91- Las cartas sobre la mesa

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Alba no pudo llegar a casa. Se sentó en uno de los bancos del parque y se quedó allí, mirando al vacío, durante horas. Sus pulsaciones aceleradas habían tardado en desaparecer, y en cuanto su mente rememoraba el encuentro que Nat y ella habían protagonizado, un escalofrío le recorría de la cabeza a los pies. Estaba perdida, confusa. Tras el fin de semana no había querido pensar demasiado en ello, pero después del asalto a mano armada que habían tenido las dos en aquel cuarto, ya no podía detener sus pensamientos. Pensó en las escuetas palabras de la morena, en los encuentros que habían tenido desde que se habían vuelto a ver. Pensó en Bea, en Bea y Natalia juntas, parecían tan compenetradas, y sin embargo... Nat la deseaba. A ella le temblaba la piel sólo de pensar en cómo la besaba, con esa energía tan brutal y arrolladora que le era imposible resistirse. ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso no era feliz con Bea? Alba quería entenderlo, pero no estaba preparada para afrontar que sólo quisiera aquella aventura clandestina que parecía que estaban teniendo. El estómago se le revolvió de tal forma que acabó vomitando en una de las papeleras.

Facultad de Bellas Artes.

- ¿Laura?

La mujer se giró cuando una voz de mujer la llamó en el pasillo.

- Oh, no estaba segura de si eras tú. ¿Te acuerdas de mí?

- ¡¿Marta?! ¡Claro que me acuerdo! –la abrazó al reconocerla-.

Hacía años que no se veían, en realidad Alba y Marta habían cortado su comunicación hacía mucho tiempo, desde que la rubia puso tierra de por medio.

- ¡Estás guapísima! Me encanta tu pelo –le dijo Laura con una franca sonrisa-.

- ¿No está demasiado corto? –le preguntó ella arrugando la nariz, siempre había llevado una melenita media-.

- No, te queda bien. ¿Y qué haces tú por aquí? ¿qué es de tu vida? –se interesó por ella-.

- jajaja... pues trabajo aquí.

- ¿Ah sí? –se sorprendió y alegró Laura-. ¡No me digas!

- Sí, al final me he dedicado a la educación. Imparto escultura a los de segundo y tercero.

- Oh, eso está muy bien. Entonces este año seremos compañeras. ¡Me encanta! –exclamó complacida-.

- jajajjaja... gracias. La verdad es que corría el rumor de que te incorporabas a la plantilla y vine a ver si era cierto –le sonrió Marta con timidez-.

- Pues es cierto. Me quedo todo el año, sí.

- Eso es genial –exclamó-.

- ¿Sí? ¡Vaya, gracias! Espero que los alumnos piensen lo mismo.

- Estoy segurísima de que si –afirmó la chica y luego dudo antes de hacer su siguiente pregunta-. Quería preguntarte... bueno, sí...

- ¿Sí? – alzó una ceja ante sus dudas-.

- ¿Alba, se quedará también por aquí? –preguntó-.

Marta había ido a escondidas a ver la exposición de su vieja amiga, pero no se había atrevido a aparecer el día de la inauguración. En realidad habían cambiado algunas cosas en sus vidas, y no estaba muy segura por la forma en la que ambas se habían alejado la una de la otra, de si su amiga, seguiría siendo aún su amiga. Habían dejado pasar el tiempo por distintas razones, y ahora no sabía cómo volver a acercarse a Alba Reche, una de las pintoras más llamativas del panorama internacional.

- Oh, no. Ella vuelve a Los Ángeles dentro de un par de semanas, pero aún anda por Madrid si quieres llamarla –le contestó-.

- Ni siquiera tengo su número –le hizo saber-.

That was then... // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora