66- Te odio.

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Natalia salió de la ducha y limpió el vaho del espejo con la mano. Al mirarse a los ojos se sintió mal consigo misma. Había pasado la noche de nuevo en el sofá, y aunque había escuchado a las dos chicas levantarse para ir a la facultad, se hizo una vez más la dormida para no afrontar los ojos llenos de preguntas y tristeza de Alba.

- "Menuda farsante estás hecha" –se reprochó mirándose a la cara en el espejo-.

Alba no había tenido valor para contarle su traición por miedo a perderla, pero ella también le ocultaba cosas por el mismo motivo. Pensó en Iris y en la beca que aún no había mencionado. Llevaba meses sopesando un tema que no sólo la implicaba a ella y aún así, seguía callada. Al menos su chica había caído ante una tentación humana. Ella sin embargo la había desplazado y cambiado por una vocación que la sumía en una soledad obsesiva y escogida. No sabía qué hacer. Por primera vez su personalidad práctica y funcional no le servía, porque lo que la razón le gritaba, el corazón lo debatía a puñaladas, y dolía. Dolía demasiado.

Salió del cuarto de baño para vestirse, pero se detuvo frente a la cama al ver que aún estaba desecha. Cogió la camiseta del pijama de la rubia y no pudo evitar acercársela al rostro para olerla. En cuanto respiró su aroma las piernas se le aflojaron y tuvo que sentarse en el borde del colchón para no caerse. ¿Cómo iba a renunciar a aquello? ¿A aquella sensación tan humana que la debilitaba e inundaba con detalles tan cotidianos?  Tenía tanto miedo de cerrar de nuevo aquella puerta. No quería volver a convertirse en aquella adolescente aterrada, perdida y fría, que asomaba de vez en cuando para mantenerla erguida.

De repente, se quitó el albornoz como si picara y abrió el armario de Alba de par en par. Sin pensárselo dos veces, se enfundó sin ropa interior uno de sus  vaqueros, y eligió por el olor, el suéter que mejor guardaba su aroma. La necesidad de conservarla en su piel fue tan acuciante de pronto, que se metió en la cama vestida, tapándose hasta las orejas. Algo en su interior se aferró fuertemente a aquella sensación vulnerable y de pertenencia, hasta que sin darse cuenta, se quedó dormida.

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Alba apenas conocía la ciudad, pero no le importó averiguarse la vida. Laura tenía que quedarse hasta el medio día en la facultad, pero ella no podía permanecer lejos de su novia ni un segundo más. En cuanto terminó de resolver su expediente y asistió a la introducción de una clase, pilló un par de autobuses y se plantó en casa. Dudó un segundo antes de abrir. Allí frente a la puerta de su nueva vivienda, no pudo evitar que las manos le temblaran ante la incertidumbre de no saber que iba a encontrarse. Despertar en mitad de la noche sin ella, había sido un duro golpe, que si bien no podía reprocharle, le había dolido más de lo que podía admitir, regresándola de nuevo a la casilla de salida. La culpa y la agonía de estar con ella sin estarlo, estaba siendo insufrible para ella con la guillotina de su partida a la vuelta de la esquina.

Entró despacio, todo estaba en silencio y su corazón se fue acelerando como en la trama de una película de terror. "Si se ha ido... me muero", pensó, y la sangre se le heló mareándola mientras su cabeza ya elucubraba alternativas para ir a buscarla.

- Nat... -la llamó, pero no hubo respuesta-.

Alcanzó el pomo de su habitación y cerró un segundo los ojos suplicando por que dentro estuvieran aún la maleta y sus cosas. Al entrar, su pánico desapareció. Todo estaba dónde lo habían dejado, y ella dormía en la cama. "Gracias, Dios mío... gracias", agradeció en silencio.

Alba dejó su mochila en el suelo y se desprendió del abrigo, luego se acercó hasta la cama para poder contemplarla un momento. La echaba tanto de menos. La contempló, sintiéndose mal por ser la causante de sus malas noches. Estaba tapada hasta el cuello, y unas gotitas de sudor se dibujaban en su frente, manifestando que hacía demasiado calor allí dentro. Despacio,  trató de retirarle al menos la colcha de encima, y al hacerlo se dio cuenta de que llevaba puesta su ropa. Se había acostado completamente vestida y enterraba la nariz en el olor de su suéter, en un gesto posesivo y tierno que cogió completamente a Alba desprevenida.

That was then... // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora