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𝕭𝖔𝖗𝖓 𝖔𝖋 𝕳𝖊𝖑𝖑
Somi era una chica que admiraba el arte cada vez que tenía la oportunidad. Era una chica callada pero muy observadora, y una vez al mes iba al museo cuando cambiaban las exposiciones, ella siempre decía que el arte le recordaba su lado sensible, el cual había perdido desde que tomó el rol de pasante en el Corean Board of Forensic Anthropology. Ella creía que podía entender mejor los cadáveres que a los vivos.
—Somi, saldremos hoy ¿quieres venir con nosotros? —Somi despegó su mirada de la mesa de autopsia, ella acomodó sus lentes y negó.
—Me gustaría pero el museo está exponiendo las pinturas de alexandre cabanel. —Sus compañeros ni se molestaron en lo más mínimo, ellos ya estaban acostumbrados a ese tipo de respuestas.
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Cuando llegó al museo caminó de forma tranquila casi sin prestarle atención a las personas a su alrededor pues toda su atención estaba enfocada a los cuadros.
Los colores, los trazos, la expresión en los rostros eran impresionantes, podía expresar el dolor en cada rostro, tristeza, incluso el enojo.
Siguió caminando por los pasillos ligeramente oscuros y la habitación helada hasta llegar al final de esta donde en solo se proyectaba un solo cuadro algo tétrico, con poca luz iluminándola. Al verlo, algo dentro de ella se removió, era un ángel sobre una mesa como si la estuviera golpeando, la emoción en su rostro expresaba dolor, tristeza.
Somi abrió su boca asombrada mientras acercaba su rostro a la pintura, parecía tan real, como si realmente la lágrima en su mejilla estuviera cayendo. Era aterrador, impresionante pero aterrador.
Podía escuchar los truenos reflejados tras él, la lluvia, podía sentir el dolor del ángel, la respiración agitada de este y un enorme impulso de tocarlo se hicieron presentes. Su mano se alzó con intenciones de tocar la pintura, era como si algo magnético se lo pidiera. Cuando sus ojos se acercaron observaron un grabado, uno casi imperceptible.
mijn essentie verdraaien toen ze mijn geest dwongen
Este la miraba, parecía que el ángel lo estaba haciendo, de pronto, Somi se sintió triste, enojada y ligeramente frustrada y a punto de tocar su mejilla fue su teléfono quien la sobresaltó.
