Por una injusticia, él recibió una condena de prisión perpetua. Cuando entró en su celda ya había otro preso allí, era un hombre mayor y se llamaba Jorge. A diferencia de él, Jorge no estaba desconsolado. Siempre tenía en sus manos un papel y un lápiz y cada vez que escribía algo volvía a sonreír.
¿Cómo era posible estar sonriendo en este lugar? El olor era nauseabundo, el colchón tenía chinches, incluso había un ratón.
Un día él le preguntó a Jorge su secreto para ser tan feliz. Jorge le explicó que la alegría no dependía de algo exterior. "Los sentimientos y las emociones vienen luego de los pensamientos, si controlamos lo que pensamos, podemos controlar lo que sentimos", le dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
Al día siguiente, Jorge le regaló un lapiz y un papel con un dibujo de una carita feliz. Entonces le dijo que cada día él debía de concentrarse en escribir algo que le hiciera feliz. Podría ser un recuerdo pasado y lejano o algún detalle de este día. Pero tenía que pensar en eso todo el día.
¿De verdad sería posible? Sin nada más para hacer, él decidió verlo como un reto e intentar.
Hoy hace exactamente 30 años que él está preso y como es viernes, lo fui a visitar. Antes de despedirme él escribió en su papel: "mi hijo me vino a ver". Entonces yo saqué de mi mochila un papel similar y escribí: "Hoy vi a mi papá sonriendo".
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Un viaje a través de mis Microcuentos
General Fiction¿Te cuento un cuento? Entra para viajar por estas páginas donde en tan solo un minuto podrás sentir y vivir lo que tu imaginación o pensamientos te quieran pintar. Porque aquí lo único que haré será escribir, ¡todo lo demás te toca a ti! Microcuen...