45- Dardos envenenados.

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Amsterdam

Tras la biblioteca, Alba y Julia se fueron a casa en bicicleta.

- Joder, el ejercicio me irá de puta madre para las piernas y mantener la línea, pero me cago de frío y no me recompensa ¡eh! –se quejó por enésima vez Alba entrando a toda prisa en el piso para encender la calefacción central pues Laura aún no había llegado-.

- jajajaja... la verdad es que a estas horas, hace demasiado frío. Si consiguieras concentrarte en casa, no tendrías que trasladarte todas las tardes a la biblio –le señaló la andaluza-.

Alba arrugó la nariz. Tenía razón pero era misión imposible.

- Ojalá pudiera, me ahorraría una pulmonía. Estoy calada hasta los huesos eh... - empezó a dar botes en mitad del salón mientras se abrazaba a sí misma para entrar en calor-.

- jajaja... ¿se puede saber que haces? –le preguntó Julia divertida, la rubia estaba muy loca a veces-.

- Entrar en calor, de aquí a que empiece a reconfortarme la calefacción ya habré perdido algún dedo... jajaja... -le contestó-.

Julia se acercó a ella entre risas por sus ocurrencias.

- A ver... para... jajaja... estás loca, anda para... jajaja... -le hizo desistir de dar más saltos y le cogió las manos-.

- Lo ves, como cubitos de hie-e-e-lo... -puntualizó cuando tomó sus manos entre las suyas y empezó a frotarlas-. Agggg... me castañee-ee-annn los die-e-ente-e-es... y too-odoo.

Y era cierto,  empezaron a castañearle los dientes, y a Julia aquello ya no le pareció normal.

- Pero... pero si estás helada – no se lo pensó dos veces y la abrazó frotándole los brazos, la espalda. Alba apoyó su cabeza en el hombro de Julia dejándose hacer, la verdad es que se encontraba destemplada y tenía frío-. Madre mía Alba, yo creo que estás pillando un resfriado o algo, no es normal que tengas tanto frío.

- Llevo un par de días estornudando, pero no pensé que fuera para tanto –recordó no haberse encontrado muy bien esa mañana, las friegas y cercanía de Julia al menos habían mitigado el castañeo de sus dientes-.

Ella notaba como el peso de Esther poco a poco era más real y relajado contra su propio cuerpo. Se lamentó de ser tan consciente de su proximidad y su propio deseo.

- ¿Mejor? –le preguntó y su voz le sonó extraña-.

- mmm... mejor... -Alba empezaba a sentirse de nuevo humana-. Estás súper calentita, yo siempre ando con los pies frío.

La andaluza sintió más calor todavía tras el comentario, pues sabía muy bien lo que provocaba su temperatura. Resistió un poco más y luego se separó despacio de ella.

- Creo que sería mejor que te ducharas y te cambiaras de ropa Alba, así entrarás en calor mucho más rápido, esta ropa está calada –le aconsejó no siendo capaz de aguantar ni un minuto más tan estrechamente abrazada a ella-.

- Tienes razón.... achusssss.... achussss.... –estornudó de repente la rubia como si de una aprobación se tratara-.

Las dos se miraron a los ojos, y se rieron. Luego salió hacia su cuarto a por ropa limpia y seca, y se perdió en el baño durante más de media hora.

Madrid.

Tras terminar de guardar la compra en la despensa y la nevera, Natalia habló un rato con Iria y le contó lo que había estado hablando con Rafi.

That was then... // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora