Chocolate caliente

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Natasha había viajado miles de kilómetros para conocer esta tierra donde, un día, vivió su poeta favorito, Isaac Pedraza. Había ahorrado durante años y por fin estaba allí, en una de las ciudades más australes del mundo: Punta Arenas.

Se sentó frente al mar, para que el fuerte viento no la llevara lejos, abrió el mapa que tenía pegado a su agenda, y se puso a dibujar el recorrido que haría, para no perder la visita a los lugares más importantes: lo que un día fue su casa (y ahora era una biblioteca pública), la plaza donde él se sentaba a escribir, y la oficina donde trabajó por años. Es cierto que antes él no era tan conocido y famoso, pero en los últimos 10 años todos solo hablaban de él.

Mientras trazaba la ruta, pensaba en todas las raras explicaciones sobre su desaparición, y a punto de romperse en lágrimas, recordó la última poesía que él escribió y que ella había leído miles de veces.

Sintiendo frío, Natasha entró a un café a tomar algo. Luego de dos días, decidió volver. Cuando llegó en su lejana ciudad, encontró en su bolsillo la servilleta que le dieron junto al chocolate caliente. Ella no la había usado ni le puso atención. Dentro de aquel arrugado papel, con palabras tan verdes como las hojas de los árboles en primavera, una nota decía:

"A veces correr es la única manera de llegar lejos. Otras veces el único modo es desaparecer." I.P.

FIN

¿¿Fin?? Pues he escrito una historia poética basada en este cuento. ¡Les invito a leerla también!

 ¡Les invito a leerla también!

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Un viaje a través de mis MicrocuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora