Lalisa era la menor de cuatro hermanas, era un alma libre que no le importaba otra cosa más que el bienestar de su familia, sonriente, amante de la literatura y del invierno, con un corazón bondadoso y una chispa llena de energía que no muchos hombres consideraban bueno para tratarse de una señorita que recién fue presentada a sociedad.
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A Lisa nunca le importó el matrimonio, en realidad, no estaba en sus planes enamorarse de un hombre ajeno a ella y compartir el resto de su vida atada a un matrimonio sin amor. Ella quería pasión y aventura, nada convencional para una jovencita como ella, los únicos hombres cercanos a ella sin contar a su amoroso padre, eran Jackson y Taeyong quienes pese a no tener ningún lazo sanguíneo con las cuatro hermanas, crecieron con ellas al vivir en la mansión de alado, viviendo un sinfín de aventuras, hasta que tanto Jackson como Taeyong se mudaron a la capital de la ciudad, separándolos por largos años.
Y tras la repentina muerte de su madre y del estrés en el que se veía envuelto su padre al no poder conseguirles esposo a sus cuatro hijas, tanto Lalisa como el resto tuvo que ceder.
Triste y sin opciones, aceptó viajar a la ciudad con su tía abuela en busca de un esposo.
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Tres años después, lo primero que vieron sus ojos fueron al apuesto y muy bien vestido castaño entrar acompañado de un par de caballeros a sus costados.
—¿Jackson?—Su voz lo obligó a voltear y cuando hicieron contacto visual una sonrisa se dibujó en su rostro —¡Eres tú! ¡Jackson!— Desde que Lalisa tenía memoria las muestras de afecto era algo ajeno a la fría actitud del castaño, pero después de tanto tiempo sin ver a la extrovertida chica, no le importó recibir el abrazo y estrechar su cuerpo al suyo, estaba contento de verla después de tantos años.
Pues su amistad era casi inquebrantable, una amistad que había iniciado por un accidente, por supuesto a ninguno de los dos les importó lo que las demás personas decían de ellos, pero después de mucho tiempo Jackson había caído en cuenta por lo que Lisa estaba pasando.
