》Yuta×Mina《

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— Prometo regresar Yuta. –El niño la miraba con sus ojos hechos agua por las lágrimas

— ¿Lo juras?. –Aquella chiquilla de trece años con mirada de ángel, quitó su collar y se lo entregó al castaño

— Juro que regresaré

Mientras ambos se tomaban de las manos y observaban su último atardecer juntos, la linda chiquilla sonrió y besó al castaño tomándolo desprevenido.

—Te quiero Yuta.— Susurró

—Y yo a ti Mina

Esa historia podía ser la más bella de todas, dos niños enamorados que tenían que separarse porque Yuta vivía en el campo y Mina su gran amor tenía que mudarse a la ciudad, a una ciudad muy lejana donde Yuta no podía visitarla

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Esa historia podía ser la más bella de todas, dos niños enamorados que tenían que separarse porque Yuta vivía en el campo y Mina su gran amor tenía que mudarse a la ciudad, a una ciudad muy lejana donde Yuta no podía visitarla.

El niño vivió con el recuerdo de que ella alguna vez iba a regresar, porque tenían una promesa, porque ella regresaría y terminarían juntos. Pero los años pasaban y ella no volvía.

Cuando el joven Nakamoto cumplió veinte años, era todo un jovencillo trabajador, era el encargado del ganado y era la mano derecha del padre de Mina, dueño del lugar y que solo venía una vez al año para pasar el rato.

Mina nunca volvió y Yuta no volvió a escuchar su nombre hasta que un día, en su cumpleaños número veintiuno, el padre de Mina le informó que ella estaba comprometida y que se casaría al finalizar sus estudios.

Yuta jamás se había sentido tan desilusionado y creía firmemente que nunca más la volvería a ver, que ella nunca volvería a ese campo y que ella se había olvidado de él y lo justo era que él se olvidara de ella.

Había pasado poco tiempo, Nakamoto tenía veintiséis y era todo un hombre del campo, totalmente diferente al débil chico de trece años.

—¿Por qué sigues usando ese collar?.— Preguntó su madre mientras observaba a su hijo limpiar el establo

—Porque combina con mis ojos madre.— Bromeó haciendo reír a su madre.

—El viejo Jeon quiere que vayas a darle una vuelta al campo, junto al río, a lado de la carretera, quiere asegurarse que la barda que levantaron este bien y no podrida por la humedad

El joven castaño asintió y mientras daba un paseo a caballo de rutina, escuchó unos gritos junto río y no se extrañaba, las lluvias ese año estuvieron tan fuertes que el río se desbordo un par de veces y ahora había tanta tierra blanda que las llantas de los autos se hundían atascándose en el lodo.

Cuando llegó al lugar, notó a dos chicas tratando de sacar las llantas del lodo, pero su atuendo citadino les impedía moverse. Para Yuta era tan gracioso ver cómo la gente de ciudad creía que podrían con la naturaleza

—¿Necesitan ayuda?.— Les mencionó acercándose en su caballo.

—Pero mira que galante hombre viene por ahí.— Mencionó uno de las chicas.

—¡Estamos bien!.— Gritó la otra –No necesitamos ayuda.— Le informó a su amiga con desespero.

—¿Seguras que no necesitan ayuda? No podrán sacar esa llanta del lodo

Ambas chicas se miraron retándose un largo tiempo hasta que la más gruñona de todas se negó.

— Eres tan necia —

Yuta las ignoró un largo rato hasta que una de ellas se giró para aceptar la ayuda del hombre guapo. La chica de tez un poco bronceada y de pelo corto, cayó por el lodo hasta el río acorralando su tobillo entre unas rocas.

El grito fue tan estruendoso preocupándo a Yuta obligándolo a bajar del caballo de forma rápida.

— ¡Dios mío Momo!.- Gritó La chica tratando de acercarse a ella sin caer

— Tranquila, no se mueva.— Mencionó el castaño mientras quitaba las rocas de su tobillo provocándole un dolor insoportable a la chica.

— Me duele.— Lloró

— Tendré que llevarte al médico de la hacienda

Mientras el castaño, ayudaba a la chica una de ellas no dejaba de verlo. Él podía reconocer perfectamente esos ojos, era tan hermosa, había cambiado mucho, ya era toda una mujer. Y mientras ella averiguaba de donde lo conocía, Yuta ayudaba a la otra chica

— Listo

—¿Quién te dio esa medalla?.— Soltó de repente llamando la atención de ambos.

—¿Perdone?

—¡Quién te dio esa medalla!.— Trató de acercarse pero él se lo impidió.

—Vaya que me ha olvidado, señorita.— Se burló con decepción mientras tomaba en sus brazos a la chica cuyo nombre o apodo era "Momo"

—¿Yuta?.— Frunció el ceño sin creérselo

Se sentía tan tonta por no haberse dado cuenta antes.

—Ese mismo .— La ignoró alzando a la chica hasta su caballo.

—Yo... — Sintió sus ojos picar mientras veía al castaño.

Era tan atractivo, había cambiado demasiado, casi no lo reconocía. Sus brazos lucían más marcados y parecía que los botones de su camisa estaban a punto de reventar. Su rostro tenía facciones más marcadas y su cabello seguía recortado como siempre.

— Yo no la olvide por mucho tiempo y veo que usted solo me mando un mejor plano

—Yo no te olvide

—¿Cómo está su prometido?.— Mina se sentía atacada. –Mejor no diga nada más

—Yuta, a pasado mucho tiempo, yo, bueno, no creías que iba a pasar ¿o sí?.— El rostro de desilusion del chico le respondía todo.

—Que bueno que este aquí, así le puedo devolver esto y todas sus falsas promesas con él.— Le sonrió de la forma más amable que partió su corazón mientras arrancaba la cadena de su cuello.

—Es tuyo.— Se negó a recibirlo

—Nunca fue mío.— Murmuró arrojándolo junto al río. –Mandaré aun peón por usted, tengo que llevar a la señorita al médico antes de que se infecte la herida

—Yuta

—Tranquila, no le pasará nada

Mina los vio partir a lo lejos y de sus ojos no dejaban de salir lágrimas, caminó con mucho cuidado por el rio tomando el collar del lodo, lo miró con tristeza y decepción. ¿Pero qué había hecho?

 ¿Pero qué había hecho?

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