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Se dice que desde los inicios del tiempo, el hombre y todos los seres mágicos convivían en paz, pero la maldad surgió y contaminó el corazón de algunos de los hombres. Este sentía un hoyo en su corazón, hoyo que nada podía llenar, ningún objeto, ningún placer, ningún poder y en su infinita avaricia ese hombre decidió expandir su dominio declarando una guerra a todos los seres mágicos.
Pero esa guerra comenzó a ser más sangrienta, cada vez morían más seres mágicos y algunos hombres aliados. El hombre cuyo apodo tomó forma de Balord, quería algo más, quería la luz yacente del bosque para así gobernar absolutamente todo.
Minnie, corrió, flamas azules salían de sus manos quemando así a los hombres que trataban de matarla. Su madre corría tras ella aferrándose a la luz del bosque. El fuego hecho por el hombre estaba consumiendo el bosque en el que Minnie vivía.
—Minnie escúchame con atención, tienes unir ambas luces y llegar a una tregua con los hombres del mar
—¿Yo? ¿Por qué yo? Los... Los hombres no nos ayudarán
—Lo harán, los guardianes de esa luz lo harán Minnie, pero tienes que cuidarla con tu vida antes de que las luces se unan
—Madre
—Hija, tienes que huir de aquí —Minnie se negaba abandonar a su madre, pero entre el escándalo, explosiones y fuego, Minnie fue arrastrada contra su voluntad y llevada lejos del bosque
Y mientras se alejaba en sus ojos se reflejaba la destrucción del fuego y la muerte del bosque.
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Habían pasado diez años y una sabia y poderosa Minnie había crecido dentro de las paredes del castillo en las colinas de idle.
Minnie observaba a lo lejos bajo la vista de las águilas el fuego de Balord y la destrucción a su paso, cada vez se volvía más poderoso y ella se estaba quedando sin aliados, aquel hombre no tardaría en atacar su castillo y si ellas caían, la tierra media peligraba
—¿El hombre? No podemos hacer tratos con esos seres egoístas —Minnie escucho la voz de Miyeon y la de sus compañeras discutir en medio del gran salón
