[[ En todas las relaciones hay una fina línea entre el placer y dolor. De hecho, es común creer que en una relación sin dolor no vale la pena. Pero, ¿Cómo sabes cuando ya es suficiente? ]]
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Había tardado años en darme cuenta que entre todos mis amigos yo era el menos agraciado. Siempre estaba el de la sonrisa encantadora, el caballeroso, el romántico, el complejo de chico malo, el chico frío, el deportista y luego, yo.
Muchos me describían como el chico tierno que siempre te aliviada en tus malos momentos y si, ese era yo. El chico que siempre estaba para ti en el momento adecuado para recoger todos los pedazos de tu corazón roto y volverlos a unir.
Nunca me dejaron en la friendzone porque nunca se los permití, porque cuando recogía los pedazos de su corazón roto y lo volvía a sanar, me iba.
Siempre lo hacía.
No me malentiendan, no quiero crear lástima, ni una triste fachada de chico bueno, porque no siempre lo fui.
¿Quién era ella?
La chica que todo el mundo me advirtió que no me quería.
Ella era la mezcla perfecta de una tormenta de verano y un día soleado. Por eso me gustaba, por eso la quería.
Lástima que ella a mí no.
Bueno, eso era antes de enterarme de otras cosas.
Siempre la había considerado una chica fría, con el corazón tan negro como el emoji de WhatsApp porque sin importar la finta de chica buena, ella no lo era.
— Deberías de salir con otras personas.—Me dijo mientras tomaba su mano.
— ¿Acaso ya te aburriste de mí?.—Ella asintió con flojera pero no rompió mi corazón. —Lástima—
Debí haberme ido en ese momento, pero aun así me quedé.
—Con todo respeto amigo mío, eres un imbécil.—
Esa fue la primera vez que oí a mis amigos hablar al respecto de mi situación enfermiza.
Porque eso era, algo enfermizo que sólo yo permitía.
—¿Por qué te quedas conmigo sabiendo lo que soy?.— Me miró a los ojos mientras jugaba con algunos mechones de mi cabello.
— No lo sé
—Yo no soy como otras chicas
—No, tú eres peor.— Le sonrió con la misma gracia con la que ella me miraba, pero a contrario de otras veces, esa sonrisa de borró de su rostro. — Mueve tú trasero, Russia, que las entradas se van agotar.—
— ¿Rusia? ¿Por qué?
—Por fría y difícil de conquistar
Y era verdad, jamás la conquisté, jamás logré apreciar ese mítico brillo en sus ojos cuando me miraba, jamás logré acelerar su corazón y por un momento, sólo un momento creí que había algo mal en mi, que realmente no me quería y que tenía que mejorar para que ella pudiera quererme.
