92- ¿Dejarte entrar?

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Alba tuvo serias dudas en si acudir o no a aquella "cita". El corazón se le aceleraba con la sola idea de ver a Natalia, de tener que aclarar las cosas con ella, y a punto estuvo de dar media vuelta y regresar a salvo a su casa, pero no lo hizo. Atravesó el parque y fue hacia el punto en el que había quedado con ella, llegaba diez minutos tarde y cuando la divisó sentada en aquel banco, se dio cuenta de que ella también parecía nerviosa e inquieta.

Natalia la vio cuando apenas las separaban cinco pasos de distancia, aliviada y nerviosa por verla, se puso de pie y le sonrió. Alba tampoco pudo contener una sonrisa, y a ella se le iluminó algo en su interior. "No puedes pensar por dos", recordó las palabras de Bea en ese momento, pero el cabalgar de su corazón era mayor que cualquier signo de razón o prudencia. Sus pasos caminaron irresistiblemente hasta tener a Alba cerca. Antes si quiera de pensarlo, su cuerpo ya la estaba abrigando y sus labios ya rozaban narcotizados el perfume de aquella piel sensible del cuello de la chica.

- Empezaba a pensar que no vendrías –musitó antes de soltarla, y su propio anhelo le dio un escalofrío-.

- Es que... había tráfico –la rubia acababa de perder toda su determinación con aquel recibimiento-.

Nat se separó de ella, y le sonrió con una ceja alzada.

- ¿Tráfico? ¿no has venido andando? –preguntó divertida. Alba nunca había sabido improvisar cuando se sentía muy nerviosa-.

- Eh... no.. sí, sí he venido andando – abrió los ojos, dándose cuenta de la excusa idiota que había dado-, pero... es que... -quiso arreglarlo, pero la forma en que la miraba no la ayudaba-.

La morena deslizó sus manos por la nuca desnuda de Alba y la atrajo para besarla. Deseaba tanto hacerlo que ni siquiera pensó en dónde estaban.

- Yo tampoco estoy segura de esto... -musitó cuando finalmente se sintió con fuerzas de liberarla-, pero me pueden las ganas de verte.

 El corazón de Alba brincó tras aquella escueta confesión, sabía que debían hablar más, ponerle nombre y apellido a lo que fuera que estaban teniendo, pero en aquel momento, con ella mirándole a los ojos, ya no le pareció tan importante.  

- Corramos –dijo Alba-.

- ¿Qué? –preguntó aun absorta en querer volver a besarla-.

La rubia acarició las manos que aún tenía puestas en su cuello, y a medida que se iba liberando de ellas, su sonrisa más se ensanchaba.

- Corramos... ya no tengo veinte años, ahora tendrás que alcanzarme tú –le espetó, y salió corriendo por el parque-.

Natalia parpadeó intentando conectar el mensaje de la chica con sus propios sentimientos, pero cuando por fin comprendió lo que en realidad acababa de decirle, sus piernas ya corrían tras ella, y la sonrisa se le coló de improvisto en la cara. Definitivamente, quería alcanzarla.

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Cuarenta minutos más tarde de carrera continua, las dos terminaron rendidas en el césped una frente a la otra.

- Aún no me acostumbro a que puedas ganarme –le dijo Nat mientras ambas empezaban a estirar-.

- ¿Ah no?

- No

- Pues vete acostumbrando, porque no pienso ablandarme –le espetó divertida. Las endorfinas del ejercicio siempre la hacían serenarse-.

Ella sonrió con malicia, pero no añadió nada. En realidad tenía bastante disfrutando de la visión del cuerpo de Alba estirándose.

- Deja que te ayude –le dijo antes de que la rubia se diera cuenta de a qué se le ofrecía-.

That was then... // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora