93- LA.

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Los Ángeles.

El sol llevaba varias horas en lo alto y Alba cogió su café caliente antes de apoyar la frente en el frío ventanal que le daba una amplia panorámica de la urbanización. Cerró los ojos al sentir aquel frescor tan reconfortante en la piel. Hacía tres semanas que había vuelto a casa, y sin embargo aquella sensación de incomodidad constante no se aplacaba.

- ¿Queda un poco de café para mí?

Aquella pregunta formulada en perfecto inglés la ubicó de nuevo en el mapa. Se giró tratando de reconstruir su ánimo. Cameron no era el típico ligue de una noche. Se conocían desde hacía un par de años, y a veces terminaban juntas cuando coincidían en una fiesta. Se caían bien, y era fácil.

- Claro que sí –le contestó dispuesta a prepararle una taza-.

Cuando pasó por el lado de Cameron, ésta le dio un beso y la siguió agarrándose a su camiseta. Alba no dijo nada. Preparó el café bajo la atenta mirada de Cameron y luego se la ofreció.

- Gracias –le dijo-.

Las dos se quedaron calladas mientras bebían. Cameron sabía que a la pintora le gustaba aquella calma silenciosa por la mañana. Aún así, la había notado especialmente distante desde que se reencontraron la noche anterior. Como si aquellas ganas y aquella luz que desprendía normalmente, estuvieran apagadas.

- No quiero que pienses que me meto donde no me llaman, pero... ¿te ocurre algo? Te noto diferente, no sé –le dijo Cameron-.

Alba se quedó mirando unos segundos la figura alta y estilizada de Cameron. Nunca le habían atraído especialmente las rubias, pero le gustaba pese a ello.

- No, es solo cansancio –contestó-.

Cameron dejó la taza en el banco de cocina y se acercó a ella. Por alguna extraña razón no conseguía sentirse relajada, y tuvo que hacer un esfuerzo para no escabullirse de aquellos brazos cuando le rodearon la cintura. Se besaron, sin encontrar el "tempo". Cameron buscaba cosas, y ella no daba muestras de nada, así que al poco tiempo se deshizo el efecto del acercamiento.

- Bueno, entonces será mejor que me vaya y te deje descansar un poco –concluyó Cameron con una sonrisa-.

Alba no luchó por retenerla, y tras un poco de conversación, dejó a Cameron libre para que se vistiera y se marchara de su casa. Apenas media hora más tarde, volvía a sentir aquel frio en la frente, mientras apoyada en el ventanal, veía alejarse el coche de Cameron.  Cerró los ojos... "Ojalá fuera tan fácil dejarla marchar a ella", pensó mientras la imagen de los ojos color negro de Nat, renacían en su memoria.

Madrid.

La última vuelta a la manzana había merecido la pena. Natalia se quitó los cascos de su iphone, y decidió subir las escaleras hasta su piso de dos en dos.

- ¡Hola! ¡Ya estoy aquí! –anunció dejando la riñonera con las llaves en el recibidor, sin quitarse aún la ropa sudada-.

- Hola guapetona –se asomó Bea desde la cocina-. ¿Qué tal ha ido la carrera? Te estás volviendo a poner en forma, ¿eh? –comentó Bea con cierto sarcasmo, pues había vuelto a tomarse en serio sus entrenamientos y ella creía saber el verdadero motivo-.

- Genial. He conseguido bajar unos minutos, claro que este frío también ayuda a espabilarte –le contestó sin captar sus dobles intenciones-.

- jajaja... sí, la verdad es que sí. He encendido la calefacción. Me imagino que querrás ducharte.

Se terminó un vaso de agua antes de responder.

That was then... // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora