intensidad sin previo aviso, sentada en un taburete cubierto con una sábana roja, una modelo permanecía sentada casi de espaldas a los alumnos, su desnudez corporal permanecía bañada en claros-oscuros con matices de sombras que la profesora debía haber preparado especialmente para ellos por mediación de focos. Alba quedó inmediatamente hipnotizada por la belleza de la silueta... sus piernas largas y delgadas, descansaban una en semiflexión sobre el taburete y la otra apoyada en vertical en el suelo, sus caderas, cubiertas apenas por las manos de la joven atadas a su espalda a la altura de los glúteos con unas cuerdas blancas algo toscas, permanecían sobre la sábana roja que hacía un claro contraste con su piel ligeramente bronceada y con los tatuajes que cubrian su cuerpo. Alba casi podía sentir la inmensa sensualidad femenina que desprendía aquella chica mientras contemplaba ascendentemente los matices que los músculos de su espalda remarcaban. El cabello negro, caía suave y ligero por su cuello, tan natural que parecía que se hubiera levantado recientemente de la cama. Entonces, quien debía ser la profesora, dio una indicación, y la modelo se giró un poco más dejando a la vista de Alba uno de sus pechos... le pareció hermoso, toda ella era armónica, con cadencias y sobresaltos, todo al mismo tiempo, lo cual resultaba excitantemente embriagador. Alba subió la mirada que hasta ahora se había quedado absorta en la plenitud de aquel seno y el contraste oscuro y turgente de su pezón, retuvo en sus retinas la subida por aquel nervioso cuello, por aquella barbilla altiva pero suave y de pronto las comisuras de los labios de la modelo se alzaron. Sorprendida, Alba alzó la mirada, y los ojos de la chica se clavaron en los suyos atrapándola por entero. El corazón de Alba golpeó con violencia su pecho, el pulso se aceleró y el calor llegó hasta sus mejillas, la joven que posaba serena sonrió con mayor amplitud y picardía, y Alba fue consciente en aquel momento de lo que estaba haciendo, la habían pillado embobada... sofocada y avergonzada se echó a un lado de la puerta mientras recobraba el aire. "¡Diosss... que vergüenza!" se dijo para sí, pero el grito de Marta pronto la sacó de aquel momento acalorado en el que se había metido sin previo aviso.

- ¡Vienes! ¿o qué? –le gritó otra vez Marta, y Alba empezó a correr pasillo abajo para reunirse con ella, mientras en su cabeza se procesaba el momento que acababa de vivir al ser más curiosa de lo que debía, y una sonrisa sin sentido se dibujó de forma clara en su cara-.

That was then... // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora