96- Oscuridades pasadas.

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10 de Enero. Bar Galera.

Eran las cinco de la tarde cuando Natalia por fin pudo tomarse el primer descanso del día. Muerta, y con sólo cafés y un mal sándwich en el cuerpo, se dejó caer en el sofá de la sala común para cerrar los ojos aunque fuera por unos minutos. Los papeles en su despacho se apilaban sin descanso, y es que haberse tomado esas largas vacaciones en Holanda con Bea y Tara, al final pasaban factura.

- Oh, Natalia... Por fin te encuentro.

Ella enderezó la cabeza y se encontró con Rafi.

- Rafi, dime... ¿En qué puedo ayudarte?

- Quería preguntarte si has podido revisar mi solicitud de permiso para la semana del veinticinco al treinta y uno –le preguntó-.

- No, no me suena haberla visto. ¿Es para este mes?

- Sí. La pedí la semana pasada. Se que ha sido un poco precipitado, con el jaleo de las fiestas y todo eso, pero es que... -la mujer, que se había embalado, de pronto se paró en seco-.

Natalia se la quedó mirando sin entender el repentino silencio.

- Bueno, es que Alba participa en un par de actividades de la facultad esa semana, y me gustaría tomármela libre para disfrutar de ella –terminó por confesar-. Así que si pudieras hacerme el favor de hacer lo que puedas al respecto, te lo agradecería.

- Claro, en cuanto vuelva al despacho te lo miro y te digo algo. Supongo que no habrá problema –le contestó-.

- Gracias, eres un sol. Bueno, te dejo descansar... ya me dices –se lo agradeció-.

- Sí, tranquila.

Rafi salió de la habitación, mientras a ella la simple mención de Alba le había revolucionado todos sus sistemas. Sabía por Bea que la chica estaba en la ciudad, pero aun no había encontrado la excusa para volver a encontrársela cara a cara, y retomar el contacto pendiente. Se levantó del sofá. Tenía que buscar a Bea y pedirle que indagara a través de Laura, en qué consistirían aquellos acontecimientos de facultad en los que participaría. Con un poco de suerte, se trataría de algún tipo de evento al que pudieran ser invitadas casualmente.

Facultad de Bellas Artes

La clase de Marta terminó, y los alumnos fueron recogiendo sus materiales antes de abandonar el aula. Alba se acercó a ella una vez fue liberada por un par de alumnos, y sonrió mirando a su alrededor.

- Se te da bien. Se nota que tienes complicidad con ellos y que valoran tus conocimientos –le dijo a su amiga-.

- jajajaja... ¿Sí? La verdad es que aún se me hace raro estar enseñándoles algo yo a ellos. Si supieran que soy un fracaso como escultora, no sé si me escucharían –le dijo-.

- No digas gilipolleces, no eres ningún fracaso como escultora, ¿me oyes? –se enfadó un poco Alba por aquel pésimo comentario-.

- Venga ya, Reche. Las dos sabemos que mi obra no es nada del otro mundo, por no hablar de que llevo años sin molestarme en exponerme al público. El talento os lo quedasteis todo entre Julia y tú, y la verdad es que no me importa. Es tan hermoso lo que hacéis, y yo soy tan feliz de poder apreciarlo y enseñar a otros a que saquen lo que yo no puedo, que me siento llena –le contestó ella, y luego la miró-. Me basta con poder hacer mi arte, y sobretodo me siento orgullosa de ver como ellos mejoran con lo que puedo enseñarles.

Algunos alumnos se despidieron de ellas, mientras abandonaban el aula.

- ¿Has visto como te miran? –le preguntó Marta, con una sonrisa-. Ángel no ha dado pie con bola en toda la clase, y Noelia... jajaja... un poco más y se carga la pieza cuando has pasado por su lado y le has hablado. Sin darte cuenta te has convertido en Laura para ellos.

That was then... // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora