84-Lanzarse al vacio

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El camarero les sirvió un par de cervezas y un platito de frutos secos para picar. Iban a quedarse en el bar adjunto al local, pero estaba lleno y al final anduvieron un par de calles antes de decantarse por un local pequeño lejos de la calle principal. Alba, pese haber salido airosa del paso, se encontraba nerviosa y hablaba más de la cuenta, mientras la otra la interrumpía de vez en cuando demostrando estar atenta a lo que le decía aunque no fuera del todo cierto.

-       Es complejo, porque son varios profesionales trabajando en una misma pieza y la coordinación es complicada, por no hablar de los rifirrafes de la convivencia... -comentaba algo sobre una obra de no sé qué escultura con frescos y otras cosas de las cuales Nat no tenía ni idea-.

Gesticulaba, Alba gesticulaba... "Cómo echaba de menos ver esto", pensó sonriendo. Siempre le pareció mágico esa facilidad que Alba tenía para transformar lo rutinario, e incluso lo aburrido, en algo dinámico y vivo. Era como un imán al que nunca había sido inmune, porque en cierto modo, estar con ella, había logrado que Natalia se conciliara consigo misma. "¡Basta! No sigas por ahí...", se auto detuvo.

-       Me imagino que debió ser complicado, ¿cuántos me has dicho que eráis? –preguntó dándole un nuevo trago a su caña-.
-       Doce, demasiada gente ególatra encerrada para mantener la cordura, créeme –puso los ojos en blanco-.
-       Jaja... te creo –rió-. ¿Pero lo terminasteis a tiempo, no?

Alba suspiró y volvió a coger carrerilla acabándole de contar la anécdota. Natalia observó su juego con el vaso, y luego siguió sus manos, que se movían y se movían... hasta que enérgicas remangaron en un gesto el suéter que le había prestado, descubriendo sus antebrazos. Ella no pudo evitar quedarse mirando el tatuaje de su muñeca derecha mientras Alba gesticulaba delante de ella. Parecía algún tipo de frase en japonés , similar a la escritura que había visto por todo su costado derecho la otra noche cuando se quitó el jersey para hacer aquella increíble postura. "¡¡¡Dios...!!", sintió el fogonazo entre sus piernas sin esperárselo siquiera, y apretó los muslos en acto reflejo. "Deja de pensar en eso... deja de pensar en su cuerpo. No me puedo creer que aún me pase esto... ¿pero qué coño sucede conmigo?". Aturdida e incómoda por sus reacciones físicas, se movió inquieta en la silla. Alba notó su desazón y se interesó por ella.

-       ¿Te pasa algo? –le preguntó-.
-       ¿Eh? –volvió a la conversación en el acto-. Ah, no.. no, es sólo que tengo un poco de hambre, podríamos pedir algo, ¿qué te parece?
-       Claro, como quieras.

Natalia se refugió en la carta y juntas decidieron unas cuantas tapas que compartir. La distracción del camarero tomando nota le sentó bien a la morena , que agradeció poder concentrarse en cosas más prácticas que su recreo sobre lo que el cuerpo De Alba le producía.

-       ¿Seguro que a Bea no le importará que picoteemos a estas horas? –preguntó la rubia mirándose el reloj, eran casi las ocho y media-. Lo digo por vosotras, por cenar y esas cosas. ¿Cuándo sale del trabajo?
-       Ah, no... ¿no te lo he dicho? Bea salía a las seis. Unos amigos nos llamaron para ir a cenar, pero como a mí no me apetecía, iba a ir ella sola –contestó mientras el camarero les servía un par de platos-.

"¿No te apetecía ir a cenar y ahora cenas conmigo?... ¿what? ¿qué está pasando aquí?", pensó Alba.

-       ¿No te apetecía salir a cenar? –preguntó-.
-       No mucho
-       Pero... ahora estas cenando conmigo –puntualizó-.
-       Jajaja... sí, estoy cenando contigo

Alba se quedó clavada cuando la miró a los ojos para puntualizar aquella afirmación.

-       ¿Te parece mal? –quiso saber Nat-.

Alba negó con la cabeza, sabía que se acababa de poner roja frente a su inesperada atención.

-       No, claro que no. Sólo que me resulta extraño –su corazón bombeaba con fuerza... "Deja de pensar en lo que creas que estás pensando, porque no está pasando y no es cierto... Nat no se está interesando por ti, simplemente ha preferido cenar contigo, sólo eso... ¡Sal de ahí!... no te montes en tu tío vivo de arcoíris o te pegarás una hostia de campeonato"-. ¿Y sueles hacer mucho esto? Digo... lo de escaquearte de ir a cenar con sus amigos y todo eso. Si no recuerdo mal el día que nos vimos en el bar, pasó más de lo mismo... ¡Dispara! ¿Qué son? ¡Unos muermos! ¿A qué sí?

Natalia se rió con ganas ante aquello y ella agradeció enormemente ser aún capaz de distender sus conversaciones, pese a lo nerviosa que se sentía frente a ella. Tras las risas tuvo que reconocer que su forma de sociabilizarse había cambiado un poco en aquellos años. Alba entendió, a medida que hablaba, de que llevaba una vida mucho más tranquila y absorbida por el trabajo de lo que se podía pensar en un primer instante.  Sus ojos, no dejaron de mirarla ni un segundo, porque lo que le decía no se correspondía en absoluto con las pinceladas ni los matices que el rostro, el brillo de los ojos, y los despuntes de las sonrisas de la chica le transmitían. Alba no pudo ocultar la extrañeza que le produjo ver "el dibujo" que la morena había hecho sobre sí misma, en contraposición con la "imagen real" que ella veía ante sí.

-       ... así que básicamente sí, son un poco muermos –sonrió terminando de hablar-, pero bueno, yo tampoco soy la "alegría de la huerta", así que tampoco puedo hablar mucho de ello.
-       No es cierto –dijo en voz baja, sin poder evitarlo-.
-       ¿Perdón? –preguntó Nat no estando segura de haberla escuchado-.

Alba alzó los ojos y la miró directamente, seguramente no tendría que decir aquello, pero sabía que iba a decirlo igualmente, así que lo soltó sin darle más vueltas.

-       Acabas de describirte como un ser apático, introvertido y cómodo, como si fueras una persona feliz en la conformidad, y no esperaras más que "esto"... -hablaba de más, pero no le importó. Ver a Natalia meterse en aquel agujero, la revolvió-. ¡Tú no eres así! No lo has sido nunca, ... lo sé porque... por que... sigo viendo ese brillo demoledor y tierno en tus ojos.

A la morena le cruzó un escalofrío por todo el cuerpo cuando la mirada de la chica la penetró con tanta nitidez y fuerza, que apenas pudo contener un aliento. Por un momento, se perdió en el recuerdo de aquella primera vez en que sus ojos, de verdad, se encontraron hacía ya años en aquella clase de Laura, dónde una jovencísima Alba la miró de frente haciéndola sentir única y verdaderamente desnuda. Ella aún se anclaba a aquel recuerdo cuando se encontraba perdida dentro de sí misma, y la certeza con que le dijo aquellas palabras, la atravesó como un sable de hoja bien afilada.

El silencio se prolongó entre las dos, hasta que el camarero retiró uno de los platos para traerles otro, y les preguntó si deseaban alguna otra cosa. Alba volvió a sentirse inquieta tras meditar sus palabras..."¿Por qué no cerraré simplemente la boca? Ahora pensará que sigo sintiendo cosas por ella, y todo se pondrá raro y saldrá corriendo de veras... ¡Estúpida!", pensó confundida pues hasta hacía sólo unos días, si Natalia la hubiera dejado tranquila, hasta habría dado las gracias, pero ahora... ahora la tenía delante, y volvía a sentirse como aquel amputado frente a su "miembro fantasma". Desprenderse de él dolía tanto que era inimaginable.

-       Gracias

Alba parpadeó, y levantó los ojos que había enterrado en fondo de su plato. La otra le sonrió. Una sonrisa limpia, transparente, de esas que podían dejarte idiota durante horas, durante días.

-       Siempre fue maravilloso verme a través de tus ojos –le dijo, y ella no supo que responder-. Todo tiene color cuando se trata de ti.

"Todo no", quiso decir, pero esta vez se calló mientras por su mente pasaban imágenes grises, desesperadas, oscuras... no quería pensar en ello, aquella etapa estaba enterrada, quedaba lejos y fuera.

