67- El principio del final.

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Natalia miraba inquieta por la ventana, esperándola. Alba había cogido su relevo en el baño, y llevaba demasiado tiempo allí encerrada. Ella estaba preocupada, angustiada... lo que había pasado entre las dos, se le había ido de las manos. Ni siquiera había sido consciente de lo mucho que guardaba enterrado, hasta que el deseo, el dolor y la rabia, se apoderó de ella golpeándolas a ambas. Por fin la puerta del baño se abrió, y se incorporó de la mesa donde se había apoyado casi como si quemara. Al entrar en la habitación, sus ojos se encontraron. Sintió un temblor por todo el cuerpo al notar el daño que le había provocado.

- Yo... no, no me he acordado de coger mi ropa –musitó Alba apagada, cohibida-.

No esperaba que Natalia estuviera allí, en la habitación. Había huido tantas veces de ella en los últimos días que era una suposición bastante lógica, pero allí estaba, observándola. Se dirigió al armario y cogió su ropa en silencio.

Nat la vio sentarse en la cama, de espaldas a ella, como si no quisiera que la mirara. Viéndola tan incómoda quiso salir de allí y darle privacidad, la misma que ella había necesitado y tenido, pero por alguna extraña razón sus pies se pegaron al suelo como con cemento, mientras su corazón la apuñalaba ante la situación que estaban viviendo. Verla vestirse bajo la toalla fue como ver un muro de hormigón levantarse frente a ella, hasta que Alba tuvo que ponerse los vaqueros y la toalla cayó sobre la cama dejando al descubierto su espalda desnuda.

- ¡Santo cielo! –gimió ella al ver sus moratones-.

Se plantó tan rápido frente a Alba, que ésta se asustó. Ellase quedó helada ante su reacción, y su mundo se vino abajo al darse cuenta de que le había dado motivos para ello. Allí, de pie la una frente a la otra,  descubrió el cardenal que también le había hecho en el cuello al morderla, y se tapó con las manos la boca como si con ello pudiera minimizarlo. "¿Cómo ha pasado esto? ¿Cómo?", se preguntó mientras sin darse cuenta unas lágrimas empezaron a brotar de sus ojos.

- Albi, yo no.... no... - quería explicarle qué no sabía cómo se había dejado llevar así, que no había pretendido hacerle daño, pero no pudo articular palabra-.

Alba la abrazó viendo que se derrumbaba. Ella misma estaba rota por dentro, y nada de ello tenía que ver con los restos físicos de aquella batalla.

- Lo sé, está bien. No me duele, sé que no querías hacerlo... está bien, tranquila. No importa –trató de consolarla-.

- Sí, sí importa... -reaccionó secándose las lágrimas con la manga del suéter mientras se enfadada consigo misma-. ¡Oh, Dios mío! ¡Dios mío! – observó el moratón de su cuello de cerca, aún había restos de sus dientes y hasta petequias por el chupetón encarnecido-. ¡Joder! ¡Joder! – volvió a romper en llanto, ¿cómo había podido sobrepasarse tanto?-. Lo siento, te juro que no pensé... no me di cuenta... lo siento.

Esta vez fue Natalia la que la abrazó arrepentida, mientras intentaba dejar de llorar y acariciaba a la rubia con extrema suavidad, como si se diera cuenta por primera vez de lo frágil que era entre sus brazos. Sus labios buscaron los suyos que no se resistieron pero tampoco indagaron, y poco a poco el momento fue pasando, serenándolas.

- Espera, bajaré a la farmacia. Pediré algo de árnica para aliviar... – le tembló la voz, aún no podía creerse que su encuentro sexual hubiera acabado en aquello, y no pudo terminar la frase mientras veía como Alba se ponía el suéter para cubrir los excesos-.

Esta se sentó en la cama con la mirada en el suelo. La morena se sentía tan culpable que le entraron ganas de vomitar.

- Nat... -la llamo en un susurro, pero a ella le retumbó interiormente como si la llamara por grandes altavoces-. Esto no va a funcionar.

That was then... // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora