88-Demasiado lejos

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-       ¡Taxi!

Natalia se introdujo en el vehículo y le dio su dirección al taxista.  A pesar de estar más tranquila, seguía preocupada por haber dejado sola a Bea, pero dada su reacción al ver a Alba, decidió que alejarse de allí era lo mejor por el momento. Su propio comportamiento la tenía desconcertada, y necesitaba tiempo y distancia para procesar lo que le estaba sucediendo.

-       ¡Dios, celosa y cobarde! ¡Lo que me faltaba! –masculló antes de pasarse una mano nerviosa por la cara-.

Miró a través de la ventanilla intentando no pensar más en ello, cuando de pronto el taxi se paró en un semáforo y una silueta llamó su atención a apenas tres metros.

-       Por favor, puede parar un momento allí –señaló-. Creo que he visto a alguien que conozco –le pidió al taxista-.
-       ¿Aquí mismo? –se detuvo-
-       Sí, gracias –bajó la ventanilla a toda prisa-. ¡Alba!

Sorprendida, Alba se giró al escuchar su nombre. Los ojos se le abrieron como platos al darse cuenta de quién la llamaba.

-       ¡¿Nat?! – le costó reaccionar. Había decidido volver a casa andando para despejarse, sin imaginar que sus caminos volverían a cruzarse-. ¿Qué haces tú aquí?
-       Jajaja... lo mismo podría preguntarte yo –a ella le salió una risa nerviosa. ¿Cómo podía alegrarse tanto sólo con verla?-. ¿Estás sola?

Natalia se acordó de la rubia, y miró alrededor de la chica por si con la emoción no se había percatado de otras personas. Ni rastro de la rubia ni de Laura a la vista.

-       Eh, sí... Laura se ha quedado un poco más en la fiesta con sus compañeros de trabajo –a la rubia le pareció ridículo actuar como si no le hubiera advertido de la presencia de Bea y Nat-. Me dijo que estabais por allí, pero no quise molestaros y se me hacía tarde. ¿Y tú? ¿No estás con Bea?
-       No, ella aún tenía para rato y yo mañana tengo que madrugar –mintió-. Trabajo, ya sabes.
-       Si, trabajas mucho –dijo sin saber muy bien qué añadir-.
-       Sí.

Por un momento las dos se quedaron sin saber qué decir. Alba miró hacia la calzada, y metió las manos en los bolsillos delanteros de su vaquero. Nat se quedó idiota mirando el tatuaje que asomaba por el cuello de la chaqueta que llevaba."Estoy fatal",se dijo y reacciono.

-       ¿Subes? Te acerco a donde vayas –se ofreció, y Alba se giró de nuevo cara a ella-.
-       No, tranquila. No hace falta. Sólo voy a casa y apenas quedan dos manzanas –le dijo, no se atrevía a permanecer tan cerca de ella en aquel taxi-.
-       No son horas para caminar sola por las calles.
-       Tampoco es tan tarde, además hay gente... no te preocupes.
-       Insisto, no seas cabezota –sonrió al decirlo-.
-       De verdad que no es por ser cabezota -también sonrió por su apelativo. Estaba apunto de ceder, pero utilizó su último cartucho-. Es que me apetece caminar, he bebido un poco, y prefiero despejarme antes de acostarme, en serio.

Las dos se aguantaron la mirada. De pronto Natalia buscó su cartera.

-       En ese caso... ¿Por favor, me dice cuánto es?
-       Seis con veinte –le dijo el taxista-
-       Tenga, quédese con el cambio –pagó al taxista-.
-       Nat, no hace falta que... -intentó detenerla en cuanto vio sus intenciones, pero ya había pagado y bajado del coche-.
-       Si Mahoma no va a la montaña... -le dijo ya parada frente a ella mientras se encogía de hombros-.

"Te comería toda la boca... ¡Oh Dios mío! ¿por qué me lo complicas?",pensó Alba sin poder evitar que una sonrisa aflorara en su rostro al ver aquella preciosidad de pelo negro frente a ella. Las entrañas le rugían sólo con verla.

-       ¿Por dónde? –preguntó ella señalando en varias direcciones. Aún no tenía orientada la casa de Alba -.
-       Por allí –le contestó y las dos empezaron a caminar-.

El silencio se instauró entre ambas mientras recorrían las calles tranquilas. Natalia la miraba de tanto en tanto de reojo, incapaz de apartar sus ojos de ella."¿Dónde coño me estoy metiendo?", se preguntó mientras notaba aquella sensación de tobogán en mitad del estómago, y sin darse cuenta, exhaló un gran suspiro. Alba se giró para mirarla y arqueó una ceja interrogante, ella también la miró.

-       ¿Qué? –preguntó-.
-       Nada –sonrió Alba por su cara, pero no la creyó-. Bueno, sólo es que... has pegado tal suspiro que te han escuchado hasta en la cera de enfrente –no pudo evitar decir lo que pensaba, le había hecho mucha gracia-.
-       ¿Ah sí?
-       Sí. ¿Te pasa algo? –le preguntó-.
-       No, nada –mintió Natalia y se encogió de hombros para restarle importancia. Luego fijó su mirada en el cielo-. Que pena que no se vean las estrellas, ¿verdad? A pesar del frío hace una noche estupenda.

Alba hizo lo mismo, y determinó que tenía razón.

-       La verdad es que sí, se respira calma. Lo de las estrellas es una lástima –se apuntó a la conversación-.
-       ¿En Los Ángeles podéis disfrutarlas? –preguntó la morena, y ella tuvo que tomarse unos segundos porque nunca se lo había planteado-.
-       Sí, la verdad es sí. Por suerte vivo en una zona bastante verde y los cielos suelen ser despejados. No me paro mucho a ver las estrellas, pero sí, se ven –le contestó-. ¿Y vosotras en Holanda?

Natalia fue muy consciente de que incluía la presencia de Bea en la conversación. Estuvo tentada de confesarse, pero por alguna extraña razón su instinto de supervivencia prefirió tener sujeto aquel bote salvavidas.

-       También –respondió-. Nada que ver con los cielos en África, pero también intentamos de vez en cuando disfrutarlas en Holanda.

"Claro... debí imaginármelo. Seguro que van en plan cenita, un poco de manoseo y noches de visionado estelar en plan románticas... ¡No sé para qué coño pregunto! ¡Idiota!",pensó Alba. Nat la vio morderse el labio inferior en aquel tic nervioso que tanto le atraía, y tuvo que hace un esfuerzo para no pensar en su boca. La imagen de la rubia besandola atravesó su mente malintencionadamente, y tuvo que reprimir un quejido. Era absurdo desearla de aquella forma, pero cómo la deseaba."¡Maldita sea!"

-       ¡Nat!
-       ¿Eh? ¿Sí? –pensando en sus cosas, se había distraído-.
-       Es por aquí –le indicó con una tierna sonrisa, y la cogió un segundo del brazo para guiarla-.

A Natalia se le pusieron los pelos de punta bajo el abrigo sólo con su contacto. Si supiera cuánto deseaba cogerle de la mano, volver a perderse con ella... Las risas en los portales y sus besos robados en las esquinas, aterrizaron de golpe en mitad de su barriga.

-       Ya casi hemos llegado –indicó ajena a las sentimientos que estaba teniendo-.

Por fin llegaron al edificio. Ella reconoció la fachada antigua de la vez anterior, de pronto cayó en la cuenta de que había llegado el momento de despedirse de ella y no estaba preparada para dejarla marchar todavía. Entre las dos se materializó un silencio denso, parecido al que había desencadenado el beso inesperado de hacía dos semanas. Alba se puso nerviosa, no quería que aquel error volviera a incomodarlas, sin saber lo que hacía, la invitó a subir.

-       ¿Te apetece un café mientras llamamos y esperas a que venga un taxi? –le propuso-.
-       ¿Un café? ¡Me encantaría! –contestó casi al instante-.
-      
-       Genial, pasa –Alba estaba de pronto tan inquieta que empezó a hablar sin parar sobre las maravillas de las nuevas cafeteras, cosa que hizo sonreír por primera vez en un rato a la otra-. Son una pasada, ¿verdad? Sigo conservando la cafetera de siempre, pero a veces es un coñazo eso de poner el filtro, el agua, la mezcla... por no hablar de cuando te mueres por un café, y siguiendo la Ley de Murphy, nunca te queda. Sin embargo con las nuevas, no hay ese problema... -abrió la puerta del primer piso y dejó las cosas en la entrada de cualquier manera. Nat, recogió divertida la chaqueta que se había quitado, y la dejó en el perchero junto con su abrigo, luego la siguió hasta la cocina-... la enciendes, le pones la cápsula de lo que te apetezca, y en un par de minutos lo tienes listo, y mejor que en muchas cafeterías.

Natalia se quedó mirándola desde el quicio de la puerta, le fascinaba observarla cuando se mostraba tan viva.

-       Bueno, ¿qué te apetece? –se arremangó la camiseta que llevaba, y abrió uno de los armarios. Estaba repleto de cápsulas-. Tengo casi de todo, hay expreso solo, expreso descafeinado, café con leche, largo de café y corto de leche, cortado.... Té... bueno esta es una variedad fría –dijo arrugando la nariz mientras hablaba para si misma-, cappuccino... ¡Ohhhh!, ¿has probado el de moca?

La rubia se giró con la caja hacia ella, y un tornado la alborotó de pies a cabeza tras darse cuenta de cómo la miraba. Ninguna pudo ocultar a tiempo lo que sus ojos decían.

-       No, no lo he probado –dijo al fin-.

Alba tuvo que parpadear un par de veces al escucharla, la boca se le había secado de repente. Reaccionó.

-       Entonces tienes que hacerlo –le dijo volviéndose a girar hacia el banco de cocina para calmar la turbación que de pronto le había provocado. Cerró los ojos y tomó aire para tranquilizarse-. Tiene un toque diferente, es un poco raro al principio, pero a mí me gusta. Al final te deja un sabor muy agra... -el corazón se le paralizó al igual que la voz, cuando la presencia de la morena se instauró sigilosamente a su espalda-... agradable.

El cuerpo de Nat se acercó tanto al suyo que casi podía gritar deseando que se tocaran. Ella sintió la respiración contenida de la morena en su nuca desnuda, y el pulso se le disparó en el completo silencio de la expectativa. Aquello no podía estar pasando."Estoy soñando... eso es... en cualquier momento me despierto... y...", la cabeza de Alba viajaba tan deprisa... tan, tan deprisa... que cuando le pasó las manos por la cintura, toda la sangre de sus venas se removió, haciendo necesario que se sujetara con fuerza a la encimera.

-       ¡Alba! –su cálido aliento torturó su oído. Alba cerró los ojos al escuchar su nombre, porque retener aquella voz en su memoria era importante para ella-. Date la vuelta... por favor, mírame –le pidió apenas sin voz. Sabía que estaba a punto de perder la cabeza, y sólo el rechazo en los ojos de la chica podía ponerle freno-.

Natalia se separó apenas un paso para darle espacio, mientras ella se giraba cumpliendo su deseo. El pulso empezó a martillear en la sien de ambas cuando sus ojos se encontraron en un espejo de deseo que brillaba con luz propia. Natalia desvió la mirada hacia aquellos labios que tanto deseaba, ¿qué pasaría después de besarlos de nuevo? El miedo era tan grande, y sin embargo, aquella fuerza invisible e inexplicable volvió a hacer que saltara las barreras. Alba cerró los ojos cuando la boca de Natalia atrapó la suya, luchar contra ella le parecía tan imposible, tan absurdo... El cuerpo le tembló mientras ella acogía en las manos su cara, con tanta ternura, que hasta dolía, y un sostenido gemido escapó de su garganta cuando la lengua de la chica recorrió cada milímetro de sus labios, antes de ir al encuentro de la suya."Oh, Dios mío de mi vida",pensaba con la cabeza embotada, mientras las dos empezaban a ponerle ganas a aquel beso y las manos comenzaban a tomar protagonismo. De pronto a Alba se le escapó un pequeño mordisco en el labio de la morena , y ésta gimió interrumpiéndolo un instante.

-       Perdón –se disculpó en un jadeo la rubia, apenas podía ya contenerse-.

La mirada de Nat rugió, tanto como las ganas de Alba porque se precipitaran, y como el momento de completo silencio que acontece a las grandes batallas, ambas se miraron para acto seguido levantar las armas. Natalia la envistió contra los armarios, y ella ya no puso cortapisas a sus manos, que empezaron a intentar deshacerse de la ropa que llevaban. Los labios de Nat estaban en todas partes, en su cuello, en su cara, en su boca... Alba se iba a volver loca intentando desabrochar los botones de su camisa. Un nuevo frote de caderas, la pierna de la morena entre las suya, y Alba ya no tuvo contención ninguna. Pegó un tirón a aquella camisa, haciendo saltar los botones en un solo gesto.

-       Oh... perdona –volvió a disculparse encendida, sin poder quitar los ojos de encima a su escote . Se moría por comérsela entera-.

El rostro de Natalia mutó de la sorpresa a la excitación más absoluta, y sus comisuras se alzaron en una sonrisa traviesa, y hasta malvada, que hicieron que se le hiciera agua, algo más que la boca. Ella terminó de quitarse la camisa con un movimiento enérgico, y volvió a la carga de nuevo. Con prisas le quitó a Alba los tirantes e introdujo ambas manos por debajo de su camiseta agarrándole los dos pechos. Alba jadeo, ella jadeo... y ambas lucharon por tener prioridad en saborear una piel familiar, pero muy distinta.

-       ¿La cama? –musitó Nat entre los besos y las torturas que se estaban regalando-.
-       Al fondo –contestó-.
-       Demasiado lejos –dijo haciendo balance de la situación y de su estado casi febril por poseerla-.

Aupó a Alba sobre su cintura, y con alguna que otra dificultad por el deseo, finalmente acabaron una encima de la otra en el sofá más próximo. Fuera lo que fuera lo que sucediera aquella noche, ya era demasiado tarde como para ponerle freno.

That was then... // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora