El sonido del piano se escuchaba por todo el salón. Mingi llevó la copa de vino a su boca degustando su sabor amargo por unos segundos, cortó su filete en pequeños trozos para luego comerlo.
Escuchó a lo lejos el sonido de un disparo, pero no le prestó importancia, él seguía más concentrado en la música, ahora los gritos y los disparos pasaron a segundo plano, ahora se concentró en el sonido de los tacones golpear el piso. Limpió su boca con normalidad y tomó su arma, su mirada escaneó y subió partiendo de dos perfectas piernas, una cintura estrecha y unos pechos generosos hasta el bello rostro de la elegante chica.
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Sus hombres le apuntaban con el arma y ella simplemente sonreía burlona provocando que el semblante del chico cambiara y sus labios curvearan una sonrisa.
—Aisha, querida, ¡que sorpresa! —Se burló—. ¿Qué te trae a mi humilde restaurante?
—Hablar. —Mingi se recargó en el respaldo de la silla y cruzó su pierna observando con curiosidad a la chica.
—¿Era necesario que mataras a mis hombres?
—Me hicieron mala cara. —Se encogió en hombros corriendo la silla frente a Mingi y se sentó. El pelinegro le ordenó que bajaran las armas y los dejaran tranquilos
Lo admitía, se sentía extraño tenerla cerca y que esta no le esté apuntando con una pistola o clavándole un chuchillo. Sonrió y le ofreció un poco de vino a lo que ella accedió.
Sus familias se encontraban en guerra desde antes de su nacimiento, cuando Mingi tomó el control de la familia, el caos y la destrucción pasaron a segundo plano, le gustaban los negocios y era muy diplomático pese a tener una actitud explosiva, pero jamás imaginó que una mujer tomaría la familia Heo , Aisha se volvió un dolor de cabeza, siendo una mujer inteligente, extremadamente sensual y ligeramente impulsiva, eso simplemente hizo que la guerra se volviera un poco más violenta, la mayoría de las veces la quería en su cama y otras veces la quería enterrada bajo tierra.
Depende de su humor.
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