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Cuando abrió la puerta el polvo comenzó a picar en su garganta obligándolo a toser.
—Maldita pocilga. —Espetó muy molesto.
No estaba en los planes del joven millonario que su abuelo comprara el viejo teatro de la ciudad. ¿Por qué querría un jodido teatro?
Sacudió su mano para quitar el polvo que se veía por el aire y sin querer comenzó a mover las viejas telas del telón, sus piernas se envolvieron con torpeza con las cuerdas y para no caer tomó lo que creía que era una palanca, tiró de esta y cayó al suelo.
—Mierda, no debí haber venido. —Se dijo en voz alta al sentir como el dolor en su espalda se irradiaba hacía su cadera e ingle.
Mientras se incorporaba, logró escuchar como alguien movía los escombros.
—¿Abuelo? —Preguntó pero no obtuvo respuestas.
—¿Se encuentra bien? —Su voz sonó tan suave que KunHang sintió un escalofrío, una fría corriente de aire lo estremeció y lo primero que vieron sus ojos, fue el lindo rostro de una mujer.
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Ella le sonrió y extendió su mano para ayudarlo a levantarlo, usaba un vestido blanco, el escote era discreto, el corsé hacía que su cintura fuera mucho más diminuta y su cabello caía en delicadas ondas por su espalda.
—Ahm, Yo... —Balbuceó y al darse cuenta de lo tonto que se veía, carraspeó y tocio un poco para normalizar su voz—. Sí, estoy bien gracias
—Debes de tener cuidado, el edificio ya es viejo
—¿trabajas aquí? —La vio sonreír mientras acomodaba la tela de su vestido
—Algo así...
—¿Por qué? Digo, ¿qué haces en esta pocilga? —La vio fruncir el ceño un tanta molesta y negó con su cabeza.
—Este lugar tiene muchas historias lindas. —Kunhang se burló un poco y ella simplemente negó con su cabeza—. ¿Quieres escuchar alguna?
—Si crees que con eso me harás cambiar de opinión respecto a este lugar... sí, te daré la oportunidad.
