La goma de borrar

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Cuando cumplí 12 años, en el colegio, a todos nos regalaron una goma de borrar especial. No era para borrar algo escrito o errores en un papel.  Era una goma para borrar días malos.

La podíamos usar una única vez en la vida, y el día que habíamos borrado dejaría de existir para siempre en nuestros recuerdos.

A principio nos pareció una idea genial.

Cuando tenía 14 años, tenía una lista con muchos días que quisiera que se borraran. No solamente yo, también todos mis compañeros. Hablábamos sobre esta goma todo el tiempo. Era como el único tema de conversación.

—Borraré el día que saqué un cero en matemáticas —decía Lucas, muy decidido.

—Ya elegí cuando la usaré; borraré el día que mi novio me dejó —me dijo Gladys, muy feliz.

Así era el día a día en el colegio, por muchos años. Pero no pasaban de amenazas y promesas incumplidas, porque al final, todos estábamos de acuerdo en algo: ¿Qué será de mañana? ¿Y si tenemos un día aún peor?

Hoy tengo 80 años, y cada día que despierto miro la goma de borrar. Como todos mis compañeros, nunca la he usado.

He perdido a mis padres, también a uno de mis hijos. He quedado muy enferma, y pasé por cosas muy difíciles de soportar. Es cierto, aún están en mi memoria, y por lo mismo, todavía sufro al recordar. Pero, cuando miro la goma de borrar, casi puedo oírla diciéndome: "¿Y si mañana pasa algo peor aún?"

 Pero, cuando miro la goma de borrar, casi puedo oírla diciéndome: "¿Y si mañana pasa algo peor aún?"

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