El peluquero violinista

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Todos los viernes Cynthia se escondía detrás de la multitud para escucharlo tocando el violín en la salida del metro. Después de seis meses ella se sentía totalmente enamorada de aquel violinista que ella ni siquiera conocía. ¿Cómo podría acercase más a él?

Un día, por casualidad, Cynthia entró en una peluquería, y para su sorpresa, ¡el violinista era el peluquero!

Ese día le dijo que le cortara las puntas de su largo cabello castaño. En una semana más le pidió que lo cortara un poco más corto. En quince días más se fue a teñir su cabello de negro, y en un mes volvió para que le hiciera la planchita.

Ella estaba loca por él. Seguía yendo al metro en busca de su melodía, pero aunque ella lo miraba detenidamente, él jamás la saludó. Ella creía que, luego de verla tan seguido en la peluquería, él le diría algo, pero nunca pasó.

Con todo ese amor no correspondido, su dinero se estaba acabando, entre ir a la peluquería y los pasajes al metro cada semana.

De pronto su cabello estaba tan corto que no había más nada que se podía hacer. Entonces ella se armó de valor y le dijo:

—Te he visto en el metro y encuentro que tocas muy bien el violín.

Para su gran sorpresa, él empezó a reírse y le dijo:

—Ahora entendí porqué venías tan seguido aquí. ¡Estás enamorada de mi hermano gemelo! ¡Él es el violinista! Yo solo soy un peluquero.

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