-       Oyéndote parezco uno de mis cuadros –bromeó-.
-       ¿Es que a caso no hay en ellos gran parte de ti? –preguntó Nat, y tuvo que asentir a su pesar-.
-       A veces más de lo que me gustaría reconocer –admitió arrugando la nariz-.
-       Y hablando un poco de esto... ¿cómo te las apañaste para retratarte en aquellos dos lienzos? ¿Un espejo? ¿os hicisteis alguna foto, tal vez? –le disparó sin más, haciendo alusión a un par de cuadros de la exposición, donde una de las mujeres desnudas sin rostro aparecía con unos tatuajes muy parecidos a los que ella llevaba en el costado-. Creía que eras vergonzosa, y recuerdo que pensabas con pavor en posar desnuda, pero veo que eso también ha cambiado... ¿no? – alzó la comisura de sus labios perversos disfrutando de aquel momento-.

Alba se puso roja como un tomate en menos de un segundo..."¿Cómo coño... lo ha...?" Recordó que se había quitado la camiseta delante de ella..."¡Los tatuajes!... ¡Mierda, qué vergüenza!",pensó. Así fue, como el transcurso de la conversación mutó, y volvió a convertirse en un tira y afloja entre las dos. Se rieron, se avergonzaron, se picaron y confraternizaron, mientras la velada se alargaba agradablemente para ambas, sin que apenas se dieran cuenta.

...

-       Me lo he pasado muy bien –reconoció Alba, cuando salieron del local y llegó el momento de despedirse-.
-       Me alegro, yo también. Tenemos que repetirlo –dijo ella, mientras las dos andaban un poco para alejarse de la puerta de entrada-.
-       Claro, cuando quieras.
-       ¿La próxima semana? –quiso concretar-.
-       Por mí está bien –la rubia sabía que esperaría ansiosa hasta volver a verla-. ¿Quieres que te acompañe hasta el local? –le preguntó. Ella aún tenia que volver a por sus cosas-.
-       No, tranquila. Está ahí al lado. ¿Has pedido ya el taxi? ¿tienes dinero? –se intereso-.
-       Sí y sí... las dos cosas, gracias –le contestó Alba con una sonrisa-.
-       Bueno, pues... te dejo, ¿me pones un mensaje cuando llegues a casa? –le preguntó la morena, le estaba costando despedirse-.
-       Jajajaja... claro, no te preocupes –tuvo al final que reírse-.
-       Está bien –sonrió, ya sabía que era demasiado protectora, pero no podía evitarlo-. Hasta la semana que viene entonces...
-       Hasta la semana que viene

Las dos se acercaron para despedirse, y entonces, como una burla del destino, sus trayectos se encontraron juntando sus labios inconscientemente. Apenas un instante, un roce pasajero... no hizo falta más, para que ambas quedaran petrificadas y sin aliento una frente a la otra. El corazón de Alba latió desbocado, y sus labios se entreabrieron buscando el aire que le habían robado... Natali tambaleada, se quedó ensimismada en aquella boca que acababa de besar por accidente y que le había huracanado el cerebro. Las dos se miraron a los ojos sin decir nada, mientras la sangre se les revolvía y ambas se difuminaban en el espacio-tiempo. Entonces ocurrió, como debe ser el momento en el que alguien por fin sucumbe y se tira al vacío, o como un depredador siente en sus venas la adrenalina de haber llegado el momento del acecho... Natalia la besó. Alba sintió aquella boca añorada contra la suya, el calor, el olor, la presión... la saliva..."Oh Dios mío" pensó, mientras derretida entre tantas sensaciones, sus lenguas volvían a encontrarse, y un fuego abrasador arrasaba con las dos. Las manos no le alcanzaban para aproximarla, los besos no eran suficientes para aplacar tanta sed... la morena perdió completamente la cabeza, mientras mordía aquellos labios... "sus labios", y acorralaba el cuerpo de Alba contra la pared. El placer era tan extremo, y la excitación tan intensa, que pensó que iba a volverse loca, y entonces las palabras que no había querido o sabido escuchar de Bea retumbaron con fuerza dentro de ella...

-       ¡Bea! –musitó sin aliento, y se separó abruptamente de ella-.

A Alba se le heló la sangre al escuchar de pronto aquel nombre. Nat y ella se miraron, distorsionadas por el deseo, la culpa, el desconcierto y el cataclismo que una vez más habían producido.

-       Lo siento...

Fue todo lo que Natalia alcanzó a decir, antes de alejarse lentamente de ella como si le costara, después Alba la vio correr avenida abajo, huyendo de allí.

That was then... // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora