》Hendery×Yuqi《 • • •

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En una tierra destrozada por la guerra, por la avaricia y la traición, el emperador Song mandó a resguardar a su hija a las tierras más lejanas y desconocidas del reino, según él, ella no podía ser participe de esta sangrienta batalla, pues la may...

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En una tierra destrozada por la guerra, por la avaricia y la traición, el emperador Song mandó a resguardar a su hija a las tierras más lejanas y desconocidas del reino, según él, ella no podía ser participe de esta sangrienta batalla, pues la mayoría de los terrenos occidentales habían sido conquistados por el rey del Norte, un guerrero despiadado y hambriento de sangre.

Yuqi no se opuso pues al igual que todo el pueblo, ella temía por su vida. Así que ella, junto a su doncella iban sobre un carruaje en lo más recóndito del bosque, Yuqi nunca se había alejado del reino y esa sería la primera vez que lo hacía.

Pero lo nunca imaginó fue que a la mitad del camino, unos bandidos tratarían de robar el carruaje, sus joyas, su vestimenta y si se pude sus vidas.

Yuqi se aferró a su doncella mientras los caballos tiraban del carruaje y este se movía a gran velocidad, podía escuchar el galope de otros caballos aproximarse a ellos.

—Mi princesa, tiene que cambiar su ropa —Yuqi no entendía en lo más mínimo—. Ellos, nadie, absolutamente nadie debe de saber que usted es una princesa

—Pe-pero tú

—Mi princesa, mi deber es protegerla—Yuqi sollozó cuando tomó su mano, el simple hecho de no volverla a ver le causaba un sufrimiento terrible a su corazón. Su doncella sonrió y le entregó una daga para que pudiera defenderse y así cambiarse de ropa.

El carruaje se estancó, los bandidos asesinaron sin piedad a sus hombres, la sangre salpicó cada rincón del bosque. La princesa Yuqi podía escuchar los gritos de los hombres del rey, las flechas y lanzas traspasaban la madera del carruaje y mientras Yuqi se protegía, una de sus doncellas la cubrió con su cuerpo recibiendo todo el impacto de las flechas y lanzas.

—No, por favor no.— Sollozó la princesa al ver el cuerpo sin vida de su doncella—. No, esto no puede ser posible, no me dejes

Pero mientras los bandidos mataban al último hombre del rey clavando sus espadas en sus pechos blandos, el relincho de un caballo lo hizo parar y poner su atención en el camino

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Pero mientras los bandidos mataban al último hombre del rey clavando sus espadas en sus pechos blandos, el relincho de un caballo lo hizo parar y poner su atención en el camino.

Un hombre de armadura negra montado sobre un caballo del mismo color, de una raza desconocida en esas regiones, imponente e intimidante. Sus ojos negros y cansados pasaron por cada uno de los bandidos, vio el carruaje, a los muertos y rodeó los ojos.

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