》Yuta×Jinsoul《 ✔

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Siglo XXI

En un lugar escondido entre la selva.

Yuta se encontraba encerrado en un calabozo, su cuerpo se encontraba debilitado, poco a poco se secaba como un flor al llegar el otoño. Sus brazos y piernas se encontraban atados a grandes cadenas irrompibles, ya se había acostumbrado al ardor que estas le generaban, por esa razón, nunca se movía.

—Dime Yuta. —Mencionó uno desafortunado a espaldas de él—. ¿No anhelas salir algún día?

—¿Por qué anhelaría eso? No siento miedo, no siento calor ni frío y el dolor se volvió una mierda psicológica

—Maldito aguafiestas. —Se burló—. Nunca tuve la oportunidad de amar ¿sabes? —Se lamentó—. Dicen que era fabuloso

—Oh amigo mío

—No te burles por sentir es anhelo

—El amor es la pasión por la dicha del otro. —La suavidad de su voz llamó la atención del desafortunado junto a él.

—¿Tú... amaste?

Siglo XVIIIYuta

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Siglo XVIII
Yuta

Matar se había vuelto una parte de mí, una necesidad creciente en mi interior. El agua corría oscura a la claridad del miedo, podía escucharlos huir, habían asesinado a su alfa, la manada se había quedado sin un líder.

Sonreí un poco incrédulo, previendo el caos que explotaría tras esta noticia. Me acerqué al cuerpo sin vida de los caídos de esa noche y antes de que pudiera hacer otra cosa, tomé los collares con el símbolo de la orden grabados en ellos.

Debí haberme ido de inmediato esa noche, pero no lo hice, me quedé curioso al escuchar un débil sollozo, un aullido de auxilio y dolor. Lo primero que me cruzó por la mente fue: Queda uno con vida.

Y mi obligación era matarlo.

Seguí el olor a la sangre y el sonido de auxilio emitido con debilidad, pero cuando salí de ese arbusto mi cuerpo se paralizó. Un lobo de pelaje blanco reflejando la luz de la diosa luna cojeaba debilitado hasta un estanque.
Sentí asombro, de todos mis años con vida en este mundo nunca había visto uno igual y admitía que era un regocijo para mis ojos admirar el resplandor de la belleza de ese animal.

Era una pena tener que matarlo, al fin y al cabo lo iba hacer.

Pero mi expresión cambió cuando ese lobo se transformó a la orilla del estanque en una preciosa mujer. Podía destacar los preciosos labios carmesí contrastando en su cremosa piel, algo muy dentro de mi sintió una necesidad de seguir en ese lugar, había dos clases de sed que era imposible de engañar y una de esas era la sed de admirar.

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