Aquella misma noche:
Alba
Se metió en el taxi y dio la dirección de casa. La mente iba tan rápida, que la vista navegó perdida por la ventanilla, mientras su cuerpo no podía parar de tiritar.
- Son ocho con cuarenta –le dijo el taxista cuando llegaron al destino-.
Ella buscó en sus bolsillos y le entregó un billete de diez. Luego salió del vehículo, y luchó con la llave en la cerradura de la puerta.
- Maldita sea... ¡Ahora no! –gritó intentando contener el temblor que sentía y que amenazaba con romperla de nuevo-.
La puerta cedió, y cuando por fin entró en el domicilio, se derrumbó sintiéndose tan frágil e inestable, como un castillo de naipes. Natalia y ella se habían besado, se habían deseado, y todo estaba mal, profunda, sucia e inaceptablemente, mal.
Natalia
Como un animal acorralado, anduvo durante horas por el apartamento reviviendo segundo a segundo cada instante de aquel encuentro con Alba. Sus gestos, sus manos, su voz... su boca. La piel aún le ardía y le temblaba por igual, mientras su cabeza era un hervidero de preguntas, dudas, y sobretodo, temores que no era capaz de apaciguar. Por eso, cuando el sonido de la puerta anunció la llegada de Bea, no pudo más que quedarse quieta en mitad de la estancia.
- Ey, ¿qué haces ahí? ¿No podías dormir que me esperas despierta? –bromeó Bea entrando con una gran sonrisa-.
La cara pálida y desfigurada de la chica le devolvieron la mirada, y entonces su ceño se frunció preocupado.
- ¿Estás bien? –le preguntó Bea-.
- Necesito que hablemos –musitó ronca, rota-.
Bea se fijó en que apenas podía contener el temblor de sus manos, por eso se las agarraba firmemente mientras seguía allí parada, petrificada. Soltó el bolso en el sofá, y se acercó rápidamente hasta ella.
- Natalia, me estás asuntando... ¿ha pasado algo? ¿qué... -a Bea no le dio tiempo a seguir preguntando, a ella se le escapó una lágrima silenciosa-.
En cuanto Bea alcanzó a abrazarla, se precipitó en un llanto desconsolado que les llevó tiempo serenar.
Diez días después
Ni rastro de Nat. La semana había pasado y no había habido llamada ni mensaje de quedada, ni ningún tipo de movimiento e intento por aclarar las cosas. Alba estaba bajo mínimos, todo se repetía en su cabeza. Había meditado, racionalizado lo sucedido, ejercitado su cuerpo hasta reventar de agujetas, y aún así, cuando el mundo se paraba, el veneno que la saliva de la morena había vertido en su cuerpo, volvía a hacer efecto llenándola de imágenes y sensaciones ingobernables para ella.
Alba miró el reloj, y cogió las llaves del coche que tenía que devolverle a su madre además de una bolsa que quería darle. Sus entrañas permanecieron contraídas todo el trayecto hasta el local, pese a que su madre le había dicho que Natalia no estaba de turno. Aparcó en la zona reservada al personal, y maldijo aquella sensación paranoica que le hacía temer encontrársela en cualquier parte."Odio que seas capaz de paralizarme de esta forma", pensó y tomó aire para dominarse mientras entraba, y sólo consiguió tranquilizarse cuando su madre apareció por el pasillo con su sonrisa protectora."Oh, gracias a Dios... mamá".
- Ya estás aquí –dijo su madre alegrándose por ello, y como respuesta recibió un abrazo necesitado de su hija-. ¡Qué abrazo! No es que me queje, pero... cariño, ¿estás bien? –preguntó su madre aún estrechándola, la exhalación que había dado su hija al encontrarla, había sido muy significativa-.
- Sí, ahora si –le contestó, y era cierto-.
Alba la soltó, pero su madre siguió sujetándola con cariño de ambos hombros.
- Anda ven, hoy ha sido el cumpleaños de David, uno de los camareros, y su novio que es pastelero nos ha hecho una tarta para que lo celebráramos con él –le informó su madre, mientras se enganchaba del brazo de su hija para llevársela a la sala de descanso-. Es de chocolate.
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Natalia se colgó la mochila de bandolera al hombro, y echo a andar como pudo. Llevaba carpetas en los brazos, y apenas podía manejarse con todo aquel papeleo que acababa de recoger en dirección."¿Por qué diablos acepté volver aquí?", se preguntó malhumorada, pero en cuanto cerró un segundo los ojos para coger aliento, la imagen de Alba se coló en sus pensamientos tibiándole la piel. Aún no había decidido qué hacer con respecto a lo ocurrido con ella aquella noche, y el trabajo era la única vía de salida que conocía para aplacar todo aquel caos que se había desatado en su interior tras besarla. Abrió con la llave su nuevo despacho, y dejó todas las carpetas sobre la mesa. Todo estaba patas arriba, y no sabía ni por donde empezar...
- Bueno, no es lo único en mi vida que está hecho un desastre –se dijo aprovechando que estaba sola. Luego resopló mirando a su alrededor y con determinación, se puso manos a la obra-. ¡Vamos allá!
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- En serio, mamá... ¡Estoy bien! –le aseguró por undécima vez, tenía que marcharse-.
- Pues si estás bien, come... te veo más flaca –le dijo su madre-.
- Como, tranquila –le aseguró-.
- ¿Vendrás a cenar mañana? –le preguntó su madre-.
- Sí, iré
- Bien.
Alba la besó en la mejilla. Después de hablar con su madre estaba más tranquila, pero aún así quería marcharse a casa. El bar le removía demasiadas cosas.
- Espera... te olvidas esto –le dijo su madre recogiendo la bolsa de papel que ella había traído consigo-.
- En realidad, la he traído para que me hagas un favor –le dijo ella-.
- ¿Un favor? ¿Qué tipo de favor? –preguntó curiosa y luego abrió la bolsa para ver qué había dentro-.
- Es la ropa que me prestó Natalia, dásela tú, ¿vale? –le pidió antes de que su madre preguntara-.
- Cariño, ¿estás segura que no quieres dársela tú personalmente? Soy consciente de lo revuelta que estás con ella por aquí, pero parecía que lo estabais arreglando...
A ella le costó mirarla a los ojos, pues no se había atrevido a contarle a su madre que se habían besado. Se sentía culpable, y sucia por haber deseado a Natalia en silencio, hasta que sus sentimientos parecían haber traspasado las barreras materializándose en aquel increíble beso. Su cabeza lo había revivido tantas veces, que ya no estaba segura de que hubiera sido la morena la que dio el primer paso, o si inconscientemente había sido ella la que había aproximado sus labios... todo estaba confuso, salvo una cosa, besarse con ella había estado mal, muy mal... y no quería volver a tener aquel sentimiento de culpa y de desprecio hacía sí misma, ni que su madre se esforzara en mirarla a la cara, luchando contra la sombra de su padre y sus infidelidades reflejándose en su hija. Alba no quería volver a ser esa persona, y no lo sería.
- Lo sé, es sólo que...
- Aún la quieres –dijo su madre por ella-.
Ella la miró y una lágrima resbaló por su mejilla.
- ¡Oh, mi amor! No pretendía... –su madre la abrazó. Alba no se permitió desbordarse. Estaban en el trabajo de su madre y no quería que corrieran habladurías sobre la hija de la jefa de cocinas-.
- Tranquila mamá, se me pasará, es sólo que estoy sensible ahora y son muchas cosas de golpe –no quiso preocuparla-.
Su madre no la creyó, pero viéndola reponerse, no quiso volver a inquietarla.
- Le daré la bolsa por ti –le dijo su madre, pero ella se la cogió de las manos-.
- No, tienes razón. Debería devolvérsela yo, ya no soy una niña para refugiarme en tus faldas –esbozó una sonrisa, no quería marcharse dejando a su madre preocupada-.
- Me encantaba que lo hicieras... ¡Oh! ¿no me saldrías lesbiana por eso, no? –Rafi también quería ver a su hija salir de allí entera y risueña, así que bromeó con el tema-.
Alba por fin rió con ganas junto a su madre.
- ¡Te quiero! –le dijo su madre dándole un último beso-. Y siempre estaré orgullosa de ti, seas como seas, y hagas lo que hagas en la vida... ¿lo sabes, no?
Como en un libro abierto su madre leyó los temores de su alma, y la calmó sin que tan siquiera se lo pidiera. A ella se le puso un nudo en la garganta.
- Yo también te quiero, mamá.
- Lo sé, cariño... lo sé. Anda ve. Nos vemos mañana en la cena.
- Allí estaré.
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- ¿Por qué diablos piden todo por triplicado? Luego ni lo archivan ni lo leen ni nada –se quejó por el papeleo, pero cogió la carpeta con los formularios y salió del despacho en busca de la fotocopiadora-.
Ensimismada y cabreada como iba, giró la esquina del pasillo sin levantar si quiera la vista. Cuando se vino a dar cuenta ya la tenía encima.
- Oh... perdona... no... ¡¿Alba?! –las palabras salieron de su boca apresuradas mientras algunos papeles se le resbalaban hasta el suelo-.
- ¡Nat! –a ella se le cortó la respiración por la sorpresa-. ¿Qué haces aquí?
Ambas se agacharon a recoger lo que se había caído.
- Trabajo aquí, ¿recuerdas? –pese a los nervios de encontrársela de nuevo, Nat sonrió-.
- Sí, claro... quiero decir.... mi madre me había dicho que no estabas de turno –decidió ponerse de pie al ver que le temblaba la mano al devolverle los impresos que había recogido del suelo para ayudarla-.
Natalia también se incorporó tras notar sus nervios, y las dos se quedaron mirándose de frente en un momento de silencio.
- Quería... quería devolverte esto –dijo finalmente tendiéndole la bolsa con la ropa prestada-.
La morena la cogió y al ver sus vaqueros y su suéter, no pudo evitar que se le viniera a la mente la imagen de Alba con ellos puestos ni lo mucho que había deseado su piel bajo las prendas aquella noche. Cerró los ojos apenas un instante, y cogió fuerzas para disculparse...
- Alba, quería haberte llamado para disculparme por lo de la otra noche pero...
- No pasa nada tranquila, sé lo que quieres decirme...
- ¿Ah sí? –preguntó con cierta curiosidad al percatarse que la rubia adoptaba una actitud bastante esquiva."Bueno, es lo normal, ¿no? La besas y luego huyes... ¿qué esperabas?"pensó-.
- Hacía años que no nos veíamos y supongo que el reencontrarnos de esta forma, y volver a conectar entre nosotras, nos ha removido viejos recuerdos y sentimientos, que bueno... la otra noche quizá confundimos. Sé que piensas que fue un error, y estoy de acuerdo contigo. Tuvimos un momento de "nostalgia", entre las cervezas y la charla, y terminamos besándonos. ¡Esas cosas pasan! –estaba tan nerviosa y centrada intentando hacer lo correcto que no quiso plantearse la veracidad de sus palabras-. Sólo quiero que sepas que por mi parte no tienes de qué preocuparte, sólo fue un beso, y ya tenemos cierta edad como para ir esquivándonos por las esquinas por un mal entendido. Para mí no significó nada, fue algo sin importancia, así que tranquila.
"¿No significó nada?",se preguntó Natalia mientras la escuchaba. La punzada que le había dado en el pecho al escucharlo de sus labios, sí significaba algo... algo para lo que no estaba preparada a enfrentarse todavía.
- Sí, supongo que tienes razón –contestó sin saber qué añadir a lo que acaba de decir Alba-.
- Espero que nuestra "tontería" de la otra noche, no haya supuesto un problema entre Bea y tú –se atrevió a sacar a colación Alba. Bea le caía bien, y aquel tema la había tenido bastante preocupada, así que frivolizó sus sentimientos pese a que para ella, aquel beso, había significado más de lo que nunca revelaría -.
- "Nuestra tontería..." -musitó por lo bajo Nat, y se le dibujó una sonrisa amarga que la otra no llegó a vislumbrar. Por fin la miró a los ojos-. No, estate tranquila, Bea y yo estamos bien.
- Me alegro–"¿Me alegro?... No, no lo hago... ¿por qué diablos no lo hago? ¿por qué sigo teniendo estos sentimientos por ti, joder?", quiso gritar, pero en su lugar agachó la mirada-.
La atmosfera entre ellas se puso de pronto tensa y silenciosa, ninguna sabía cómo seguir aquella conversación."Es absurdo... habla... dile algo, lo que sea", intentó Natalia romper con aquel suplicio de lejanía entre ambas, pero no se le ocurría nada, estaba bloqueada. Ni siquiera sabía qué quería o esperaba de aquel enorme lío en el que se había metido al besarla. Por primera vez en muchísimo tiempo había entendido que jamás la había olvidado, que guardaba sentimientos profundos hacía ella todavía y que estaba aterrada. Aterrada porque no sabía si aún existía o quería aquel camino, porque apenas conocían nada de sus diez años de distancia, porque tenía planes y compromisos con Bea... porque le asustaba volver a confiar en Alba y al mismo tiempo no estaba segura de poder bajar sus propias defensas.
Bea apareció en el pasillo. Por un momento, al verlas una frente a la otra, estuvo tentada de volver a meterse en el despacho y dejarlas a solas, pero ambas se giraron hacia ella y le pareció absurdo escapar de allí. Bea decidió sonreír amablemente y acercarse como si nada.
- ¡Estás aquí! –dijo dirigiéndose a Natalia y dándole un beso en la mejilla-. Hola, Alba... no te esperaba.
- Hola –ella se sorprendió de que le diera dos besos-. He venido a devolverle el coche a mi madre y de paso a pasar un ratito con ella –omitió lo de la ropa de la morena porque no sabía qué se habían contado como pareja-.
- Eso es genial, pues yo vengo a ver si puedo sacar a esta de estas paredes. Se suponía que teníamos el día libre, pero se ha emperrado en ejercer con sus funciones administrativas -explicó Bea sonriente-.
- Sólo tengo que fotocopiar un par de cosas, y podemos irnos –le contestó-.
- Eso espero, porque no quisiera emplear la fuerza bruta para disuadirte –bromeó Bea-.
- No, tranquila –sonrió Natalia por el comentario-.
- Bien –le dijo Bea guiñándole un ojo-.
Alba contempló la escena entre ellas, y se sintió de pronto revuelta."Tengo que salir de aquí", se dijo. Una cosa era intentar hacer lo correcto y otra torturarse en el proceso.
- Bueno, tengo que irme... Me alegro de haberos visto –dijo-.
- ¿Te vas? ¿No quieres que nos tomemos algo? –preguntó Bea volviendo a centrarse en la rubia-.
- Es que he quedado... con... con alguien, y... y se me ha echado el tiempo encima –improvisó mirándose el reloj para enfatizar que llevaba prisa-. Otro día si eso, ¿vale?
- Como quieras –le dijo Bea, y a pesar de que ella ya quería irse, aún la enganchó para darle un par de besos-.
Alba en cambio no hizo ningún intento de besar a Natalia, y simplemente se despidieron a mano alzada con un "Nos vemos" y un "Adiós". Tanto Bea como ella se le quedaron mirando mientras Alba desaparecía por la puerta.
- No se lo has dicho, ¿no? –le preguntó Bea a Nat una vez se quedaron a solas-.
- No –contestó ella, e intentó salir hacia la fotocopiadora, pero Bea la atrapó por la mano-. ¡¿Qué?! –exhaló con más frustración de la que esperaba-.
- Woow –exclamó Bea alzando las manos en son de paz-.
- Perdona, es que... no quiero seguir hablando de esto –le dijo-.
- Bien, sólo quiero que sepas que estoy de tu parte.
- Lo sé.
- Vale
Natalia miró los informes que llevaba bajo el brazo. Ya no le apetecía nada seguir allí.
- Salgamos de aquí. Te invito a cenar... necesito una copa –le dijo de pronto-.
- Muy bien, pues vamos. Te sigo –se apuntó Bea de inmediato-.
Bea acompañó a la chica hasta su despacho, y cuando por fin ésta cerró bajo llave el trabajo, las dos salieron de allí.
- Alba piensa que fue un error –comentó en voz alta-.
Bea se giró para mirarla, y ella le devolvió el gesto.
- Que fue una tontería fruto de un momento de nostalgia, por volver a encontrarnos –acabó de comentarle-.
- Eso sí que me parece una tontería –le dijo Bea-.
Natalia simplemente se encogió de hombros y miró al frente mientras tiraba la cabeza hacia atrás. Bea esperó, sabía que había más.
- Dice que no le demos importancia, porque para ella no la tuvo.
- ¿Seguro que no la tuvo? –preguntó entonces Bea-.
- Me ha dicho que "no significó nada", tal cual –le comentó volviendo a mirarla-.
- ¡Auch! –Bea hizo una mueca-. ¿Y qué piensas hacer al respecto?
- ¡¿Qué quieres decir?! –preguntó con sorpresa sin entenderla-.
- Bueno, es evidente que para ti si que está significando algo, así que... ¿qué piensas hacer? ¿afrontarlo o esconderte? –quiso saber Bea-.
Natalia se le quedó mirando como si aquellas opciones no hubieran pasado por su cabeza."¿Qué voy a hacer?... ¡No tengo ni idea!",pensó sin poder dar contestación a lo que Bea le planteaba.
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That was then... // Albalia
FanficNuevo Fanfic Albalia, espero que os guste, nos leemos!! Alba quedó inmediatamente hipnotizada por la belleza de la silueta... sus piernas largas y delgadas, descansaban una en semiflexión sobre el taburete y la otra apoyada en vertical en el suelo...