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En un lluvioso primero de febrero, se encontraba una muy cansada Jennie caminando en media de una tormenta de la forma más dramática posible.
Su día era horrible y solo quería tirarse a llorar en su habitación, dormir y no despertar como en una semana.
Se refugió bajo la sombrilla de una de las mesas de una cafetería cuando giró su cabeza. Después de ese incidente, Jennie no volvió a saber nada del teniente Min, ni hizo el esfuerzo de encontrarlo, aun que admitía vergonzosamente que solía pensar en él en sus horas libres. Que hayan recibido una puñalada por ti es algo que no se olvida tan fácil.
El hombre se detuvo al verla, sus manos se encontraban ocultas en los bolsillos delanteros de sus rasgados jeans y la capucha de su sudadera cubría su cabeza.
—No puede ser posible. —Dijo en voz baja para luego reír un tanto incrédulo. Jennie no era la única que se encontraba impactada y tampoco era la única que pensaba en el otro en sus horas libres.
Ninguno de los dos sabía si fingir demencia y hacer como que no se conocían, ignorarse más que nada, pero los labios de Jennie no pudieron evitar curvearse en una tímida sonrisa, apenada, hizo una reverencia moviendo solo su cabeza, acción que Yoongi imitó para luego entrar a la cafetería.
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Jennie no se movió. Su corazón extrañamente se aceleró y sus manos comenzaron a sudar nerviosas luego de ver al teniente Min. Se aferró a las cuerdas de su mochila notando como este comenzaba a empaparse.
Preocupada porque no se mojaran sus libros, sacó la bata de repuesto que siempre llevaba y cubrió la mochila. Ella consideraba mucho más práctico una mochila que un bolso pequeño y coqueto, aparte se veía mejor una mochila y una filipina que un bolso.
Mientras el pelinegro esperaba su café no pudo evitar observar a través del ventanal de la cafetería a la chica cubriendo su mochila de la lluvia. Si él quien estaba acostumbrado a pasar la noche en un auto y moría de frío, no se imaginaba lo que ella debería sentir en ese momento.
