Rose sabía que ese chico estaba engañando a su mejor amiga con otra, lo sabía, lo presentía. Rose era una chica observadora, había desarrollado esa habilidad desde que tenía seis años, le daba importancia a los pequeños detalles, los detalles que las personas ignoraban, sobretodo le gustaba ver las expresiones faciales o corporales de las personas. Y en ese momento, justo en ese momento, Rosé no dejaba de ver a su amigo y no, no era normal esas miradas, la forma en cómo se tocaban, no, era normal.
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El maldito estaba engañando a Jisoo.
La pelirosa se puso de pie cuando el chico se perdió dentro de la casa, no lo soportaba, necesitaba decírselo a Jisoo.
Y justo antes de irse, el torso desnudo de Mingyu se colocó frente a ella. Rosé alzó la mirada hacia los ojos divertidos del pelinegro.
—Muévete
—¿A dónde vas? —Arqueó su ceja de forma divertida acto que Rosé consideró extraño. ¿Estaba protegiendo a su amigo?
—Me voy, tengo que...
—Tienes que...
No lo podía decir que uno de sus amigos estaba engañando a Jisoo y no porque ella no pudiera venir significa que ese chico iba hacer a lo que se le diera en gana, no si estaba Rosé vigilando.
—Muévete ¿Si?
Pero no lo hizo, lo que realmente nunca esperó es que Mingyu la tomará del torso, la cargará y ambos cayeran a la alberca.
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Rosé salió empapada escuchando las burlas del pelinegro y de algunos de los presentes, se sintió avergonzada, observada y humillada por los amigos de su hermano. Bufó molesta y trató de buscar al novio de Jisoo con la mirada
—Vete a la mierda maldito bufón. —Su sonrisa se borró cuando la seriedad de Rosé le atravesó el pecho.
La vio salir de la alberca echa una fiera, escurriendo de agua seguida por las miradas de los presentes.
