》San×Yuna《 ✔

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Dejó que sus hombres destruyeran el lugar y mataran a quienes les plazca, se los debía, ellos merecían divertirse

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Dejó que sus hombres destruyeran el lugar y mataran a quienes les plazca, se los debía, ellos merecían divertirse.

Se adentró al lugar con un paso lento, la enorme residencia estaba siendo destruida por sus hombres, era una pena, era un lugar bastante bello, notó los cuadros rotos y esculturas de mármol destruidas en el suelo. Todo lucía tan elegante y pulcro que sintió nauseas.

— Capitán— Escuchó la voz de Mingi acercarse bofeado. — Necesito que vea esto—

— ¿Acaso no fui claro? Dije que no quería rehenes

— La chica...

— No me importa, hombre o mujer, no quiero nada que no sea oro sobre mi barco—

— Tiene el sello real—

Eso le había llamado la atención. Sonrió con arrogancia observando la enorme casa donde se encontraba. Vaya problema se había mentido el capitán en invadir ese lugar y lo sabía.

— Súbela al barco— Ordenó mientras tocaba su barbilla y jugaba con el mango de su espalda — Espera— Tomó su brazo — Mingi, nadie la puede tocar—

— Súbela al barco— Ordenó mientras tocaba su barbilla y jugaba con el mango de su espalda — Espera— Tomó su brazo — Mingi, nadie la puede tocar—

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Había pasado una semana después de haber sido secuestrada. Su corazón no dejaba de latir, el mareo era insoportable, su estómago dolía y cada vez que tenía oportunidad vomitaba en el balde que limpiaban cada dos días. No era una chica de barcos, nunca había viajado realmente en uno. Ahora se encontraba en un calabozo donde algo de agua entraba y algunos crustáceos se escabullían.

Dejó de gritar y pedir auxilio cuando sintió la filosa hoja de la espada de aquel hombres rozar su cuello. Nadie se atrevía a acercarse ni dirigirle la palabra.

—¡Tortue! —Escuchó el grito de un hombre. Y entonces parecía que el balanceo del barco se detenía.

La pelirroja se levantó de suelo del barco y trató de golpear las cadenas con la madera del lugar. Si el barco había llegado a tierra, era su oportunidad de escapar y pedir ayuda.

Cuando por fin pudo dejar de sentir la presión en sus muñecas dio un tirón liberándolas. Tomó el vestido de pijama y comenzó a subir las escaleras de forma cautelosa. Abrió la pequeña puerta asegurándose de que nadie estuviese cerca y al darse cuenta que realmente no había nadie en el barco, decidió salir.

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